Muchas son las historias de expropiaciones que se oyen a diario, sin embargo Edmundo Severino Iribarren tiene la suya propia que contra. En una carta enviada a nuestra redacción narra su odisea con un grupo de bandidos que, escudándose en consignas gobierneras, amenazan destrozar años de arduo trabajo.
Desde hace más de 40 años su padre llegó a suelo larense para establecerse, allí contrajo matrimonio con una yaracuyana y juntos formaron una familia. Poseedores de una finca pequeña de apenas 6 hectáreas.
Allí mantuvieron un rebaño de vacas Holstein que producían leche y queso, productos vendidos en la misma jurisdicción. También criaban perros pastores alemanes para guarda y defensa. En esta finca se producía el cereal necesario para el forraje del ganado y se construyó un sistema de almacenaje de agua tanto para riego como para las vacas.
En el perímetro de la finca se encontraban las residencias de los trabajadores, de los profesionales y técnicos que prestaban servicio en la misma. Tiempo después de criar ganado vacuno y hechos los cálculos, la familia consideró que era más rentable criar cabras, por lo que, a través de tecnología genética se produjo “reproductores de tipo Pereñero”, llamado así por la derivación del nombre de la finca: La Pereñera. Estos animales, resistentes al trópico eran mitad Saneen de origen suizo y mitad Alpino Francés.
En la finca se instauró entonces el Centro de Desarrollo Genético que cuenta con un espacio de servicios internos donde se encuentran las oficinas del médico veterinario y del control computarizado de los cruces y estadísticas reproductivas de los diferentes lotes de animales, así como un aula techada para las clases de transferencia tecnológica a los grupos de criadores que regularmente asisten a nuestra estación de mejoramiento genético. Las cabras se encuentran estabuladas en dos cabrerizas compartimentalizadas con enrejillado y cornadizas adaptadas a la especie.
Aunado a esto, se estaba creando allí una posa agroturística en la que iban a constuir cabañas para los turistas. Sin embargo el día Sábado 22 de enero del presente, la granja, pequeña unidad agropecuaria donde el productor trabajó y fijó su morada, fue sido asaltada por una turba de invasores identificados como directivos y miembros del Consejo Comunal “Las Antenas”, quienes llegaron de noche, derrumbaron un portón metálico de acceso a la granja, rompieron el candado de la casa del trabajador encargado, saquearon los utensilios de dicha vivienda y los bienes personales de ese empleado y lo echaron de la misma obligándolo a mudarse a la casa de otro trabajador dentro de nuestra finca rural. Dicho inmueble y el galpón, en el cual se almacenan las pacas de Heno para la alimentación de los rumiantes durante el verano, han sido cubiertos con banderas y pancartas. Desde esa fecha, grupos diversos de adultos, hombres y mujeres, adolescentes y niños menores de edad, entran en cuadrillas por la apertura del portón derribado y se reúnen en las tardes a gritar slogans políticos y amenazas, a poner música a todo volumen y a cantar himnos “revolucionarios” e ingerir bebidas alcohólicas.
Dentro del “liderazgo” de los usurpadores destacan, primero una ciudadana de nombre Naileth Díaz Sánchez, quien se desgañita profiriendo virulentas arengas conminatorias y marchando prepotentemente por la granja con dos guardaespaldas y una cizalla en la mano; el segundo jefe es un sujeto de nombre Jorge Silva, recién mudado al vecindario, el cual es el “repartidor” pues se ha autoerigido en el asignador de lotes de terreno, animales e inmuebles, prometiendo en nombre del gobierno nacional la instauración de variadas dependencias y servicios del Estado según se le vaya ocurriendo o imaginando; y en tercer lugar el más peligroso, un individuo conocido como el gordo José Rafael Márquez García, vecino de la granja, vago de oficio, con casa y terreno al que la Gobernación le otorgó un crédito para la cría de pollos y se comió la plata, quien se queda todas las noches en la casa tomada, el cual se la pasa con un machete con el que me amenazó diciéndome que si es necesario él mismo me va a sacar a machetazos.
Para el momento en que el productor escribía su misiva a nuestra redacción le fueron cortados y sustraídos los cables que traen electricidad y a las bombas que llevan el agua hasta los establos y cabrerizas, lo que me hace temer por la vida del ganado.
Culminaremos esta misiva con el pedido del productor Edmundo Severino: “Señores, Gobernador, Alcaldesa y Prefecta: Este venezolano de 72 años no sabe cuántos años de vida le quedan, aunque intuyo que serán pocos. Lo que sí sé es que nunca hasta el día que me muera olvidaré la terrorífica escena nocturna que tuve que contemplar inerme, impotente, indefenso, de una horda de mis conciudadanos chillando y brincando con linternas alrededor de una fogata, voceando consignas políticas y gritos de combate en el marco de un ensordecedor y espeluznante retumbar de tambores y pitos en mi granja al lado de mi casa. Si este ambiente de hostilidad, violencia e impunidad no es detenido a tiempo, el desorden creciente, el caos progresivo y el consiguiente estado de anarquía generalizada le estará asegurando a los invasores, a los invadidos y a todos nuestros hijos y nietos un futuro negro de desempleo, hambre y miseria.
¡Dios Salve a Venezuela!”.
Ec. Edmundo Severino C.I. 1.278.423