Cuando Lenin afirmó que el imperialismo era la fase superior
del capitalismo, era plenamente consciente de que esta transformación del
capitalismo había llegado para quedarse.
En la segunda mitad del siglo XX, la hegemonía estadounidense
era indiscutible. Esto se manifestaba en los ámbitos económico, político,
tecnológico y mediático. Si existió algún equilibrio durante la Guerra Fría,
fue únicamente en el plano militar. Dado que la Unión Soviética también obtuvo
acceso a la bomba atómica, ambas superpotencias podrían haberse aniquilado
mutuamente. Este factor sigue vigente hoy en día, lo que explica por qué no
existe la posibilidad de una nueva guerra mundial.
Tras la disolución de la URSS, Estados Unidos albergó la ilusión de volver a la situación de Inglaterra en el siglo XIX, como única superpotencia. Sin embargo, tuvo que coexistir, una vez más, con un mundo bipolar, ante el surgimiento de los BRICS.
Una de las características más llamativas del siglo XXI, por
el contrario, es el declive o decadencia de la hegemonía estadounidense en el
mundo. En cuanto a su economía, si bien sigue siendo la mayor del planeta, ya
no ostenta el predominio que alguna vez tuvo, dado el crecimiento exponencial
de la economía china. En el ámbito militar, Estados Unidos ciertamente mantiene
su dominio global; sin embargo, en el ámbito tecnológico, China ha tomado la
delantera, superando a Estados Unidos.
Aun así, Estados Unidos no solo conserva su superioridad
militar, sino que también sigue siendo la mayor potencia imperialista de la
historia de la humanidad.
Pero en su segundo siglo en esta posición, ¿qué
características lo diferencian específicamente?
El imperialismo del siglo XXI sigue siendo el imperialismo de
la explotación y la dominación sobre otros países. Continúa siendo el
imperialismo de las guerras y la agresión militar. Pero es también el
imperialismo de la hegemonía del capital especulativo, el imperialismo del
declive de la hegemonía estadounidense en el mundo.
Es un imperialismo que no se basa en la economía
tecnológicamente más desarrollada del planeta, pues ese lugar lo ocupa China.
Es un imperialismo que debe lidiar con los BRICS, la alianza —siempre tan
temida por ellos— entre Rusia, China, Brasil y una lista cada vez mayor de
países, incluyendo las naciones productoras de petróleo de Medio Oriente.
Es un imperialismo que choca con un mundo en el que sus
aliados históricos —Europa y Japón— también experimentan procesos de declive.
Un mundo en el que su poder para manipular los principales medios de
comunicación se enfrenta a verdades que contradicen su visión del mundo.
En resumen, el imperialismo del siglo XXI ya no se sustenta
en la hegemonía estadounidense, sino que debe coexistir con su declive, una de
las características definitorias de la primera mitad del siglo XXI. Ya es el
siglo del declive de la hegemonía estadounidense en el mundo. Puede que sea
también el último siglo del imperialismo.
Texto tomado de Página 12 / Argentina.
