Por Gonzalo Vitón
30 años después del primer gobierno de unidad nacional liderado por Mandela, y
después de un duro revés en las urnas, el CNA, ahora con Ramaphosa al frente,
emula aquella experiencia.
El pasado 29 de mayo se celebraron
en Sudáfrica los séptimos comicios presidenciales tras el fin del apartheid.
Las encuestas preelectorales auguraban un gran cambio en los equilibrios
políticos de Sudáfrica, que se confirmaron tras el anuncio de los resultados
oficiales el 2 de junio. El Congreso Nacional Africano (CNA), con 6,5 millones
de votos –el 40,2 % de los apoyos–, perdió por primera vez la mayoría absoluta
en unas elecciones generales, lo que confirma que, según el sociólogo Roger
Southall, profesor emérito de la Universidad de Witwatersrand, «su transición
de movimiento de liberación al de simple partido político ha concluido». Esto
exigirá al movimiento del que formó parte Nelson Mandela redefinir los
fundamentos de su discurso y práctica política.
¿Qué y quién?
Este escenario se produce en un contexto político fragmentado y polarizado, marcado por los altos niveles de insatisfacción de los sudafricanos con la democracia (62 %) y por la consideración de que el país va en la dirección equivocada (85 %), según publicó Afrobarómetro el 23 de mayo. A los sudafricanos les preocupan especialmente cinco cuestiones: crisis económica y desempleo, crisis energética y de infraestructuras, criminalidad y corrupción, inmigración y, por último, voto joven. De estos grandes temas, y según la encuesta, el paro (71 %), los problemas con el suministro eléctrico (26 %) y la corrupción (21 %) son las cuestiones que más angustian a la población y que, por tanto, marcaron las pasadas elecciones.
En primer lugar, la economía del
país austral es la más sólida del continente africano. Sin embargo, los índices
de crecimiento económico llevan mucho tiempo estancados y las cifras de
desempleo son alarmantes (una tasa del 33 %, que se eleva hasta el 60 % en la
población entre 15 y 24 años). En segundo lugar, vinculada a la crisis
económica, existe una crisis energética y de infraestructuras, con incesantes
cortes de electricidad, problemas en el abastecimiento de agua o fallos
constantes en transportes e infraestructuras. Y, por último, se han disparado
en la última década los niveles de criminalidad y violencia hasta situar a
Sudáfrica entre los países más peligrosos del mundo. A esto habría que sumar
los numerosos casos de corrupción que se han ido acumulando.
Este contexto de crisis se reflejó en unos resultados electorales que han
obligado a los partidos a buscar pactos para formar gobierno. Por un lado, el
CNA ha sufrido un gran desgaste en la última legislatura –ha perdido más del
17 % de los apoyos–, aunque ha mantenido a Cyril Ramaphosa al frente del
partido y del Ejecutivo. Por otro lado, la Alianza Democrática (AD), partido
liberal de centro-derecha liderado por John Steenhuisen y con un tradicional
apoyo de la comunidad blanca, ha quedado en segundo lugar con un 21,8 % de los
votos. En tercer lugar, ha irrumpido Umkhonto we Sizwe (MK), una escisión del
CNA liderada por el expresidente Jacob Zuma, apartado de la presidencia en 2018
por corrupción. Esta formación, que lleva el mismo nombre del histórico brazo
armado del CNA, ha conseguido un 14,6 % de los sufragios en su primera
comparecencia. En cuarto lugar, han quedado los Luchadores por la Libertad
Económica (EFF, por sus siglas en inglés), otra escisión del CNA encabezada por
el antiguo líder de sus juventudes, Julius Malema, que ha logrado reunir al
9,5 % del electorado. El Partido de la Libertad Inkatha (IFP, por sus siglas en
inglés), con un 3,85 %, y la Alianza Patriótica (AP), con un 2,06 %, van a
desempeñar un papel relevante en este Gobierno.
La hora del pacto
Tras la comunicación de los
resultados oficiales, se abrieron tres grandes escenarios para el futuro del
país. El primero, y más improbable desde el principio, era el de un gobierno en
minoría del CNA. Este escenario exigía al menos un acuerdo con la AD que
incluyese el apoyo para la aprobación de los presupuestos y el compromiso de no
adherirse a posibles mociones de censura a cambio de algunos puestos clave en
el Parlamento. Este acuerdo de mínimos implicaba muchas dificultades para que
el CNA pudiera gobernar y realmente nunca fue una opción clara.
El segundo escenario, que implicaba
una decisión difícil e incómoda para el CNA, era el de una coalición con dos
grandes posibilidades: o bien hacia la derecha con la AD, o bien hacia la
izquierda con el MK, el EFF o ambos.
