Por Enrique Ochoa Antich
El camarada Arquímedes me mira con cara de pocos
amigos. Se acomoda en su silla y me interpela:
—A ver, a ver… ¿Cómo es eso de que “si tú fueras
Maduro…”?
—Así como te suena: si yo fuese Maduro, haría
varias cosas para intentar ganarme la posteridad con honor…
Entonces, a fines de justificar mi discurso, acepto
un punto de partida que observo como más que probable: si el régimen
autoritario de partido-Estado opera de acuerdo a sus leyes infalibles, el TSJ,
en acatamiento del mandato del Estado Mayor de la Revolución, validará los
boletines del CNE y, por consecuencia, sentenciará que el vencedor de las
elecciones del 28J fue el presidente Nicolás Maduro. Y remato con una broma de
método: “Claro… todo puede pasar en Macondo… y nada más parecido a Macondo que
la Venezuela de hoy… pero, con los pies en el piso, esto luce lo más factible”.
Arquímedes echa mano del argumento más eficaz que
hoy un chavista tiene en la mano: “¿Y por qué no presentaron las actas?, Si
tienen un reclamo, eso habría sido lo natural”. Confieso que guardé discreto
silencio, pues también me hago esa misma pregunta.
—Te he leído que la oposición debe acatar ese dictamen, me comenta mi amigo camarada.
—Y dime tú qué más puede hacer… a no ser que
pertrechen su mochila, busquen su fusil y suban al monte, o urdan para quién
sabe cuándo una improbable conjura militar, o sigan clamando de hinojos a las
puertas del Departamento de Estado una invasión gringa que es casi seguro que
no va a ocurrir, Pero mi percepción es que cuando lleguen al espejismo de la
“juramentación” de EGU el 10 de enero, cuando estén en esa nueva “tierra
prometida” que la faramalla demagógica les dibuja allá en el horizonte, verán
que el espejismo es sólo eso, espejismo, y que no hay villas ni castillos allí
sino más desierto.
En efecto, mi opinión es que, aunque se la repudie,
la oposición debe acatar la sentencia de marras y, aceptando sus reglas de
juego, hacerse parte del sistema para reformarlo desde adentro. Es lo que llamo
la estrategia de la persuasión y no la del desafío que se ha intentado con
evidente desatino y vana resulta. Pero eso es harina de otro costal. La piedra
angular de mi razonamiento es que Maduro será confirmado en su cargo, que
conseguirá mantenerse en él como lo ha hecho ya por diez años, y que cualquier
visión de futuro, cualquier plan político para la oposición democrática que
quiere un cambio pactado y en paz, pasa por esta ruda constatación.
—El presidente está más fuerte que nunca, me
desafía Arquímedes.
—No sé si tanto así, pero muy débil no está, le
reconozco.
En fin, pongamos por hipótesis de esta reflexión
que Maduro es confirmado en el cargo y que, como en 2019, timoneando el buque
fantasma de su gobierno por sobre tempestades y borrascas, consigue mantenerse
en él, contra los agoreros pronósticos de sus opositores más tenaces. El punto
que quiero argumentarle a mi amigo (según suelo hacer con altos personeros del
gobierno), haciendo las veces de predicador de alguna fe adorable que el
destino blasfema (como escribió el poeta), es lo que un presidente a la cabeza
de un régimen autoritario de partido-Estado puede hacer para reparar su
maltrecha legitimidad de origen, vapuleada con o sin razón por una formidable
campaña de comunicación en las redes y en la gran mediática internacional… y,
además, por las inefables torpezas, yerros y desafueros del camarada Amoroso.
Perplejo y pasmado, Arquímedes me escucha mencionar un apellido:
—López.
Ministro de Guerra y Marina del tenebroso dictador
Juan Vicente Gómez, se le recuerda no tanto por haberlo sido sino por dar en
1936 los primeros pasos de una tímida apertura democrática que era ya una
postergada deuda nacional. No por casualidad se dice que el siglo XX se inició
ese año de su ascensión al poder y no en nuestro revuelto 1900. Si tuviésemos
que escoger una imagen que emblematice aquella apertura democrática, evocaría
al general López Contreras arrojando al mar los grillos de La Rotunda, aquella
infame ergástula de la dictadura, con Andrés Eloy Blanco a un lado, luego de
haber libertado a todos los presos políticos. Fue así como se ganó la
posteridad con honor.
