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11 abril, 2025

Sobre los Arnolfini II [del cuadro y del pintor]

Por Orlando Arciniegas*

Si nos atenemos a los especialistas, «El matrimonio Arnolfini» es el nombre más popular de este cuadro; sin dejar por fuera otros: el «Retrato de Arnolfini» o incluso su nombre completo: «Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa», pintado en Brujas [Bélgica] y fechado en 1434. La obra, un óleo sobre roble, de apenas 82,2 X 60 cm, ha sido una de las más influyentes del pintor flamenco Jan Van Eyck [Maaseik, c. 1390–Brujas, 1441], parte del grupo de los _Primitivos flamencos_, que van desde este Van Eyck ―hay otros― hasta Pieter Bruegel el Viejo [a mitad del siglo XVI], precursores de la escuela flamenca de pintura que, con espíritu propio, surgió dentro del Renacimiento Europeo, y cuya influencia más inmediata puede ser advertida en la naturalista y colorista _Escuela de Amberes_ del siglo XVII. El _Retrato de Arnolfini_, desde su pintura, resultó ser una obra hipnótica, y ha sido objeto de interpretaciones tanto más originales cuanto más contradictorias, hasta llegar a ser lo que es: una obra de culto, objeto de interpretaciones tanto más originales cuanto más contradictorias.       

El tiempo de la obra en Brujas se desconoce, se sabe, sí, que fue llevada a España en la época del emperador Carlos V, y listada en la Colección Real Española, creación suya, que distintos monarcas enriquecieron, Austrias y Borbones, entre los siglos XVI y XIX. Cierto es que el _Retrato de Arnolfini_ estuvo en España hasta comienzos del siglo XIX. Su desaparición, así como la de otras piezas de la Colección, pudo haber ocurrido en la batalla de Vitoria, en junio de 1813 ―durante la Guerra de Independencia de España [1808-1814]―, cuando guerrearon, de un lado, las tropas francesas que escoltaban en su huida a José Bonaparte, el rey intruso, y del otro, fuerzas británicas, portuguesas y españolas al mando del general Arthur Wellesley [1769-1852], después héroe de Waterloo y duque de Wellington.   

En la batalla fue capturado y saqueado por soldados británicos el botín que el rey Bonaparte se llevaba a Francia, compuesto de oro y plata y obras de arte. Los cuadros eran de variados autores: Rafel, Velázquez, Tiziano, Murillo, Rubens, Van Eyck, etc. Wellesley, que algo logró rescatar, planteó al rey Fernando VII la devolución de las pinturas y otros objetos, pero este, generoso con lo ajeno, decidió obsequiárselos ―lo que, no sin ironía, se conoce como _The Spanish Gift_―. Actualmente se exhiben en el _Wellington Museum_, en su mansión Apsley House de Londres, pero, por supuesto, sin la pequeña pero invaluable obra del neerlandés Jan Van Eyck. 

La obra en cuestión apareció en Londres, en 1816, como por arte de birlibirloque, y, según se dijera, en manos de un militar escocés ―el teniente general James Hay― que había batallado en Vitoria y, más heroico: en Waterloo. Pero no fue sino hasta 1842 que la _National Gallery_ la compró por 600 libras al susodicho militar, gracias, al parecer, al célebre Sir Charles Lock Eastlake [1793-1865], más tarde su conservador entre 1843 y 1847. Hay relató que el cuadro colgaba en la habitación en Bruselas donde por tiempo convaleció, y que recuperado, lo compró a su dueño. Inverosímil. Se sabe, asimismo, que el _Retrato de Arnolfini_ formó parte antes de la rica colección del español D. Manuel Godoy, Príncipe de la Paz, de triste recordación. De ser así, el inefable Godoy le había echado mano a la obra. Actualmente, hace parte de la exquisita colección de la _National Gallery_, adonde sus cultores más fieles y pudientes se dirigen con cierta frecuencia tanto por el deleite cuanto por veneración.

*Historiador. Profesor Titular (J) de la U.C.