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15 noviembre, 2010

Entre Mujeres... Porque las cosas no son siempre como parecen

Mami, soy gay...

Por Arq. Palmira Tristani



“Si es una nena tiene que ser hermosa y bella como mi mujer….y si es varón tiene que ser como su padre amigo fiel...” Así es la letra de una canción de un cantante venezolano, que se refiere al sexo de un hijo que está por nacer y que, de alguna manera, condiciona, desde el vientre materno, el sexo del bebé que viene en camino.
Muchas madres cuando estamos en la dulce espera, estamos llenas de emoción y expectativas de cómo será nuestro futuro bebé, su físico, su carácter y hasta soñamos con los nietos que nos darán nuestros hijos. Pero nunca nos imaginamos que pueda que el destino nos depare algunas sorpresas como, por ejemplo, que la nena se sienta hombre en su interior, o que el bebé que nazca tenga inclinaciones femeniles.
Eso es algo que le puede ocurrir a cualquier pareja. En el mundo occidental, en más proporción que otros países de otras partes del planeta, tener un hijo gay es caer en la deshonra familiar, en la desgracia, los chicos y chicas con esta preferencia sexual se convierten en la comidilla del pueblo o la ciudad, de la calle, del edificio o de la urbanización. Ellos deben lidiar, al igual que sus familiares, con la cruz de escuchar a diario comentarios insanos que les debilitan su autoestima en grados considerables.
Muchos familiares, sobre todo los padres y las madres, saben lo que tienen viviendo bajo su techo y es por eso que se les escucha siempre preguntarles: “¿cuándo te pondrás el vestido bonito que te regalé?” O si se trata del hijo les exigen que deben traer una novia a la casa, lo cual refleja que conocen la verdad que ocultan sus chicos. Los homosexuales que dan el paso de confesarle a su progenitora: “mami, soy gay...” vemos cómo la mayoría de estas madres, enfundadas en su religión, exclaman: “¡a ese muchacho hay que exorcizarlo, tiene el demonio adentro... metámoslo en oración para que agarre el camino del señor!” o, simplemente, los echan de sus hogares y los dejan a las buenas de Dios.
No es un exorcismo, no es una oración lo que necesita un ser humano que es gay, sólo ellos saben el calvario, el proceso y el sufrimiento de aceptación por la cual ellos pasan, la primera etapa es aceptarse a sí mismo, reconocer cuál es su verdadera condición sexual, pero lo más cruel es la espera por la aceptación familiar. El tener que esconderse, fingir y hasta ser merecedores de un óscar por su actuación, para demostrar ante el núcleo familiar y amistades lo que no son y están lejos de sentir.
Es el amor y la compresión la verdadera oración y exorcismo que existe para que un homosexual tome los caminos del señor, no es que dejará de ser gay o lesbiana, simplemente será un ser humano aceptado, comprendido y amado por su familia. Ser homosexual es una condición sexual, no es un delito o una enfermedad contagiosa. Lo que necesitamos todas las personas que estemos de frente a un hijo, amigo, sobrino, tío, o cualquier pariente gay, es muy simple: “abrir nuestro corazón y nuestra mente, para comprender, abrazar y amar”, pues hay que tener en cuenta que, producto de nuestra intolerancia, la tasa de suicidios en homosexuales, lesbianas, bisexuales y transgéneros, es muy alta. No seamos partícipes de un hecho tan abominable.

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