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30 noviembre, 2025

Aldous Huxley, escritor, y su gran lección de felicidad: "Lo más importante que he aprendido es a ser amable"

 Lecturas

La última lección del gran Aldous Huxley, autor de ‘Un mundo feliz’ nos deja la gran verdad a la que pocos consiguen acceder: la amabilidad es el verdadero secreto de la felicidad duradera

Celia Pérez León

Aldous Huxley fue mucho más que un escritor de ciencia ficción. Con su mente visionaria se adelantó al futuro, imaginando en el siglo XX tecnología que luego se haría realidad, como la fecundación artificial. También reflexionó sobre la felicidad, tema central de su obra magna: ‘Un mundo feliz’.

Las grandes preguntas acompañaron al autor durante toda su vida, y en el ocaso de esta, tras décadas insistiendo en encontrar respuestas, declaró: “Lo más importante que he aprendido es a ser amable”. 

Algunos podrían confundir sus palabras con cursilería, con esa tendencia a la debilidad que pretendemos adivinar en la ancianidad. Sin embargo, lo que Huxley nos regaló fue una lección intuitiva y poderosa que puede cambiar nuestra forma de vivir. Un legado de auténtica felicidad que no tiene nada que ver con el ego desmedido que caracteriza a nuestra sociedad.

Ser amables nos hace humanos

Aldous Huxley nació en el seno de una familia fascinada por la ciencia, el pensamiento crítico y la literatura. Los libros, los debates y las grandes preguntas fueron parte de su cotidianeidad desde muy pequeño. Todo ello se ve reflejado en su obra más célebre, ‘Un mundo feliz’, en la que el autor critica con saña la deshumanización que provoca una sociedad obsesionada con la felicidad. Su lectura nos presenta una cartografía alarmante de nuestros afectos, que ya en el siglo XX comenzaba a tornarse oscura. En el siglo XXI, su metáfora parece casi un espejo.

La amabilidad genera en nuestro cerebro una reacción química que produce felicidad. 

La gran pregunta que obsesionaba a Huxley era: ¿Qué hace auténticamente humano al ser humano? La felicidad, por supuesto, rondaba en su mente cuando se lanzó a la tarea de escribir su gran libro.

El autor, sin embargo, llegó a una conclusión a la que pocos habrían llegado. Lo más importante, lo verdaderamente esencial, es ser amables. Ese es el genoma básico que configura la auténtica humanidad. Y alejarnos de ello, sea por la razón que sea, nos deshumaniza.

La ciencia moderna confirma su intuición

Desde el momento en el que Huxley pronuncia su gran frase hasta llegar al presente, la ciencia ha avanzado mucho. Y quizá en lo que más hemos avanzado es en comprender el cerebro humano. Queda mucho para descifrar todos sus entresijos, pero algo hemos aprendido. Entre los grandes descubrimientos del siglo XXI, uno confirma la intuición de Huxley, y es que, al parecer, estamos cableados para la amabilidad.

Si pensamos en nuestra versión más primitiva, cuesta imaginar que el cerebro humano esté diseñado para el bienestar colectivo, pero así es. En el mundo salvaje, la ley del más fuerte se impone. Es el cerebro “primitivo”, el llamado “cerebro reptiliano”, el que domina. Las necesidades, los impulsos y los miedos lo controlan todo. Este cerebro es común en todas las especies animales, es el software de fábrica para todos nosotros.

Pero los mamíferos, entre ellos nosotros, desarrollaron una segunda etapa de la evolución cerebral. El segundo cerebro, el cerebro límbico, el encargado de las emociones, la motivación, la memoria y el comportamiento social. Aquí se encuentra la parte química que nos codifica para la amabilidad. Ser amables produce en nuestro cerebro una liberación de oxitocina y dopamina, dos de las tres hormonas de la felicidad. Así que sí, literalmente, somos más felices cuando somos amables.

Queda, sin embargo, un paso más. El cerebro pensante, racional: la neocorteza o neocórtex. Solo se encuentra en los mamíferos más desarrollados. Y sí, el “tercer cerebro” del ser humano está mucho más desarrollado que el de otras especies, y es el encargado de las funciones cognitivas superiores. Es, entre otras cosas, lo que nos permite tomar conciencia de nosotros mismos, y es la clave para entender por qué el ser humano está diseñado para ser amable.

La recompensa social

Antes que Huxley, lo adivinaron filósofos como Aristóteles o Kant: el ser humano solo puede ser feliz cuando hace el bien para los demás. Y hay dos razones para ello. Una de carácter químico, relacionado con esa recompensa social de la que hablamos antes, que estimula el sistema límbico y nos regala una descarga de oxitocina y dopamina.

 

Las relaciones personales, así como la amabilidad, nos dan sentido. 

Pero el neocórtex también juega aquí un papel fundamental. Y es que ser amables nos hace humanos porque nos dota de sentido.

Con la autoconciencia llega la gran pregunta: ¿por qué existo? Y la respuesta, afirman todos los expertos en crecimiento personal del mundo, todos los filósofos de la historia e incluso muchos grandes científicos contemporáneos, está en los demás. Existimos para servir a los demás, para un propósito mayor que nos abarca a todos.

La felicidad se encuentra en servir a ese propósito, que no tiene por qué ser algo espectacular. Quizá no existes para acabar con el hambre del mundo, pero sí para prepararle un plato de comida caliente a tu pareja tras un día horrible en el trabajo. Existes para ceder el paso a quien lo necesita, para sonreír a tus vecinos, para abrazar a tus amigas. Existimos para hacer del mundo un lugar mejor, pero solo cuando lo entendemos y conectamos con ello podemos empezar a ser felices.

Tomado de Lecturas.