Pienso en otros nombres que hicieron lo propio,
sólo que los callo, no vaya a ser que mi amigo se incomode con la comparación,
que a no dudar fueron mucho más dictatotialistas, totalitarios y sanguinarios
estos regímenes que el chavismo: Pinochet, que bajó la cerviz y admitió los
cambios; Juan Carlos y Torcuato Fernández Miranda, que los propiciaron; De
Klerk y los demás racistas sudafricanos que supieron pactar con Mandela la
abolición del infamante apartheid; casi todos los jerarcas de los nueve
comunismos de Europa oriental, comenzando por Jaruzelski, que incluso cogobernó
durante dos años con sus férreos adversarios de Solidaridad. “¿Por qué no
aquí?”, me pregunto siempre con justificado desazón.
—Sí, Arquímedes, encabezar con audacia una apertura
política.
Y le suelto la retahíla de medidas que borbotean en
mi cabeza: constitucionalizar los Poderes Públicos (cumpliendo rigurosamente
con el espíritu de la Constitución y no como se hace hoy día, burlándolo),
comenzando por el Poder Ciudadano cuyo mandato está vencido y cuya legitimidad
es prácticamente ninguna; constitucionalizar todo el Estado: la administración
pública, las funciones parlamentarias, la Fuerza Armada, todo; liberar a los
presos políticos que no hayan cometido crímenes contra la vida de las personas;
designar, en acuerdo con TODAS las oposiciones (comenzando por la PUD, al menos
por aquéllos de sus sectores que no estén subyugados por el tutelaje gringo),
un gobierno de concertación nacional, por ejemplo: escoger a un vicepresidente
independiente por consenso nacional (“...aunque voy a decirte que Delcy ha sido
con mucho la que mejor ha ocupado esa responsabilidad en estos veinticinco años
de hegemonía chavista…”, le reconozco a mi camarada amigo) y delegar en ese
funcionario o en esa funcionaria algunas de las principales funciones de
gobierno, de modo de que Maduro se reserve las atinentes a Jefe de Estado
(Fuerza Armada Nacional, relaciones exteriores, tal vez Ministerio de Interior
y Justicia y las policías, por ejemplo) al modo que hicieron Jaruzelski y los
comunistas polacos (e, in situ, le copio y remito a su WhatsApp el vínculo de
una artículo mío de 2020 titulado La vía polaca para salir de la crisis
venezolana https://talcualdigital.com/la-via-polaca-para-salir-de-la-crisis-venezolana-por-enrique-ochoa-antich/);
y así podría seguir ad infinitum……
—Y la revolución la tiramos al cesto de la basura,
¿verdad?, me replica Arquímedes con cierta furia.
—¡Pero si esto que te digo sería una revolución!,
le respondo, alzando la voz, y entonces le inquiero: ¿Y qué otra cosa van a
hacer?, ¿Pasarse la vida entera defendiéndose de que no los tumben, ¿Y no van a
gobernar nunca?, …porque eso de estar bloqueados y perseguidos, y estar
azorados, aturdidos, temerosos, aturullados por el fantasma de un golpe
militar, reprimiendo protestas aquí, reprimiendo protestas allá, encarcelando a
la disidencia, etc., etc., etc., no me vas a decir que es ni siquiera algo que
pueda llamarse gobierno, ¿no?, Debe ser triste gobernar así…
Arquímedes baja la cabeza, como ensimismado. Mi
ilusión es que la semilla de mi palabra quede sembrada allí, al fondo de su
conciencia, en el encarnado rescoldo de su corazón bolchevique, y que la
esparza entre los suyos.
De pronto, como si fuese presa de una repentina
inspiración, se pone de pie, me abraza y se marcha. ¿Acaso quiere comentar con
sus otros camaradas mis tentaciones y propuestas? ¿O, al contrario, sólo querrá
volver a su terca insistencia de imponerle a troche y moche a una sociedad
libertaria por naturaleza como la venezolana un proyecto de partido-Estado que
él confunde con algo parecido a la mítica dictadura del proletariado y con una
esperpéntica revolución al modo comunista?
Solo en la mesita del café, al fondo del
establecimiento, un poco escondida, segundo piso, en un rincón a mano derecha,
pienso en Maduro y en sus conmilitones. ¿Qué estarán pensando? ¿Tendrán acaso
la audacia de acometer los cambios urgentes y salirse de este pantano malsano e
infecto en que se han sumido por propia mano… y al que en parte el extremismo
oposicionista los ha empujado? ¿Será que el temor, los prejuicios dizque
revolucionarios y el conservadurismo los hará precipitarse como a tantos otros
al abismo insondable del olvido? ¿O, por el contrario, alcanzarán la estatura y
el coraje necesarios como para ganarse la historia con dignidad, en vez de ser
borrados de ella para siempre por su inapelable juicio? Ojalá no olviden nunca
que…los pueblos condenados a cien años de soledad no tienen una segunda
oportunidad sobre la tierra…
Buena parte de lo que hemos de ser como nación y
como pueblo radica en la respuesta que ellos ofrezcan a estas preguntas.