Vistas de página en total

30 julio, 2024

Ojalá se haga justicia con las víctimas de los diamantes de sangre

Por Chema Caballero

Recientemente, el español Manuel Terrén Parcerisas era detenido en el aeropuerto de Málaga. Se trata de un empresario al que la Audiencia Nacional investiga desde hace algún tiempo como uno de los principales líderes de una trama ilegal de venta de diamantes que sirvieron para financiar al Frente Revolucionario Unido (RUF, por sus siglas en inglés), el grupo armado responsable del conflicto de Sierra Leona (1991-2002) que dejó más de 70.000 muertos, más de 2,6 millones de desplazados, miles de mutilados y mujeres víctimas de violencia sexual y que secuestró y utilizó como soldados a cientos de menores. 

Los llamados diamantes de sangre fueron claves para la prolongación del conflicto. Eran extraídos en las minas del este del país, principalmente en la región de Kono. Civiles secuestrados, muchos de ellos niños, eran obligados a trabajar en los yacimientos. Las gemas solían salir a través de la frontera con Liberia. Una vez en ese país, con el apoyo del expresidente Charles Taylor, llegaban al mercado internacional como si fueran liberianos. 

En el año 2000, entró en vigor el llamado Proceso de Kimberley. Un sistema de certificaciones diseñado para impedir que los diamantes procedentes de conflictos entren en el mercado. Una forma de evitar que con su compra se financien guerras o abusos de derechos humanos. Un gran paso. Pero con algunos agujeros. Son los países de origen los que emiten los certificados, no un organismo independiente. Esto facilita su falsificación. Y, por tanto, diamantes manchados de sangre siguen llegando a los mercados.

El Tribunal Especial para Sierra Leona  (SLSC, en sus siglas en inglés) condenó a algunos de los principales líderes del RUF por esclavizar a civiles en las minas de diamantes. Entre ellos, al expresidente liberiano Charles Taylor, principal facilitador del blanqueamiento de las gemas procedentes de Sierra Leona. Sin embargo, no juzgó a ningún nacional de otros países que estuviera implicado en este tráfico. También dejó otros flecos sueltos, como la reparación de las víctimas.

El SLSC juzgó solo a los máximos responsables del conflicto sierraleonés. Una vez terminado su trabajo, la ONG suiza Civitas Maxima se impuso la tarea de seguir el rastro de aquellos criminales de guerra que no habían sido llevados ante la Justicia. Gracias a su labor, algunos de ellos han sido procesados y condenados en diversos países: Gibril Massaquoi en Finlandia, Kuti Kamara en Francia, por citar solo los últimos casos.

Quizás uno de sus logros más importantes fue conseguir que el Tribunal General de la Unión Europea (TGUE) condenase a una empresa belga y su filial centroafricana por el tráfico de diamantes que han servido para financiar a los grupos armados de la República Centroafricana. Se trata de Kardiam, con sede en Amberes, y su filial centroafricana Badica, el mayor comerciante de estas piedras en el país africano.

Igualmente, consiguió la detención del ciudadano estadounidense-belga Michel Desaedeleer, curiosamente también en el aeropuerto de Málaga. Estaba acusado de tráfico de diamantes de sangre y de utilizar personas esclavizadas para su extracción en Sierra Leona. La Audiencia Nacional concedió su extradición a Bélgica. Pero su muerte en prisión en 2016, frustró la esperanza de que por primera vez un responsable no sierraleonés o liberiano de financiar a los grupos armados de estos conflictos fuera condenado. 

La ONG suiza también está detrás de la detención de Terrén. Ella ha recogido las pruebas necesarias para la demanda interpuesta por un ciudadano sierraleonés, residente en España, que fue esclavizado en las minas de diamantes de Kono, prospere. 

A la Audiencia Nacional se le presenta una gran ocasión para hacer justicia. Aunque hayan pasado 22 años del fin del conflicto de Sierra Leona, las víctimas no olvidan. Siguen esperando reparación por los abusos a que fueron sometidas. 

La Comisión de la Verdad y a Reconciliación de Sierra Leona (SLTRC, por sus siglas en inglés), que funcionó de 2002 a 2004, recomendó implementar un programa integral de reparaciones. En 2008, el Fondo de las Naciones Unidas para la Consolidación de la Paz proporcionó recursos para el programa. A lo largo de los años, este recibió 8.5 millones de dólares que se invirtieron en medidas como pagos únicos de ayuda provisional, operaciones médicas en caso de lesiones graves, formación profesional y pequeñas becas. Los beneficios se distribuyeron selectivamente y dejaron fuera a la mayoría de las víctimas. Incluso algunas de las seleccionadas, al ver las ridículas cantidades que les ofrecían (nunca más de 100 dólares) renunciaron a ellas, a la espera de que las verdaderas reparaciones llegasen. Pero estas jamás se materializaron.

Ahora, si la fortuna amasada por Terrén, que ejerce de empresario hotelero en Brasil, fuera incautada, podría ser empleada para resarcir, como mínimo, a las personas que esclavizó para enriquecerse. Ojalá que esta vez sí se haga justicia.
Tomado de  MUNDO NEGRO / España. Fotografía: 123RF