Por Enrique Ochoa Antich / Opinión
Metiéndome un instante en sus zapatos, *siendo como es a
todos los efectos prácticos el Presidente y el Jefe de Estado*, cometo la
audacia de discurrir acerca de cuál podría ser *la agenda política que Nicolás
Maduro debería alentar* dada la compleja coyuntura que nos toca encarar como
nación. Tal vez podrían enunciarse así sus objetivos primordiales:
• *Trascender la confrontación y recomponer las relaciones de
Venezuela con EEUU* sobre la base de la paz y el respeto a la legalidad.
• *Desactivar o minimizar la ocurrencia de una incursión
militar* (de cualquier tipo) de EEUU en nuestro territorio.
• *Descombustionar a la opinión pública estadounidense* en su
inquina hacia Venezuela.
• Arrostrar y neutralizar la campaña que pregona la _fatamorgana_ extremista con arreglo a la cual *Venezuela es un narcoestado* y su gobierno una *banda criminal*.
A tales fines, lo primero es hacer conciencia de que Trump no
es una individualidad desquiciada que hace lo que le da la gana, una
extravagancia tras otra. Trump no es para nada un loco, como suele decirse. Más
allá de su discrecionalidad como presidente, *Trump es la expresión de un vasto
bloque social: político, económico, militar, tecnológico, comunicacional* (tal
vez la porción más conservadora de EEUU) que halló en él a un vocero
excepcional. A cuenta de su talante aparentemente díscolo, está en capacidad de
ejecutar con desparpajo eso que se llama la "estrategia del loco"
(fría y racional): o, en otras palabras, _una ambigüedad estratégica_ o _la
estrategia de las expectativas ambiguas_. Es decir, no se sabe qué puede pasar.
Pero, obviamente, este *bloque social* actúa con pragmatismo en sus relaciones
internacionales (otro asunto es la complejidad de las rupturas institucionales
que provoca al interior de la poderosa república del norte): *el imperio tiene
intereses, no principios*. ¿O no visitó a Kim Jong Un y cruzó de su mano el
paralelo 38 dos años después de haber amenzado con borrar a Corea del Norte del
mapa con "rayos y centellas"? ¿O no acaba de recibir en EEUU a Ahmed
al Sharaa de Siria, sobre quien pendía una recompensa de 10 millones de dólares
a cuenta de sus vínculos con *al-Qaeda*? ¿No se acaba de sentar con Lula luego
de su reciente intromisión en los asuntos internos de Brasil a propósito del
juicio a su pana Bolsonaro? ¿No ofendió en la Oficina Oval y luego trata con
respeto (tierras raras mediante) al ucraniano Zelensky?
Léanse con lucidez entre líneas sus palabras a propósito de
Venezuela en las Naciones Unidas y se observarán las rendijas abiertas para una
eventual negociación. No mencionó al "Cartel de los Soles", por
ejemplo. Amenazó con eliminar a quienes transportan la droga por el Caribe, no
con derrocar al gobierno. No habló del *28J* ni de la democracia venezolana. Se
trató de dos frases de compromiso entre halcones y palomas. Acaso la principal
tarea de todas, para Maduro y el gobierno pero para la sociedad democrática y
Venezuela toda, sea la de no dejarnos confundir, como es su propósito
explícito, por esta _ambigüedad estratégica_.
Este cronista sugiere que, a fines de procurar los objetivos
más arriba enunciados, esa agenda incluya, entre otros puntos, los siguientes
cinco:
1. La conformación de una *Comisión Asesora del Consejo de
Estado* pequeña y funcional. 9, 11 integrantes. Paritaria gobierno/oposición.
Sin partidos. Conformada por individualidades representativas con audiencia a
ambos lados del campo: menciono dos nombres, *Pedro Calzadilla y Víctor Rago*.
