Por Ricardo Emilio Quero
Así como el papel aguanta lo
que le pongan, las películas también aceptan todo lo que a sus creadores se les
ocurra. En una cinta dedicada a Napoleón Bonaparte, escrita por David Scarpa y
dirigida por Ridley Scott, se dan desde los propios inicios situaciones que se
hallan en franca contradicción con la verdad histórica.
La película inicia sus fuegos en una fecha emblemática de la Revolución Francesa: el miércoles 16 de octubre de 1793. Ese día le llega a la reina María Antonieta su trágica cita con el destino. Esa madrugada el tribunal revolucionario le había dictado sentencia: muerte en la guillotina. La pena se llevaría a efecto a las pocas horas en lo que anteriormente se conocía como Plaza de Luis XV, y que en tiempo de la revolución comenzó a ser denominada ‹‹Plaza de la Revolución››; hoy lleva por nombre Plaza de La Concordia y es uno de los sitios más visitados del París de nuestra época (en su centro se halla desde 1836 el obelisco regalo de Mehemet Ali, virrey de Egipto). Apenas se abren las puertas de la Conciergerie, la icónica fortaleza medieval que en la época del Terror fuese bautizada como la ‹‹antesala de la muerte›› ─acompañada del ÇA IRA, la canción que hacía helar la sangre a los parisinos cuando la escuchaban─, María Antonieta, como si estuviese desfilando en su época de esplendor de Versalles, emerge a la luz ataviada con un llamativo traje negro y ondeando una deslumbrante cabellera color de oro. Ambos aspectos, evidentemente concebidos como imán para ganarse la atracción del público, están muy lejos de ser ciertos. Otro detalle no acorde con la verdad es la escena donde es sometida a una especie de humillante bombardeo con objetos de diversa naturaleza.
Después de la ejecución de su
esposo, el rey Luis XVI, María Antonieta comenzaría a llevar el negro riguroso
del luto. Cuando, en la noche del 1 o la madrugada del 2 de agosto del 93, sea
trasladada a la Conciergerie obviamente continuaría vistiendo de oscuro. Sin
embargo, a pesar de que para su cita con la guillotina ella decidiera, como era
lógico, hacerlo vestida de negro las autoridades la obligarían a llevar un
traje claro ante el temor de que aquel color pudiese excitar a las masas a su
favor. Incluso hay indicios que permiten intuir que cuando le correspondiera
comparecer ante el jurado tal vez le habrían prohibido vestir de negro ─como sabemos,
las audiencias eran presenciadas por numeroso público.
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Igualmente
con referencia a la abundante cabellera rubia con la que los creadores de la
película la reviven en su hora final hay evidencias históricas que permiten
rebatir tal cuestión.
Las imágenes de la archiduquesa desde su época infantil en Viena no la
representan con el pelo rubio. Incluso existe el testimonio de una persona,
madame du Barry (la última favorita de Luis XV) que la conociera desde su
llegada a la corte francesa en 1770 como esposa del futuro Luis XVI y cuando
aún no había cumplido los 15 años. La du Barry, a la cual María Antonieta nunca
le demostrara mucho afecto, la llamaría ‹‹pequeña zanahoria›› haciendo alusión a su cabello al parecer más
rojizo que amarillo. Y aunque podrían existir las naturales divergencias acerca
de la naturaleza exacta del color del pelo de la trágica soberana, de lo que no
puede existir ningún género de duda es de que a la hora de su muerte María
Antonieta tenía una cabellera completamente blanca.
