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05 octubre, 2024

Fascismo, madurismo, soberanía popular, fraude, izquierdas, unión y el qué hacer en Venezuela

Por Nicmer Evans / Opinion 

Ya para reconocidos intelectuales venezolanos en el área de las ciencias políticas, lo que sucede en Venezuela es una Dictadura.

Esto, aunque sorprenda, es un avance, ya que en los pasillos académicos había desde temor hasta resistencia sobre la magnitud del autoritarismo en Venezuela para clasificar al gobierno de Nicolás Maduro como una autocracia, y aún menos como una dictadura.

Entre esos intelectuales venezolanos, escuché varias veces al politólogo John Magdaleno asumir la categorización de Juan Linz (1964), que distingue entre regímenes autoritarios y totalitarios.

Linz asume que el régimen autoritario se caracteriza por el control del poder por parte de un líder o partido único, pero no busca controlar todos los aspectos de la vida social y política, por lo que permite cierto margen de libertad individual y social, aunque limitado.

Para Linz, el régimen totalitario se basa en una ideología omnipresente que busca controlar todos los aspectos de la vida social, política, económica y cultural. No admite oposición y emplea mecanismos de control social y represión para asegurar su dominio, esto evidentemente muy en la línea de Hannah Arendt.

Para Magdaleno, durante los últimos años el régimen que se desarrollaba en Venezuela era autoritario, con una gradación muy parecida a la utilizada por Freedom House que utiliza una escala de libertad política para clasificar los países en libres, parcialmente libres y no libres.

Sin embargo, en los últimos tiempos hemos escuchado al connotado politólogo venezolano hablar de “autocracia” y más recientemente de “totalitarismo” en Venezuela

Esto, sin duda alguna, anticipa el inicio de un consenso en relación a los términos de definición del régimen que domina el poder en el país. 

En mi caso, desde el año 2016 califico al régimen de Maduro como una “autocracia” y de manera más específica como una “Dictadura”, fundamentalmente por la ausencia de la autonomía e independencia entre los Poderes Públicos.

Ya en el 2016, después de la victoria electoral aplastante de la oposición venezolana sobre la elección de la Asamblea Nacional, el gobierno de Maduro anula sus facultades y la sustituye por una Asamblea Nacional Constituyente espuria, asumiendo así el control absoluto de los 5 Poderes que existen en Venezuela: El Ejecutivo, el Legislativo, el Judicial, el Ciudadano y el Electoral, sin legitimidad alguna.

Sin embargo, la arremetida de los últimos 7 años, sobre la negación al otro (a la oposición), el terrorismo de Estado, expresado hoy en más de 2500 presos políticos según organizaciones de Derechos Humanos de Venezuela como Provea, y otros miles de perseguidos, desterrados y acosados.

Además del desconocimiento del clamor popular de cambio expresado el 28 de julio de 2024 en la elección presidencial, sumado al control social que va más allá de pretender incidir electoralmente en los ciudadanos, hace pensar claramente que estamos entrando en una nueva fase de construcción de un totalitarismo a la venezolana, que se aproxima mucho a las características del totalitarismo descrito por Arendt con base en el fascismo.

¿Es el madurismo un régimen fascista?

El fascismo antecede al nazismo, y el nazismo forma parte del fascismo incorporando el tema “racial”, sin embargo, en la actualidad son conceptos homólogos, siendo más común el uso del término fascismo.

A su vez, el madurismo es una extensión en el poder del chavismo, con expresiones profundamente autocráticas, hegemónicas e ilegítimas, que aunque podían observarse en el chavismo de Chávez, su legitimidad electoral opacaba y disminuye los rasgos y sus percepciones.

Desde el punto de vista académico, Arendt no usa el término “autocracia” directamente, pero sus ideas sobre el totalitarismo expresadas en “Los orígenes del totalitarismo” (1951), se basaban en las experiencias del fascinazismo y el stalinismo, y nos permiten inferir su posición:

  1. La autocracia implica un control centralizado del poder y la ausencia de instituciones que lo limiten.
  2. El totalitarismo es un tipo específico de autocracia que busca control absoluto sobre todos los aspectos de la vida.

