Por Fredy Rincón Noriega* @ferimconccs
La
principal preocupación de la dictadura perezjimenista durante el año 1957, fue
la sucesión presidencial. La Constitución, entonces vigente, había establecido
unas elecciones para elegir al nuevo presidente. El Consejo Supremo Electoral
las convocó para el 15 de diciembre de ese mismo año. La oposición comenzó a
promover la candidatura unitaria de Rafael Caldera. Estaba decidida a
participar en unos comicios competitivos. La cúpula militar tenía otros planes.
No le interesaba arriesgar su permanencia en el poder, sometiéndose a la libre
voluntad de los ciudadanos.
El balance de su gestión no le era desfavorable. Tenían en su haber algunas realizaciones importantes. La economía trasmitía una sensación de prosperidad. Los proyectos siderúrgicos, petroquímicos y ferroviarios estaban en pleno desarrollo. La construcción mantenía un constante crecimiento. La lealtad de los militares con el autócrata tachirense, pocos la ponían en duda, sin embargo, la procesión iba por dentro.
La
resistencia al régimen militarista priorizó los esfuerzos unitarios, con la
mirada puesta en las próximas elecciones. La reunión de Rómulo Betancourt con
Jóvito Villalba en Nueva York, dio impulso a la creación de la Junta
Patriótica. Un organismo de coordinación de la lucha, en el cual participaban
AD, PCV, URD y COPEI.
La
represión siguió escalando. El 26 de julio la Seguridad Nacional detuvo al
líder socialcristiano, Rafael Caldera. Las cárceles llenas de presos políticos.
No cesaba el acoso y la persecución a la disidencia.
Pérez
Jiménez, en su afán continuista, luego de varias consultas a sus más cercanos
colaboradores, decidió evadir la competencia electoral. No quiso confrontar con
otros candidatos. Mucho menos con los partidos de la oposición. Le pidió a
Vallenilla Lanz, su principal asesor para estos temas, rescatar la idea del
Plebiscito. La intención era hacer una consulta a la población, sin la
intermediación de actores que pudieran arruinar su continuidad en el gobierno.
De inmediato, el régimen comenzó a elaborar un proyecto de ley electoral para
darle legalidad a la nueva artimaña comicial.
En
noviembre se reunió el Congreso Nacional en sesión extraordinaria. El mandón de
Miraflores, en mensaje especial, presentó el instrumento jurídico que debía
regir el mecanismo plebiscitario. El propósito era preguntarle a los electores,
si estaban de acuerdo con las actuaciones del gobierno. En caso afirmativo, se
daba por sentada su reelección para un nuevo periodo presidencial.
Pérez
Jiménez, en el mencionado mensaje, aprovechó para atacar a los partidos
políticos. Los acusó de usar las justas reivindicaciones como bandera de lucha
y de encubrir “ambiciones personalistas”. Los consideró desgastados por su
exagerado “verbalismo” y estar atrapados en “teorizaciones abstractas de
extraña procedencia”. Los señaló de ser portadores del "personalismo, la
ignorancia y el fraude." Terminó advirtiéndole a los atentos y obsequiosos
parlamentarios que “la pugnacidad política es perjudicial porque distrae
energías, siembra división y entroniza la algarabía.”
La Junta
Patriótica respondió con una carta enviada a las Fuerzas Armadas. En ella,
denunció la flagrante violación constitucional promovida por el Poder
Ejecutivo, al obligar al Congreso a aprobar una herramienta de consulta que,
anulaba el derecho de los venezolanos a elegir libremente a su presidente. En
la misma correspondencia, resaltó el repudio causado en los sectores populares,
por “la burda e incalificable maniobra” de una camarilla empeñada en
perpetuarse indefinidamente en el poder.
Por su
parte, el Frente Universitario dirigido por Héctor Rodríguez Bauza (PCV),
Héctor Pérez Marcano (AD) Rafael Rodríguez Mudarra (URD) y José de La Cruz
Fuentes (COPEI) llamaron a una huelga estudiantil el 21 de noviembre. La
protesta se extendió a los liceos. Se realizaron murales denunciando la farsa
plebiscitaria y exigiendo el derecho a ejercer el sufragio universal directo y
secreto.
El 6 de
diciembre el Congreso aprobó el plebiscito y estableció como fecha para la
realización de la jornada electoral, el día 15 del mismo. Se prohibió el debate
público sobre las bondades de una u otra opción. Quien se atreviera a usar
algún medio de comunicación con el fin de influenciar la voluntad del elector,
podía ser castigado con multa o cárcel.
