En Dajla, la ciudad más
sureña de los territorios ocupados del Sáhara Occidental, se levanta una
pequeña iglesia española cerrada de forma intermitente durante cuatro décadas
hasta que hace dos años, a raíz de la creciente llegada de migrantes
subsaharianos, decidió reabrir sus puertas para atender a una comunidad
hostigada por las autoridades del régimen alauí.
Fundada en 1953, cuando el Sáhara
Occidental era una provincia española, la Iglesia de Nuestra Señora del
Carmen es una construcción color arena de muros lisos y líneas rectas
ubicada en la misma plaza del centro de la ciudad donde se erigen los edificios
del Consejo Regional y la delegación del Ministerio del Interior de Marruecos,
el país que ocupa desde 1975 el territorio.
"Es una iglesia muy
sencilla", explica a Efe el hermano italiano Silvio
Bertolini señalando el ábside, cuyos dibujos, muy simples, confiesa que no han
podido descifrar, y lo hace a pocos minutos de que comience una misa a la que
se unirán cuatro personas subsaharianas y tres turistas europeas.
Llegó a tener 27.000 fieles y estuvo en peligro de demolición
Bertolini explica que durante la
colonización española, cuando Dajla era Villa Cisneros, llegó a tener
27.000 fieles, los militares y funcionarios españoles allí destinados, hasta
el punto de que en 1969 se amplió, pero cuando España salió del territorio en
1975 los cristianos cayeron en picado y cerró sus puertas.
Los militares marroquíes la usaron
luego como almacén y cuartel y en 2004, cuando las autoridades del país magrebí
destruyeron el fuerte español cercano -el primer edificio erigido en el
Sáhara-, intentaron también derruir la iglesia.
Un grupo de saharauis plantó
entonces cara a las excavadoras y la iglesia consiguió mantenerla en pie
Un grupo de saharauis plantó
entonces cara a las excavadoras y la iglesia consiguió mantenerla en pie, pero
se mantuvo aún cerrada y los sacerdotes iban solo de vez en cuando a visitarla.
Hasta que en 2015 hubo un cambio de paradigma, cuenta Bertolini:
"Empezaron a llegar turistas y luego los migrantes".
Ese año se decidió abrir cada
cierto tiempo, y después todos los domingos, para ofrecer misa, hasta que hace
dos años la comunidad resolvió reabrirla de forma permanente y Bertolini se
mudó de El Aaiún, la capital del Sáhara, a Dajla.
"Ahora los domingos tenemos
entre 40 y 70 personas, migrantes sobre todo, y a veces vienen algunos
turistas. La mayoría de los migrantes son de Costa de Marfil, pero también de
Senegal, Mali, Burkina… sobre todo subsaharianos", explica el hermano
mientras saluda a una mujer de color que pregunta por los sacerdotes que oficiarán
en unos minutos una misa muy musical.
Lugar de acogida a migrantes
Aunque no hay estadísticas
oficiales de los migrantes que hay en Dajla, se cuentan por miles. Llegan
al Sáhara buscando una vía para atravesar el Atlántico hasta las Islas Canarias
españolas, en la travesía migratoria más mortífera del mundo y donde, de enero
a mayo, perdió la vida una persona cada 45 minutos.
Algunos se quedan trabajando en las
industrias conserveras o la hostelería de Dajla, en su mayoría para ahorrar
dinero hasta su partida en embarcaciones precarias que acaban en muchos casos
engullidas por el océano.
Cada cierto tiempo, las autoridades
marroquíes hacen redadas para detenerlos y deportarlos o trasladarlos hasta
puntos alejados de Marruecos, en un intento de frustrar sus planes de
emigración. Durante su estancia en Dajla, decenas acuden a rezar a la iglesia
española o a recibir ayuda en el espacio que tiene allí abierto Cáritas.
"Nos interesamos sobre todo
por las mujeres vulnerables", dice este hermano italiano de pelo largo y
barba blancos, y reconoce que cada vez llegan más migrantes. "Hay más
personas que vienen a pedir ayuda. Desde el principio de año hemos tenido
nuevos inscritos. Cada mes atendemos a unas 150 personas".
Los ayudan con medicamentos,
alimentos, productos de higiene para mujeres y bebés y también les dan ropa
gracias a las donaciones de la gente de la ciudad. Viven a menudo, asegura el
hermano Bertolini, hacinados en pisos pequeños, pero no cejan en su empeño
migratorio. A pesar de los obstáculos, les cuesta volver a sus países porque
dicen el regreso se ve allí como una "derrota".
Agencias - Tomado de EL
INDEPENDIENTE / España. Imagen: EFE/ Maria Traspaderne.