Por Orlando
Arciniegas*
Perros y
lobos, pese a sus visibles diferencias, hacen parte de la especie *Canis
lupus*, que agrupa a 38 subespecies. Ambos, a su vez, son parte de la familia
_Canidae_ (del latín, canis, “perro”), por lo que cada uno de ellos es un
cánido: mamífero carnívoro con forma de perro. Los cánidos comprenden tres
subfamilias, dos extintas y la de los actuales _Caninae_, más llamados como
_canis_, que incluye a perros domésticos, lobos, coyotes, zorros, chacales y
dingos. Son digitígrados: animales que caminan apoyándose en los dedos de sus
patas (como de puntillas), por oposición a los plantígrados, que se asientan en
la planta del pie. Los digitígrados están hechos para lo furtivo, por ser
rápidos y silenciosos. Como principales características generales se incluyen
su hocico largo y fino, y un cuerpo esbelto. Gallardo.
Perros y lobos, si bien, como se dijo, son dos subespecies diferentes, guardan una gran afinidad genética. Inclusive, razas de perros como el _husky siberiano_, el _pastor alemán_, el _pomsky_ y cruces como el _wolfdog_ ofrecen un gran parecido con los fascinantes lobos. Son ágiles y enérgicos. Algunos de ellos pueden aproximarse hasta el carácter suspicaz y tímido del lobo, siendo, en todo caso, muy sociables con sus mejores cómplices: los seres humanos de su trato diario. Otras razas de perros domésticos —*Canis lupus familiaris*—, a diferencia, han distanciado su semejanza con los lobos y, en su lugar, han acentuado rasgos y talante para una satisfactoria convivencia doméstica. Abandonando, así, la independencia y arrogancia del lobo, en favor de un genio apacible y sumiso, que los ha hecho —como adrede— unos amigos imprescindibles del hombre.
La presencia de perros domésticos, según lo verificado, se extiende hacia unos 12.000 años a. C. En numerosos yacimientos de Europa, Oriente Próximo, Iraq, el norte de China y Siberia se han encontrado restos de canes acompañados de los de sus probables amos. Ahora bien, ¿descienden los perros de algún tipo de lobo? Para algunos científicos *los perros, tanto domésticos como salvajes, tienen un antepasado en común en el pequeño lobo del sudeste asiático*. A partir del cual se produjo su separación y desarrollo como subespecies diferentes, pero como se dijo, siempre con “una gran afinidad genética”.La ubicación
del perro abarca toda la distribución ecológica actual del lobo y algo más, lo
que sugiere que su amansamiento pudo darse mediante domesticaciones de forma
independiente, en lugares distintos y distantes, y su distribución mediante los
incesantes movimientos migratorios de poblaciones humanas que, en posesión de
perros, los trasladaron consigo, admitiendo el posible intercambio de
ejemplares entre comunidades humanas en peregrinaje. En regiones como el Nuevo
Mundo, el África subsahariana o el Sudeste Asiático, la aparición de perros
suele asociarse, más que todo, a la dispersión global de grupos humanos de
agricultores. Recientemente, se ha sabido del esfuerzo por recuperar el “perro
inca”, dos razas caninas peruanas ancestrales: el *pastor chiribaya* y el
*viringo* (perro peruano sin pelo), lo que, asimismo, incluye su dignificación
al dárseles el reconocimiento de ser Patrimonio Cultural de la Nación.
Los perros
domésticos comparten aún algunos patrones de conducta propios de sus
antepasados y parientes salvajes actuales, los lobos. Unos y otros defienden
sus territorios y los marcan orinando en árboles, piedras, cercados y otros
lugares situados dentro de sus áreas de expansión. Es su manera de informar a
otros perros que el lugar está ocupado, algo así como ¡cuidado es propiedad
privada! Muchos entierran huesos y juguetes favoritos para un uso posterior. Y,
si vuelven sobre ellos, es porque de algún modo conservan memoria de los
lugares de resguardo. Los perros viven en constante comunicación entre sí, y de
maneras distintas. Una de ellas, como se dijo, dejando rastros de olor. Otras,
como la postura corporal, la manera de mover la cola y la expresión de la cara
―como en la gráfica de este texto―, constituyen mensajes directos, fáciles de
reconocer por los demás. Ladridos, gruñidos y aullidos son la cacofonía que
utilizan para espantar a sus congéneres y desconocidos.
Pero no se
piense que el perro doméstico solo sirve de compañía. Muchos van más allá,
ganando su sustento con gran trabajo. Pueden cuidar rebaños, ayudar con las
presas a los cazadores, defender viviendas y cumplir tareas de resguardo, de
rescate y hasta de ataque. Los especialmente entrenados sirven de perro
lazarillo a los invidentes. En las pandemias, se pueden ver los perros
rastreadores que han sido entrenados para detectar, a partir del sudor, los
contagiados que, por ejemplo, llegan a los aeropuertos. Sin que, además, falten
los perros actores de cine, de televisión y de espectáculos circenses. Lo que
vale hablar de una aristocracia canina de valores para muchos inalcanzable.
En otras
labores que no incluyen defensa o ataque, pero muy especiales, como en la
detección de drogas en puertos y aeropuertos, se suelen usar razas como el
_labrador retriever_ o el _pastor belga_ (Malinois). Y en cuanto a la función
policial, sobresalen razas como el _pastor alemán_, _dóberman_ y el
_rottweiler_. Esta última es una de las más antiguas razas de pastoreo,
conocida desde los días del Imperio romano. Pero hubo quienes, hace ya algún
tiempo, demostraron que era singularmente apta para tareas del servicio
policíaco, dado su carácter fuerte, gran musculatura, potencia al embestir y
poder de hacerle temblar el universo a sus contrincantes. En 1910 se le nombró
oficialmente como el perro policía.
En su
evolución el perro doméstico se agregó una mayor capacidad de comunicación con
los seres humanos. Por ejemplo, un pequeño músculo en torno a los ojos
evolucionó y le dio la capacidad de tomar expresiones muy parecidas a las del
niño, con las que logran mover los sentimientos humanos, según estudios
recientes. *Los perros toman un rostro tan expresivo que despiertan en sus
dueños el deseo de proteger*. Esa expresividad canina fue clave en el proceso
de domesticación que separó a los perros de los lobos, claro está, a lo largo
de miles de años. A tanto ha llegado, que hay los que hablan, no sin
fundamento, de una “antropomorfización afectiva” por parte de los amigos
peludos.
¿Acaso Ud. no
los ha visto que _lloran_ y se quejan hasta el lamento? Y no se diga de los
encuentros afectivos —explosiones eufóricas—, en los que, como bien se sabe se
da una efusión mutua de oxitocina, la hormona del amor, equivalente a la que
ocurre entre madre e hijos. Cuando un perro y su amo se miran a los ojos, ambos
disfrutan de una descarga de oxitocina, según demostrara una investigación
liderada por Miho Nagasawa, de la Universidad Azabu de Sagamihara (Japón) que
se publicó en la revista _Science_ (16 de abril de 2015).
Un
experimento similar realizado con lobos que, habían sido criados desde
cachorros por una persona, produjo otros resultados: no se detectó ningún
aumento significativo de oxitocina. De ahí que el vínculo basado en la dicha
hormona, hablando de perros y humanos, debe ser más reciente, aparecido quizás
durante los últimos miles de años, después de que los linajes de perros y lobos
quedaran bien separados. Ah, y es el amor más fiel del cual se pueda hacer
referencia, sin dobleces ni mediado por otros intereses. Comprable solo por el
afecto. *¿Y qué saben ellos de nosotros? *
*Historiador.
