Por Nicmer Evans / Opinion
Ya para reconocidos intelectuales venezolanos en el área de
las ciencias políticas, lo que sucede en Venezuela es una Dictadura.
Esto, aunque sorprenda, es un avance, ya que en los pasillos
académicos había desde temor hasta resistencia sobre la magnitud del
autoritarismo en Venezuela para clasificar al gobierno de Nicolás Maduro como
una autocracia, y aún menos como una dictadura.
Entre esos intelectuales venezolanos, escuché varias veces al
politólogo John Magdaleno asumir la categorización de Juan Linz (1964), que
distingue entre regímenes autoritarios y totalitarios.
Linz asume que el régimen autoritario se caracteriza por el
control del poder por parte de un líder o partido único, pero no busca
controlar todos los aspectos de la vida social y política, por lo que permite
cierto margen de libertad individual y social, aunque limitado.
Para Linz, el régimen totalitario se basa en una ideología omnipresente que busca controlar todos los aspectos de la vida social, política, económica y cultural. No admite oposición y emplea mecanismos de control social y represión para asegurar su dominio, esto evidentemente muy en la línea de Hannah Arendt.
Para Magdaleno, durante los últimos años el régimen que se
desarrollaba en Venezuela era autoritario, con una gradación muy parecida a la
utilizada por Freedom House que utiliza una escala de libertad política para
clasificar los países en libres, parcialmente libres y no libres.
Sin embargo, en los últimos tiempos hemos escuchado al
connotado politólogo venezolano hablar de “autocracia” y más recientemente de
“totalitarismo” en Venezuela
Esto, sin duda alguna, anticipa el inicio de un consenso en
relación a los términos de definición del régimen que domina el poder en el
país.
En mi caso, desde el año 2016 califico al régimen de Maduro
como una “autocracia” y de manera más específica como una “Dictadura”,
fundamentalmente por la ausencia de la autonomía e independencia entre los
Poderes Públicos.
Ya en el 2016, después de la victoria electoral aplastante de
la oposición venezolana sobre la elección de la Asamblea Nacional, el gobierno
de Maduro anula sus facultades y la sustituye por una Asamblea Nacional
Constituyente espuria, asumiendo así el control absoluto de los 5 Poderes que
existen en Venezuela: El Ejecutivo, el Legislativo, el Judicial, el Ciudadano y
el Electoral, sin legitimidad alguna.
Sin embargo, la arremetida de los últimos 7 años, sobre la
negación al otro (a la oposición), el terrorismo de Estado, expresado hoy en
más de 2500 presos políticos según organizaciones de Derechos Humanos de
Venezuela como Provea, y otros miles de perseguidos, desterrados y acosados.
Además del desconocimiento del clamor popular de cambio
expresado el 28 de julio de 2024 en la elección presidencial, sumado al control
social que va más allá de pretender incidir electoralmente en los ciudadanos,
hace pensar claramente que estamos entrando en una nueva fase de construcción
de un totalitarismo a la venezolana, que se aproxima mucho a las
características del totalitarismo descrito por Arendt con base en el fascismo.
¿Es el madurismo un régimen fascista?
El fascismo antecede al nazismo, y el nazismo forma parte del
fascismo incorporando el tema “racial”, sin embargo, en la actualidad son
conceptos homólogos, siendo más común el uso del término fascismo.
A su vez, el madurismo es una extensión en el poder del
chavismo, con expresiones profundamente autocráticas, hegemónicas e ilegítimas,
que aunque podían observarse en el chavismo de Chávez, su legitimidad electoral
opacaba y disminuye los rasgos y sus percepciones.
Desde el punto de vista académico, Arendt no usa el término
“autocracia” directamente, pero sus ideas sobre el totalitarismo expresadas en
“Los orígenes del totalitarismo” (1951), se basaban en las experiencias del
fascinazismo y el stalinismo, y nos permiten inferir su posición:
- La
autocracia implica un control centralizado del poder y la ausencia de
instituciones que lo limiten.
- El
totalitarismo es un tipo específico de autocracia que busca control
absoluto sobre todos los aspectos de la vida.