El día
de la votación, los electores recibieron un sobre con dos tarjetas. Una de
color azul y otra roja. Con la azul, una vez depositada en la urna, el votante
manifestaba estar de acuerdo con el régimen y en consecuencia, aprobaba la
continuidad del dictador en el poder por un nuevo periodo gubernamental. La
otra tarjeta, de color rojo, representaba el voto negativo del elector.
Como
estaba previsto, la jornada comicial se realizó el 15 de diciembre, bajo
estricto control de funcionarios públicos y de la policía. Su intención
intimidatoria fue evidente. Se conminó a los empleados públicos asistir al
evento y traer al día siguiente la tarjeta roja, como prueba de haber votado a
favor del oficialismo. Los organismos públicos usaron camiones para llevar
votantes. Sin embargo, poca gente acudió a la cita. El ausentismo se hizo
manifiesto en Caracas y las principales ciudades de la provincia.
A nadie
tomó por sorpresa la descarada manera como se anunció el escandaloso fraude.
Antes de comenzar a escrutar los votos, Vallenilla Lanz convocó, para las 7 de
la noche, a una rueda de prensa para anunciar los resultados. A esa misma hora,
se vio por la televisión al presidente del Consejo Supremo Electoral, Héctor
Parra Márquez, abrir públicamente la primera urna y dar inicio a los
escrutinios. A su vez, el ministro Vallenilla les entregaba a los
corresponsales extranjeros, las cifras definitivas del plebiscito.
Sin
ruborizarse y con el mayor cinismo, Vallenilla les dijo a los periodistas que
la cita electoral había sido un éxito. Según su versión, la asistencia al acto
contó con la participación de 2 millones 700 mil personas, de 3 millones 266
mil con derecho a ejercer el sufragio. Aseguró haber recibido un amplio
respaldo la fórmula propuesta por la dictadura, con 2.182.000 de votos a favor
de la reelección. Solo reconoció 658.000 votos negativos.
El 20 de
diciembre fue proclamado oficialmente presidente, para el periodo
constitucional 1957/1963, el general de división Marcos Pérez Jiménez. La
cúpula militar celebró con entusiasmo la victoria alcanzada. La resistencia
clandestina acusó la derrota. La Junta Patriótica y los partidos opositores se
vieron afectados por el desánimo y la desesperanza. La ruta electoral recibió
un duro golpe. La intensa actividad desplegada en los últimos días se
desvaneció. El régimen dictatorial irrumpió fortalecido.
En el
horizonte, 1958, apareció potenciado. Auguraba la continuidad de los planes
económicos-militares. Se contaba con formidables ingresos extraordinarios,
gracias a las nuevas concesiones petroleras recién otorgadas.
El 31 de
diciembre se celebró la recepción de fin de año en Miraflores. En su alocución
de Año Nuevo, el presidente explicó las razones de su reciente victoria
electoral. Agradeció el incondicional y monolítico apoyo de las Fuerzas
Armadas. Felicitó a los cuerpos represivos por su desempeño en contra de la
disidencia. Habló seguro de haber coronado sus pretensiones continuistas.
El 1 de
enero de 1958, Caracas se despertó con el ruido de los aviones de la Fuerza
Aérea. Tropas acantonadas en Maracay y los Teques se alzaron en armas para derrocar
la dictadura. Al frente de la asonada apareció el teniente coronel Hugo Trejo.
No logró su objetivo, pero la rebelión provocó una fuerte fisura en el
estamento militar. Fue la chispa que encendió la pradera.
El
dictador anunció la rendición de los complotados. La insurrección no se detuvo.
Los marinos se sublevaron a la semana siguiente. El día 11 se anunció un nuevo
gabinete. Laureano Vallenilla y Pedro Estrada se asilaron en las embajadas de
Bolivia y República Dominicana, respectivamente. Luego hicieron preso al
ministro de la defensa, general Rómulo Fernández. Venezuela siguió arisca y
rebelde.
La
conciencia cívica, patriota y republicana se hizo presente con un duro
manifiesto en contra de la dictadura. Fue firmado por notables intelectuales.
Tuvo amplia difusión. El día 20, la Junta Patriota convocó a una huelga general
para el día siguiente. El pueblo respondió y salió a la calle. El movimiento
cívico militar tomó impulso y se dispuso a derrotar definitivamente a la
dictadura. La madrugada del 23 de enero escapó el dictador. Huyó con las
alforjas llenas, a bordo del avión presidencial, bautizado como la “Vaca
Sagrada.
*Historiador.