Louise Henriette Genet (Madame Campan) sería una de las personas más
cercanas a María Antonieta. Dama de compañía suya casi desde su llegada a
tierra gala como consorte del aspirante a la corona (el ‹‹delfín››, como era
llamado), Madame Campan, dejaría una anécdota de primera mano acerca del
encanecimiento del pelo de la célebre soberana. Se refiere este a la primera
ocasión en que Henriette se reúna con la reina días después de la frustrada
huida de la familia real en junio de 1791. Como se sabe, detenida en Varennes,
cerca de la frontera con los Países Bajos austríacos, Luis XVI y su familia son
obligados a regresar al palacio de Las Tullerías, en París (desde el 6 de
octubre de 1789 la familia real había tenido que decir adiós al palacio de
Versalles). Sería en esa especie de reencuentro cuando María Antonieta se
descubra la cabeza y muestre su cabellera a su amiga y confidente. Madame Campan
quedaría sorprendida. De acuerdo con su propia voz, ‹‹La primera vez que vi a Su Majestad tras la desafortunada
catástrofe del viaje a Varennes, la encontré levantándose de la cama; sus
rasgos no habían cambiado mucho; pero tras las primeras palabras amables que me
dirigió, se quitó la cofia y me pidió que observara el efecto que el dolor
había producido en su cabello. Se había vuelto, en una sola noche, tan blanco
como el de una mujer de setenta años››. En ese momento, inicios de septiembre
de 1791, la reina no había cumplido aún 36 años…
Esta
situación de cambio aparentemente súbito, que ha dado lugar a lo que algunos
han bautizado como ‹‹síndrome de María Antonieta››, pudiera no haber ocurrido en realidad de la noche a la
mañana. Como es bien sabido esta princesa estuvo sometida a una intensa presión
emocional desde bastante antes del inicio de la Revolución. Quizás con razón se
le ha calificado como ‹‹la mujer más odiada de la
historia de Francia››. Cientos de panfletos y
libelos pornográficos anónimos dirigidos contra ella, amén de los solapados
ataques salidos del propio entorno cortesano ─se afirma incluso que Felipe de Orleans (Felipe Igualdad), el
propio primo del rey era su más temible enemigo─ tuvieron que ir, poco a poco, surtiendo efectos estresantes
que pudieron haber activado un proceso de temprano y progresivo encanecimiento.
Un
hecho novelesco, ocurrido a mediados de la década de 1780 ─bautizado como ‹‹el asunto del collar››─ añadiría más leña al fuego. Aunque
completamente ajena a tal evento, la ya deteriorada reputación de la
archiduquesa sería presa fácil de un bien orquestado plan ideado por una
aventurera conocida como la condesa de La Motte.
Precisamente sería en 1786 cuando el conde Esterhazy observara la
presencia de algunas canas en el cabello de la reina. La llegada de la revolución
aceleraría este proceso degenerativo. Los hechos del 14 de julio de 1789 en París
y el asalto parisino a Versalles en octubre del 89 ─comienzo del fin de mil años de monarquía gala─ habrían comenzado a dejar huellas en la otrora hermosa y
alabada cabellera. La malograda intentona de fuga en junio de 1791 daría una
especie de remate, produciendo el efecto del cual madame Campan dejaría para la posteridad su ya citado relato.
Con respecto
a la exuberante y ondulante cabellera amarilla que habría exhibido, según las
imágenes de la película, en su último y fatídico viaje por las calles de París,
contamos con el inestimable testimonio de un
testigo de excepción que se hallaba allí presente ese 16 de octubre de 1793. Se
trata del famosísimo pintor Jacques-Louis David. Este, que se ubicaría en un
lugar estratégico a poca distancia de donde pasaría la carreta, con su maestría
característica trazaría la triste silueta de quien, en tiempos más felices,
fuera apoteósicamente aclamada y ovacionada por la muchedumbre durante su
primera visita oficial a París. En ese retrato, aparte del cabello cortado y
cubierto con una sencilla cofia, se aprecia el traje nítidamente claro. Además,
se comprueba que lleva las manos atadas a la espalda, que era lo común con
todos los sentenciados que hacían el fatídico último viaje a la plaza de la
Revolución…
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Instantes
después de la decapitación de María Antonieta, confundido con aquella
expectante, sorprendida y bulliciosa multitud, observamos a Napoleón, y que en
ese entonces era capitán y no se firmaba ‹‹Bonaparte››
sino ‹‹Buonaparte››, de acuerdo con la grafía italiana. Se hace así una conexión directa,
desde los propios inicios de la cinta, con el gran protagonista de la misma ─y que históricamente sería el máximo beneficiario de la
célebre revolución─. Pero he aquí cuando ha
ocurrido otro falseamiento de la verdad. La razón para tal señalamiento es muy
sencilla: el 16 de octubre de 1793 Napoleón se halla en Tolón, a considerable
distancia de París, como comandante de un batallón de artillería. Exactamente
un mes antes lo encontramos escoltando un convoy de carretas que transporta
pólvora entre Marsella y Niza. Y un día antes de la ejecución de María
Antonieta Napoleón comenzaría a organizar el ataque al fuerte Mulgrave, todo
esto encuadrado en el sitio de Tolón, que significaría un hito en el inicio de
su fulgurante y brillante carrera militar. Imposible entonces que Napoleón, como se
pretende hacer creer a la audiencia, pudiese haber sido testigo de aquel
acontecimiento…
*Historiador y profesor.