Es relevante recordar que Arendt centró su análisis en el
totalitarismo y sus consecuencias. Aunque su teoría no se desarrolla sobre la
autocracia en general, sus ideas ofrecen una crítica contundente a cualquier
forma de control absoluto y concentración del poder.
El gobierno de Nicolás Maduro cumple parcial o totalmente la
mayoría de las características que plantea Hannah Arendt, que define al
fascismo como un fenómeno político totalitario identificado por:
- Discriminación: El odio a los judíos era un elemento
central del fascismo, que los utilizaba como “chivo expiatorio” para
justificar la violencia y la opresión. En el caso del gobierno de Maduro,
hay claras expresiones, incluso desde Chávez al antisemitismo, justificado
por el apoyo al pueblo de Palestina, pero además, los nuevos judíos del
madurismo son todos aquellos que se le oponen, marcando sus casas con una
X o judicializando su derecho a la protesta.
- Expansionismo: El fascismo buscaba la expansión
territorial y la dominación de otros. Maduro, aunque mermado, intenta
seguir la ruta trazada por Chávez sobre la extensión de su proyecto
político a otros pueblos, incluso financiando acciones en contra de otros
gobiernos.
- Nacionalismo extremo: El fascismo exaltaba la nación
por encima de todo, promoviendo un sentimiento de superioridad y
exclusividad. En el caso del madurismo, lo hacen basados en una supuesta
superioridad “ética” y “antiimperialista”, soportando toda su narrativa
sobre enemigos externos que atentan contra la gesta libertadora y
bolivariana de la nación venezolana.
- Culto al líder: El fascismo se centraba en la figura de un
líder carismático y autoritario, al que se le concede un poder absoluto.
Sin duda, en el caso del madurismo, a Maduro, llegando incluso al ridículo
de crear una tira cómica financiada por el mismo gobierno llamada “Super
Bigote”, y la distribución masiva de muñecos tipo Barbie y Kent, de Super
Bigote y Super Cilita (su esposa).
- Propaganda: El fascismo utilizaba la propaganda de forma
masiva para manipular a la población y controlar la opinión pública. En el
caso del gobierno de Maduro, a través de los medios del Estado y del
control férreo del resto de los medios, sumado a la persecución, acoso y
exterminio de medios de comunicación disidentes. Según la ONG Espacio
público, han sido unos 408 medios de comunicación han cerrado en Venezuela
en los últimos 20 años, de los cuales 285 han sido emisoras de radio.
- Violencia: El fascismo recurría a la violencia como
instrumento político para eliminar a sus enemigos y mantener el control.
Lo que hoy denomina Maduro: “Furia bolivariana” y que ha tenido como
precedente a los “colectivos” y la represión cívico-militar a través de
aparatos de inteligencia como el Servicio Bolivariano de Inteligencia
(Sebin) y la Dirección General de Contra Inteligencia Militar (Dgcim).
- Control total: El fascismo aspiraba a controlar
todos los aspectos de la vida pública y privada, eliminando cualquier
forma de disidencia o libertad individual. En el madurismo se expresa en
la existencia y cantidad de presos políticos y exiliados, y en la
constitución de organizaciones y estímulo a sus militantes de denunciar,
señalar e incluso perseguir cualquier expresión de disidencia.
- Destrucción de la esfera pública: Arendt argumentaba que el
fascismo destruía la esfera pública, donde los ciudadanos se reúnen para
deliberar y actuar libremente. Lo más reciente, los ataques a las
asambleas y actos de la líder opositora María Corina Machado, infiltración
y disolución de manifestaciones ciudadanas, pero también la expropiación y
proscripción de los partidos políticos opositores es otro claro ejemplo.
- Banalidad del mal: Arendt acuñó este término
para describir la actitud de los burócratas nazis que participaron en el
Holocausto, argumentando que no eran monstruos, sino personas normales que
cumplían órdenes sin pensar en las consecuencias. En el caso de Maduro se
aplica en la banalización de los delitos de lesa humanidad, y el
terrorismo de Estado que aplica cotidianamente con cinismo, incluso
mostrando los resultados como triunfos de gestión. En conclusión, el
madurismo, si no es, se parece mucho al fascismo.