Un gobierno con la AD era mejor visto por mercados e inversores por el carácter
liberal de los de Steenhuisen. Sin embargo, ambos partidos tienen dos modelos
de Estado muy diferentes: la AD apuesta por el adelgazamiento de la
Administración, el fin de las políticas de discriminación positiva y una agenda
en política exterior radicalmente opuesta en torno a la cuestión palestina. A
pesar de ello, Steenhuisen siempre se ha mostrado abierto a negociar con Ramaphosa
para «prevenir que una catastrófica coalición entre CNA y EFF tome el poder».
Por otro lado, un gobierno de coalición con el MK o el EFF también implicaba
fuertes desafíos. Para el periodista Mondli Makhanya, una coalición con los
primeros era «una fantasía que nunca va a ocurrir», mientras que para Malaika
Mahlatsi, analista política, el acuerdo era posible, porque el problema
fundamental se daba por una cuestión de personalidad, sustentada en la
animadversión entre Zuma y Ramaphosa. Parecía más factible un acuerdo con el
EFF por las declaraciones de su líder, Julius Malema: «Si hay un partido con el
que podemos trabajar, y trabajar apropiadamente, es el CNA», y por las
experiencias de gobierno municipal en coalición entre ambas formaciones. A
nivel económico y de política exterior, una coalición con el MK o el EFF
presenta una mayor afinidad ideológica, aunque los dos partidos de oposición sí
que divergen en ciertos aspectos del modelo de Estado, dado que abogan por
fuertes cambios constitucionales, a los que el CNA no está dispuesto.
La tercera vía
Ante las dificultades que el CNA
estaba encontrando para decidirse hacia uno u otro lado en la formación de una
coalición, su comité ejecutivo decidió apostar por un gobierno de unidad
nacional, aduciendo que es una fórmula ya puesta en práctica por Mandela en
1994. Este camino supone incluir al mayor número de partidos políticos con
representación parlamentaria, lo que teóricamente incluiría a las cuatro
fuerzas principales (CNA, AD, MK y EFF), pero también a formaciones menores
como IFP y AP. Sin embargo, MK y EFF decidieron no participar por sus
diferencias con el CNA y los otros posibles miembros del Ejecutivo. Este
gobierno de unidad nacional, que fue anunciado el pasado 14 de junio, deberá
trabajar en torno a tres objetivos claros en los que todos los partidos
concuerdan: la recuperación económica y el fomento del empleo, la lucha contra
la corrupción y la ineficiencia institucional, y la mejora de la seguridad. Sin
embargo, hay profundas divergencias en la forma en que cada uno de los partidos
aborda estos objetivos. El desafío va a ser encontrar los equilibrios
necesarios para que el país deje atrás las crisis a las que ya se refería Oscar Van
Heerden en 2022: la ecológica, la económica, la política, la cívica y
social, y la espiritual; así como para que supere problemas históricos como el
relacionado con la
cuestión de la tierra. El nuevo gobierno de unidad nacional, conformado
tras un acuerdo que incluye hasta once partidos políticos, comenzó su andadura
el pasado 1 de julio con el nombramiento del gabinete, en el que participan
siete de los once partidos (CNA, AD, IFP, AP, PAC, GOOD y FF+) que se reparten
32 Ministerios diferentes. Sin embargo, tanto el MK como el EFF, tercera y
cuarta fuerza política, se han mantenido fuera del gobierno.
Estas elecciones suponen para Sudáfrica un punto y aparte. Tras 30 años de
gobiernos de mayoría absoluta del CNA, se abre un escenario de incertidumbre en
el país, marcado por la necesidad de llegar a acuerdos constantes entre las
diferentes fuerzas políticas en un contexto de crisis económica y social. Sin
embargo, es importante destacar las lecciones positivas derivadas de todo este
proceso. El CNA ante los peores resultados de su historia, ha reconocido la
necesidad de diálogo con las otras fuerzas y ha admitido que esto ha sido una
llamada de atención de la población sudafricana. Además, las peticiones de
repetición electoral por parte de Zuma no tuvieron mucho recorrido, y los
partidos se sentaron rápidamente en mesas de diálogo para no agotar a los 14
días que da la legislación sudafricana para formar gobierno tras el anuncio
oficial de los resultados electorales. El país, considerado líder económico y
moral del continente, se enfrenta nuevamente al desafío que tuvo en la década
de los 90: gobernar desde el diálogo.
Tomado de MUNDO NEGRO / España. Imagen: Gianluigi Guercia /
Getty.