Misión: producir un menú de recomendaciones al Jefe de Estado y al gobierno
acerca de la mejor manera de fomentar la unidad nacional y defender la
soberanía. El *Consejo por la Soberanía y la Paz* recién creado está muy bien,
es una iniciativa loable que en lo personal encomio, pero su integración por
¡456 personas! lo condena a ser algo inoperante.
2. Emprender una genuina y sincera *apertura política*. Con
los pies en la tierra no voy a pedir que se suprima el *partido-Estado* que es
el centro del proyecto del *PSUV*. Ni siquiera esperaría que se produzca una
*_evolución_ dentro del sistema*. Pero sí tal vez *iniciarla*.
Tendría que comenzarse por una urgencia: la *despartidización
de la defensa de la patria*: defender la patria no es la defensa de una persona
(ni siquiera del presidente), ni de un proyecto político (la revolución, por
ejemplo), ni mucho menos de un partido. La patria es de todos. Difícil aspirar
que se cumpla escrupulosamente la Constitución y se _deschavicen_ los Poderes
Judicial, Ciudadano y Electoral, la administración pública, la Fuerza Armada y
las policías, que con arreglo al texto de marras _no deberían estar al servicio
de parcialidad política alguna_ como lo están hoy (el chavismo es, hasta nuevo
aviso, sólo una parcialidad política entre muchas otras: el chavismo no es,
como algunos parecen creer y pregonan, _la_ patria, _el_ pueblo, _la_ nación,
de modo que "chavizar" estas instituciones es claramente
inconstitucional). Pero sí podría avanzarse en la *despartidización de otras
instituciones como las empresas del Estado, los institutos autónomos y al menos
parte del servicio exterior, con la participación de profesionales, técnicos y
ciudadanos en general capacitados sin mediar la adhesión al partido de
gobierno*.
3. Propuesta formal de un *acuerdo EEUU-Colombia-Venezuela
para el combate al tráfico ilegal de drogas en el Caribe, sin ejecuciones
sumarias*. Algo dijo Petro hace semanas (sólo que, abusando de su próxima
condición de expresidente, tal vez se ha excedido en su diatriba con Trump sin
ponderar las consecuencias futuras para los países de la región). Acuerdo que
habría de incluir a la *DEA* sin necesidad de que esta agencia se involucre en
los asuntos internos de Venezuela.
4. *La revisión exhaustiva de los expedientes de los más de
800 presos políticos.* Acaso a los venezolanos comunes, sumergidos en su guerra
cotidiana por sobrevivir, no les importe en gran medida la suerte de estos
compatriotas. Pero se trata de un tema cuya resolución puede tener enormes
consecuencias puertas afuera. Uno por uno y a cada cual una medida acorde con
la gravedad del delito o la falta imputados.
Así mismo, explorar la posibilidad a mediano plazo de una
*amnistía general* que (como fue el caso de la española de 1977) incluya *todos
los actos de intencionalidad política, cualquiera que fuese su resultado,
tipificados como delitos y faltas, siempre que no hayan supuesto violencia
grave contra la vida o la integridad de las personas, cometidos por ciudadanos
particulares y organizaciones políticas a las que hayan pertenecido y por
autoridades, funcionarios y agentes del orden público*.
5. Conformación de un *pacto antinflacionario tripartito de
trabajadores (incluyendo gremios profesionales), empresarios y Estado* y de un
vasto *movimiento social por el levantamiento de las medidas coercitivas
unilaterales e ilegales* (sanciones) de EEUU contra Venezuela.
Por supuesto, la lista de medidas puede alargarse mucho más.
Pero dejémosla hasta aquí. Tengo la certeza de que estas cinco que postulo
abrirían ante nuestros ojos un horizonte diferente al de los negros nubarrones
de una confrontación violenta que a nadie beneficia. Un *pacto mínimo* que nos
sacaría como nación (y también al gobierno) de este pantano de inmovilismo y
autodestrucción en que andamos sumidos.
Se puede. Es hora de defender la esperanza.