Por Enrique Ochoa Antich / Opinión
Está claro que la amenaza de cambiar la base de la
legislación electoral venezolana hacia una más parecida con la de un régimen
comunista como el de Cuba que con la de un *régimen democrático liberal
representativo como el contenido en la Constitución de 1999* (muy parecido al
de la del 61, dicho sea de paso), habla del propósito de consolidar *un sistema
de gobierno de partido-Estado* sin eufemismos ni edulcorantes. Sólo una vuelta
de tuerca más en un largo proceso de dos décadas. Es la forma de gobierno cuyas
bases Chávez comenzó a echar a partir de 2006 cuando cada Poder Público comenzó
a estar conducido por un "comisario político" del partido; cuando las
gobernaciones que ganaba la oposición eran despojadas de atribuciones,
competencias y recursos; cuando la ciudad de Caracas fue despojada de su
Alcaldía Metropolitana; cuando se ordenaba desde el Ejecutivo al Poder Judicial
la cárcel para jueces, políticos y militares a capricho del caudillo; cuando
progresivamente comenzó a desinstitucionalizarse la Fuerza Armada a despecho de
la Constitución para irla convirtiendo en componente subalterno del partido;
cuando toda la administración pública, también contraviniendo la Constitución,
se puso al servicio de una parcialidad política; y un largo etcétera.
Los demócratas tuvimos muchas oportunidades para torcer el
rumbo de ese proceso pero la oposición, cuya torpeza parecía facturada por sus
adversarios, las desperdició. En particular las hubo en 2016, 2018, 2020 y
2024. La oposición metía la pata y en Miraflores los más extremistas se
frotaban las manos. La oposición, en particular la extremista, hizo y deshizo
de todo. Rechazó acuerdos. Pidió sanciones. Escogió la ruta insurreccional.
Llevó a la muerte a cientos (propios y contrarios). Se abstuvo. Conspiró con
otros países en contra del suyo. Y, generalmente, hizo el ridículo. Así
arribamos a estos lodos de hoy.
*La última "gracia" extremista
Parece que la "gracia" extremista de convertir el
28J en una amenaza ("Maduro, ven pa'cá, yo lo que quiero es verte
preso", Machado _dixit_) y, al hacerlo, *transformar una victoria
electoral cantada en una derrota política monumental* (responsabilidad
exclusiva de la oposición extremista machadista), se va a convertir en esta
_morisqueta_ dictatorialista: más autoritarismo, más represión, más
partido-Estado. A lo que la amenaza militar de EEUU contra Venezuela está
contribuyendo de manera determinante. Nunca como hoy la oposición estuvo tan
dispersa y ruinosa como hoy.
*Tres espacios
Podemos decir que en Venezuela hay *tres espacios, a saber:
el chavismo, el machadismo y el resto*.
Un acuerdo entre el chavismo y el machadismo NO ES POSIBLE. Y
*el machadismo no tiene capacidades suficientes para derrocar al chavismo por
la fuerza* (a menos que Trump le haga caso y corra el riesgo de convertir una
intervención militar gringa en una costosísima guerra civil entre venezolanos,
costosa para nosotros pero también para EEUU).
Mientras "el resto" no tenga una *representación*
política adecuada (no este estuario de pequeños islotes contrarios unos con
otros) el juego seguirá trancado y el caos actual se hará crónico. Con el
chavismo en el poder por mucho tiempo más, claro está.
Si alguna vez el centro tuviera ese liderazgo que el país
pide a gritos pero no encuentra, su prioridad habría de ser *articular un
acuerdo con el chavismo*, sin el machadismo como condición _sine qua non_, por
un hecho evidente: *el chavismo tiene el poder*.
*Jugar solo en el tablero: el partido-Estado recargado
Por lo pronto, el chavismo ha decidido _jugar solo en el
tablero_, profundizando el *sistema de partido-Estado*. Puede hacerlo. *Tiene
con qué*: la F.A. como parte constitutiva de ese sistema, es decir,
ideologizada y subalterna del partido; un tercio o un cuarto de la población:
la _nomenklatura_ (como la llamaban en los comunismos: el funcionariado
burocrático del partido-Estado); las policías, usadas sin tapujos para reprimir
y escrutar al "enemigo"; el discurso legitimador de defensa de la
patria (frente a la real amenaza gringa: _Thanks, Mr. Trump_, exclaman en
Miraflores); y una oposición dispersa y desorganizada, su "arma
secreta". Pero claro, esa hegemonía es al precio de sanciones y bloqueo,
y, por tanto, presupone la misma situación económica y social actual (destrucción
del salario, mengua permanente en los servicios públicos, inflación, etc.).
La única posibilidad de destrancar el juego (y esto puede ser
dentro de algunos años, no creo que a corto plazo) es que el gobierno en algún
momento necesite un interlocutor en el centro y decida, como pasó en los
comunismos, *un acuerdo CON la participación del chavismo y de la oposición
democrática en el poder y sin el machadismo* (o lo poco que para entonces quede
de él).
*¿Qué pasó en los 80/90 en Europa Oriental?
Con mis condolencias y sentimientos de solidaridad hacia los
de 30, 40 y 50 que quieren hacer política desde el campo opositor, la
recomendación es *aprestarse a cruzar un largo desierto y estudiar en
profundidad las transiciones dentro de los regímenes comunistas de Europa
oriental hacia la democracia*. Algunas lecciones inmediatas se obtienen al
hacerlo:
• Los liderazgos del cambio estaban conformados por gente que
estaba *dentro del país, no en el exilio*.
• Esos liderazgos se conformaron *conviviendo con el sistema
de partido-Estado aún en la disidencia* (Mazowiecki en Polonia, por ejemplo, el
primer Primer Ministro de _Solidaridad_, había sido diputado al Parlamento;
Havel hizo su carrera como dramaturgo combatiendo por sus ideas, pero dentro
del sistema).
• Siempre hubo de contarse *con interlocutores del lado de
allá* (por lo que recomendaría a los de 30, 40 y 50 de la oposición democrática
interactuar de manera fluida y permanente con los de 30, 40 y 50 del chavismo).
• En casi todos los casos hubo *reconciliación y perdón*
Los regímenes políticos no son eternos. En algún momento habrá la necesidad de un cambio. Ojalá que una epifanía seduzca al _olimpo_ chavista y se dispongan por voluntad propia a propiciar la apertura democrática que a los propios chavistas les interesa, dando inicio a *un nuevo ciclo político* y ganándose la posteridad a todo derecho. De cualquier manera, la tarea de los demócratas es visionar los acuerdos que entonces sean viables y tener desde hoy construidas las capacidades políticas, sociales y culturales que puedan hacerlos realidad.
