El paso del presidente sirio por la Asamblea General
representa el epílogo de una de las mayores transformaciones políticas de Medio
Oriente
TÚNEZ. – La célebre frase atribuida a Winston Churchill
que afirma que las grandes potencias no tienen “amigos o enemigos, solo
intereses” se puso de nuevo de manifiesto en Nueva York la semana que pasó.
El presidente sirio, Ahmed al-Sharaa, antiguo líder de
la filial
de Al-Qaeda en Siria, no solo participó
en el debate anual de líderes de la Asamblea General de la ONU sino
que fue agasajado por parte de la intelligentsia de
Estados Unidos. Su viaje representa el epílogo de la transformación de un
personaje camaleónico que pasó en poco tiempo de ser uno de los
“terroristas” más buscados de Medio Oriente a derrocar a uno de sus más
resilientes autócratas, Bashar al-Assad, y reemplazarlo.
De todas las entrevistas que dio Al-Sharaa, antiguamente conocido con el nombre de guerra Al-Golani, la que suscitó mayor atención fue la que lo sentó frente al general retirado David Petraeus, exdirector de la CIA y máxima autoridad militar en Irak durante la invasión estadounidense. De hecho, como ambos recordaron, hubo un tiempo en el que luchaban en bandos opuestos en las trincheras iraquíes. Atrás quedaron viejas rencillas, como demostró el tono cordial de su conversación en uno de los actos paralelos a la Asamblea de la ONU.
“Su trayectoria de líder insurgente a jefe de Estado es una
de las transformaciones políticas más radicales de la historia reciente de
Medio Oriente”, dijo en su presentación Petraeus, que llegó a asegurar
que Al-Sharaa tiene “muchos fans, yo entre ellos”. Por su parte, el
presidente sirio lanzó una breve reflexión sobre las ironías de su destino: “No
podemos juzgar el pasado bajo las leyes del presente y no podemos juzgar el
presente bajo las leyes del pasado”.
Más allá de las buenas palabras entre dos antiguos enemigos,
la conversación tuvo poco jugo. En parte, porque Al-Sharaa es un político
disciplinado e inteligente que no se movió del guion que querían oír sus
anfitriones. Solo con esas virtudes, además de una gran intuición
política, alguien puede haber sobrevivido un avispero como el sirio. De hecho,
es algo que no pueden decir ni sus antiguos jefes ni su más odiado enemigo. Sus
antiguos jefes, Abu Bakr al-Baghdadi, el difunto líder de Estado
Islámico (EI), y Ayman al-Zawahiri, de Al-Qaeda, fueron abatidos en
sendos bombardeos, mientras el exdictador Al-Assad languidece en su exilio
ruso.
Traiciones y una obsesión
“Más que un fanático, Al-Sharaa es un personaje muy
pragmático que está obsesionado con el poder. Y eso explica las
transformaciones que ha experimentado”, comenta Orwa Ajjoub, un analista
especializado en el islamismo radical sirio. Y es que sus virajes han sido
muchos, y siempre acertados para sus intereses. Al-Sharaa fue el elegido por
Al-Baghdadi para crear la filial siria de EI en 2012, después de ser liberado
de una cárcel iraquí donde pasó seis años.
Sin embargo, consciente del magro futuro de su
“califato” tras atraer las iras occidentales, traicionó a su jefe para jurar
lealtad a su rival en la órbita jihadista, la Al-Qaeda de Al-Zawahiri. Así,
entre 2013 y 2016, Al-Sharaa (entonces, Al-Golani) lideró la milicia que
ejercía de filial siria de Al-Qaeda en Siria, Jubha al-Nusra (o frente
Al-Nusra).
En 2016, traicionaría también Al-Zawahiri y desvinculó a
Jubha al-Nusra de Al-Qaeda para convertirla en una organización radical
estrictamente siria, sin aspiraciones globales. Nacía así Hayat
Tahrir al-Sham (HTS), el instrumento que debía llevarlo al poder en Siria,
sin la rémora que suponía la vinculación a Al-Qaeda.
Durante su educación, nada parecía predisponerlo a una
agitada trayectoria de vida como esta. “Su padre es un panarabista de
izquierda, para nada islamista. Pero como era crítico con el presidente Hafez
al-Assad, la familia se tuvo que ir a Arabia Saudita”, comenta un veterano
activista que trató con el padre de Al-Sharaa.
De hecho, el exilio saudita, donde creció el pequeño Ahmed,
fue el segundo exilio de la familia, originaria de los Altos del Golán que
ocupó Israel en 1967. Por eso su nombre de guerra fuera Al-Golani, que en árabe
significa oriundo del Golán.
Si bien no heredó la ideología progresista de su padre, sí
adquirió su pasión por la política y su hostilidad al imperialismo
estadounidense. Fue así como, después de volver a Damasco en los años noventa,
aquel universitario tímido y aplicado decidió alistarse para luchar en la
insurgencia islamista de Irak contra la invasión de Estados Unidos en 2003.
Antes, aún en Siria, había entrado en contacto con
movimientos islamistas ultraconservadores, que completaron su
adoctrinamiento en la célebre cárcel iraquí de Bucca Allí, Al-Sharaa se inventó
una nueva identidad y se hizo pasar con éxito por iraquí, una demostración más
de sus cualidades camaleónicas. Poco se imaginaban sus captores que aquel chico
era sirio y llegaría dos décadas después a dirigir este país.
Dudas
No obstante, en Siria, algunos no han comprado tan fácilmente
su metamorfosis, y aún recuerdan que antes de llevar traje y corbata y hacerse
llamar Ahmed al-Sharaa, era conocido como Al-Golani, vestía uniforme y turbante
y aplicaba con brutalidad una versión ultraconservadora de la ley islámica.
“Nos gobierna un jihadista. ¿Cómo podemos esperar de él la
libertad?”, comenta un miliciano de la minoría religiosa drusa, que sufrió
en el verano pasado los abusos de las milicias afiliadas al gobierno, de las
que Al-Sharaa se ha desmarcado.
Precisamente, construir unas nuevas instituciones que
acomoden la pluralidad del país levantino y aporten estabilidad se ha
convertido en el principal desafío de Al-Sharaa, un objetivo que no
parecía importar demasiado a Al-Golani.
Tomado de La Nación / Argentina. En la imagen, Al-Sharaa, en
una reunión en el Palacio Real Saudita junto al presidente estadounidense
Donald Trump y el príncipe heredero saudita Mohammed ben Salman, el 14 de mayo
de 2025. BANDAR AL-JALOUD - Saudi Royal Palace.