Es relevante recordar que Arendt centró su análisis en el totalitarismo y sus consecuencias. Aunque su teoría no se desarrolla sobre la autocracia en general, sus ideas ofrecen una crítica contundente a cualquier forma de control absoluto y concentración del poder.

El gobierno de Nicolás Maduro cumple parcial o totalmente la mayoría de las características que plantea Hannah Arendt, que define al fascismo como un fenómeno político totalitario identificado por:

  1. Discriminación: El odio a los judíos era un elemento central del fascismo, que los utilizaba como “chivo expiatorio” para justificar la violencia y la opresión. En el caso del gobierno de Maduro, hay claras expresiones, incluso desde Chávez al antisemitismo, justificado por el apoyo al pueblo de Palestina, pero además, los nuevos judíos del madurismo son todos aquellos que se le oponen, marcando sus casas con una X o judicializando su derecho a la protesta.
  2. Expansionismo: El fascismo buscaba la expansión territorial y la dominación de otros. Maduro, aunque mermado, intenta seguir la ruta trazada por Chávez sobre la extensión de su proyecto político a otros pueblos, incluso financiando acciones en contra de otros gobiernos.
  3. Nacionalismo extremo: El fascismo exaltaba la nación por encima de todo, promoviendo un sentimiento de superioridad y exclusividad. En el caso del madurismo, lo hacen basados en una supuesta superioridad “ética” y “antiimperialista”, soportando toda su narrativa sobre enemigos externos que atentan contra la gesta libertadora y bolivariana de la nación venezolana.
  4. Culto al líder: El fascismo se centraba en la figura de un líder carismático y autoritario, al que se le concede un poder absoluto. Sin duda, en el caso del madurismo, a Maduro, llegando incluso al ridículo de crear una tira cómica financiada por el mismo gobierno llamada “Super Bigote”, y la distribución masiva de muñecos tipo Barbie y Kent, de Super Bigote y Super Cilita (su esposa).
  5. Propaganda: El fascismo utilizaba la propaganda de forma masiva para manipular a la población y controlar la opinión pública. En el caso del gobierno de Maduro, a través de los medios del Estado y del control férreo del resto de los medios, sumado a la persecución, acoso y exterminio de medios de comunicación disidentes. Según la ONG Espacio público, han sido unos 408 medios de comunicación han cerrado en Venezuela en los últimos 20 años, de los cuales 285 han sido emisoras de radio.
  6. Violencia: El fascismo recurría a la violencia como instrumento político para eliminar a sus enemigos y mantener el control. Lo que hoy denomina Maduro: “Furia bolivariana” y que ha tenido como precedente a los “colectivos” y la represión cívico-militar a través de aparatos de inteligencia como el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) y la Dirección General de Contra Inteligencia Militar (Dgcim).
  7. Control total: El fascismo aspiraba a controlar todos los aspectos de la vida pública y privada, eliminando cualquier forma de disidencia o libertad individual. En el madurismo se expresa en la existencia y cantidad de presos políticos y exiliados, y en la constitución de organizaciones y estímulo a sus militantes de denunciar, señalar e incluso perseguir cualquier expresión de disidencia.
  8. Destrucción de la esfera pública: Arendt argumentaba que el fascismo destruía la esfera pública, donde los ciudadanos se reúnen para deliberar y actuar libremente. Lo más reciente, los ataques a las asambleas y actos de la líder opositora María Corina Machado, infiltración y disolución de manifestaciones ciudadanas, pero también la expropiación y proscripción de los partidos políticos opositores es otro claro ejemplo.
  9. Banalidad del mal: Arendt acuñó este término para describir la actitud de los burócratas nazis que participaron en el Holocausto, argumentando que no eran monstruos, sino personas normales que cumplían órdenes sin pensar en las consecuencias. En el caso de Maduro se aplica en la banalización de los delitos de lesa humanidad, y el terrorismo de Estado que aplica cotidianamente con cinismo, incluso mostrando los resultados como triunfos de gestión. En conclusión, el madurismo, si no es, se parece mucho al fascismo.