La violación de la soberanía
popular en la elección presidencial del 28 de julio de 2024
Estas características y prácticas fascistas enumeradas
anteriormente, del madurismo, llegan al clímax en el momento que, en Venezuela,
el Poder Electoral da un resultado, proclamando a Nicolás Maduro como
presidente electo, con el 51.2 % de los votos contra el 44.2% obtenido por el
candidato opositor, Edmundo González Urrutia.
Sin publicar al momento de redactar el presente artículo,
ningún resultado mesa por mesa y por cada centro electoral que permita hacer
una auditoría de los resultados, en contraste con la publicación, por parte de
la hoy mayoría democrática de más del 80% de las actas que dan la victoria al
obligado asilado en España, Edmundo González Urrutia, y que se pueden consultar
una a una en internet.
El artículo 5 de la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela afirma que:
“La soberanía reside
intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma
prevista en esta Constitución y en la ley, e indirectamente, mediante el
sufragio, por los órganos que ejercen el Poder Público. Los órganos del
Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos.”
La descarada alteración de los resultados, que plantea una
diferencia de hasta un posible 40% entre Maduro y Edmundo, deja una huella
indeleble en prácticas políticas que desde el madurismo toman como suya “la
discriminación”, “la propaganda”, “la violencia”, “el totalitarismo” y “la
destrucción de la esfera pública” y “la banalidad del mal”, descritos
anteriormente como parte de las características del fascismo según Arendt,
expropiando la soberanía popular y eliminando el sometimiento de los órganos
del Estado a la misma.
¿El qué hacer solo de las izquierdas?
En el marco de todo lo anterior, el ¿Qué hacer? Es el
principal reto, no solo de las izquierdas en Venezuela, sino de todo aquel que
defiende los valores democráticos, más allá de las ideologías.
Hoy la presión antidemocrática y la ausencia de alternativas
electorales para acceder y alternar el poder, además de la violación
sistemática de Derechos Humanos que ha trascendido a la Corte Penal
Internacional (CPI) por la magnitud de los delitos de lesa humanidad desde
2017, hace que cualquier aspiración política partidista o individual se perciba
como un gesto egoísta en Venezuela, ante la urgencia de lo que se ha denominado
la “Unidad Superior de la Nación”.
La identificación del chavismo, y ahora del madurismo, como
un gobierno de izquierda, dista mucho de la realidad que viven los venezolanos
cuya aspiración máxima común es la vida democrática.
La realineación del chavismo en el poder hoy, mejor conocido
como “madurismo”, perfila claramente a un gobierno con concepciones económicas
neoliberales desde un intento por construir algún tipo de capitalismo de
Estado.
Logrando en la práctica, la expropiación del salario de los
trabajadores públicos cuyo salario mínimo mensual es de USD 3,5, como
consecuencia de la reducción del gasto público más brutal que gobierno alguno
ha podido hacer en el mundo entero, un sueño del Consenso de Washington hecho
realidad décadas después, por un gobierno autoproclamado socialista.
Ante esto, la mermada fuerza de los trabajadores, los
afectados sectores productivos, y todos aquellos que no son parte de la élite
gobernante (llamados “enchufados” en Venezuela), han empezado a entender la
necesidad de unificar fuerzas en torno a la búsqueda de la salida del régimen
político impuesto.
Esto también se traduce en el ámbito político, aunque con una
velocidad más lenta.
Desde los partidos políticos más tradicionales hasta las
fuerzas políticas desprendidas del chavismo, a pesar de la resistencia
ideológica, empiezan a confluir en la necesidad de entender que la acción
política en Venezuela ya no se centra en la competitiva electoral, sino en la
supervivencia de la unión nacional para el rescate de la República.
En este sentido, a pesar de la ausencia de concreción en un
espacio organizativo que materialice tal demanda, Venezuela hoy avanza a un
gran frente de la mayoría democrática, que debe plantearse métodos de lucha no
violenta alternativos para lograr el restablecimiento del Estado de Derecho y
Justicia establecido en la Constitución.
En conclusión, tejer las urdimbres del poder, tal como lo
plantea Michel Foucault en La Microfísica del Poder (1977).
Tomado de Punto de
Corte / Caracas.