La violación de la soberanía popular en la elección presidencial del 28 de julio de 2024

Estas características y prácticas fascistas enumeradas anteriormente, del madurismo, llegan al clímax en el momento que, en Venezuela, el Poder Electoral da un resultado, proclamando a Nicolás Maduro como presidente electo, con el 51.2 % de los votos contra el 44.2% obtenido por el candidato opositor, Edmundo González Urrutia.

Sin publicar al momento de redactar el presente artículo, ningún resultado mesa por mesa y por cada centro electoral que permita hacer una auditoría de los resultados, en contraste con la publicación, por parte de la hoy mayoría democrática de más del 80% de las actas que dan la victoria al obligado asilado en España, Edmundo González Urrutia, y que se pueden consultar una a una en internet.

El artículo 5 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela afirma que:

“La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma prevista en esta Constitución y en la ley, e indirectamente, mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder Público. Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos.”

La descarada alteración de los resultados, que plantea una diferencia de hasta un posible 40% entre Maduro y Edmundo, deja una huella indeleble en prácticas políticas que desde el madurismo toman como suya “la discriminación”, “la propaganda”, “la violencia”, “el totalitarismo” y “la destrucción de la esfera pública” y “la banalidad del mal”, descritos anteriormente como parte de las características del fascismo según Arendt, expropiando la soberanía popular y eliminando el sometimiento de los órganos del Estado a la misma.  

¿El qué hacer solo de las izquierdas?

En el marco de todo lo anterior, el ¿Qué hacer? Es el principal reto, no solo de las izquierdas en Venezuela, sino de todo aquel que defiende los valores democráticos, más allá de las ideologías.

Hoy la presión antidemocrática y la ausencia de alternativas electorales para acceder y alternar el poder, además de la violación sistemática de Derechos Humanos que ha trascendido a la Corte Penal Internacional (CPI) por la magnitud de los delitos de lesa humanidad desde 2017, hace que cualquier aspiración política partidista o individual se perciba como un gesto egoísta en Venezuela, ante la urgencia de lo que se ha denominado la “Unidad Superior de la Nación”.

La identificación del chavismo, y ahora del madurismo, como un gobierno de izquierda, dista mucho de la realidad que viven los venezolanos cuya aspiración máxima común es la vida democrática.

La realineación del chavismo en el poder hoy, mejor conocido como “madurismo”, perfila claramente a un gobierno con concepciones económicas neoliberales desde un intento por construir algún tipo de capitalismo de Estado.

Logrando en la práctica, la expropiación del salario de los trabajadores públicos cuyo salario mínimo mensual es de USD 3,5, como consecuencia de la reducción del gasto público más brutal que gobierno alguno ha podido hacer en el mundo entero, un sueño del Consenso de Washington hecho realidad décadas después, por un gobierno autoproclamado socialista.

Ante esto, la mermada fuerza de los trabajadores, los afectados sectores productivos, y todos aquellos que no son parte de la élite gobernante (llamados “enchufados” en Venezuela), han empezado a entender la necesidad de unificar fuerzas en torno a la búsqueda de la salida del régimen político impuesto.

Esto también se traduce en el ámbito político, aunque con una velocidad más lenta. 

Desde los partidos políticos más tradicionales hasta las fuerzas políticas desprendidas del chavismo, a pesar de la resistencia ideológica, empiezan a confluir en la necesidad de entender que la acción política en Venezuela ya no se centra en la competitiva electoral, sino en la supervivencia de la unión nacional para el rescate de la República.

En este sentido, a pesar de la ausencia de concreción en un espacio organizativo que materialice tal demanda, Venezuela hoy avanza a un gran frente de la mayoría democrática, que debe plantearse métodos de lucha no violenta alternativos para lograr el restablecimiento del Estado de Derecho y Justicia establecido en la Constitución. 

En conclusión, tejer las urdimbres del poder, tal como lo plantea Michel Foucault en La Microfísica del Poder (1977).

Tomado de Punto de Corte / Caracas.