Por Jesús Puerta* / Opinión
El marketing
electoral puede llevar muchas veces a líneas de acción ciertamente
sorprendentes y hasta extravagantes para quienes desean conseguir una
coherencia discursiva y lógica similares a la de los documentos académicos o,
al menos, informativos. Pero la ideología, desde hace tiempo (más de un siglo),
no se trata de “sistemas de ideas”, organizadas mediante un hilo argumental o
deductivo. Más bien, son conglomerados de emociones, sentimientos, reacciones,
que conectan con expectativas, ilusiones, prejuicios, impulsos y hasta
instintos y necesidades conscientes e inconscientes. No niego que haya cierta
organización en ese conglomerado, lo que discuto es que las conexiones entre
esos elementos sean racionales.
Supongo que los asesores de publicidad de las distintas campañas, además de estar evaluando las matrices FODA (fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas) de sus candidatos, los elementos de su mezcla (producto, costo, punto, promoción) y las características de los posibles consumidores (votantes), consultan las encuestas, cuyas tendencias guían para enfocar los mensajes y las actividades. Es claro que los objetivos son hacer decidir favorablemente a los indecisos, devolver a los decepcionados, incluso vencer, convencer o al menos neutralizar a los adversarios o competidores. No descarto que, para esos fines, se esté utilizando la nueva tecnología de la Inteligencia Artificial para desentrañar, mediante un minado, la Big Data que categorice a la gente de acuerdo a su perfil virtual de consumos culturales en las redes: sus preferencias de todo tipo (musicales, películas, entretenimiento, religiosas, sexuales, de moda, etc.). Esto permite focalizar los nichos de posibles votantes (consumidores).
Detalles como
comer perros calientes o jugar dominó en la calle, son imágenes muy obvias para
acercar un candidato a “la gente”, buscar así la identificación, uno de los
aspectos del enamoramiento hacia los votantes. Es a la luz de esas metodologías
que se pueden comprender ciertos mensajes recientes, bastante chocantes para el
espectador demasiado racional. Precisamente, esa “chocancia” es lo que las hace
relevantes y notorios, cosa muy buena para la publicidad, de la campaña del
candidato de gobierno y los de la oposición. Me refiero específicamente al tik
tok del profesor chichero y, sobre todo, el anuncio presidencial de que la moto
pirueta es el nuevo “deporte nacional”.
Hace unos
meses me había dado cuenta de la proliferación de motocicletas en las calles y
avenidas de Valencia. Luego me enteré de que ese fenómeno se repetía en varias
ciudades del país. Cuando en un seminario del Doctorado de Ciencias Sociales,
invité a los participantes a desarrollar un trabajo de campo para hacer
pertinentes los conceptos de la semiótica, se me acercó uno de los cursantes,
concejal de Guacara, para plantearme un posible objeto de conocimiento: las
competencias de motorizados haciendo piruetas en su municipio. Ellos se habían
convertido en una plaga, un verdadero dolor de cabeza para la alcaldía y la
cámara municipal por la cantidad de heridos y hasta fallecidos debidos a los
esperables accidentes y temeridades. Tanto así, que en la Ciudad Hospitalaria
Enrique Tejera (CHET) de Valencia, se rebautizó el área de traumatología y
emergencia como la “zona Bera” por la marca de la moto más económica y la
frecuencia con que llegan allí los jóvenes destrozados por ese “deporte
extremo”, la llamada “moto-pirueta”.
Los
aficionados de esa actividad hacen diferentes tipos de competencias. De
velocidad, de equilibrios, volteretas, levantamiento como un potro de la
máquina, de montarse en los hombros a la chama, de saltar unos encima de los
otros. Hay diferentes códigos, una peculiar jerga en estos grupos de jóvenes.
Precisamente, el trabajo de campo tendría como objetivo codificar esos
lenguajes. Describir esta tribu urbana que se veía a sí misma como si estuviera
más allá de cualquier regulación de tránsito, que se apoderaba de las
principales vías, poniéndose en peligro ellos mismos y a todos los demás
ciudadanos de a pie. Al mismo tiempo, me enteré que ya la alcaldía de Guacara
estaba tomando medidas: mayor vigilancia, nuevas disposiciones municipales,
multas y sanciones, etc. Además, había lanzado una campaña publicitaria muy peculiar,
una cuña sarcástica donde una chica anunciaba un concurso donde el
motopiruetero podía ganar, como premio máximo, un féretro con todos sus
implementos. Hasta vi un meme de Facebook que decía mucho: “tener un novio
motopiruetero es como tener un pollito de colores: pronto se va a morir”.
Se produjo el
asesinato de un chamo motorizado de 17 años por un efectivo de la PNB. Por
ello, los motorizados caraqueños organizaron una protesta que prácticamente
paralizó la ciudad. Un columnista adulante (¿Motorano? Algo así) consideró que,
por la forma tan sorpresiva como los jinetes de los potros de hierro tomaron la
ciudad por sus cuatro costados, hasta prácticamente tomar las avenidas
principales, muy bien podía ser un ensayo de un plan subversivo, como los que
suele utilizar el gobierno para asustar a sus seguidores. Pero, no: por el
contrario, Maduro hizo el anuncio del nuevo deporte nacional, justo cuando
chocaban y se rompían la cabeza celebrando los motopirueteros. No sé cómo
estarán haciendo en Guacara ahora, después de que habían metido en cintura esa
amenaza a la salud pública, con este espaldarazo oficial. Lo que no dudo es que
el Drácula está detrás de ese nuevo perfil de Maduro, que se superpone al de
superhéroe, busero, líder dadivoso, copia al carbón del retrato hablado del
jefe populista de Britto García, que regala pantuflas a los viejitos, quienes
siguen recibiendo unas pensiones de hambre, por más que se haya creado un
Ministerio más, con burocracia incorporada, por supuesto.
Ahora, viene
Delci y su video del profesor chichero. Se supone que la idea era destacar que
el gobierno promueve a los emprendedores como forma de reactivar la economía.
Pero, en realidad, lo que evidencia es el (muy pobre) concepto que tiene de la
educación este gobierno, ya preanunciado por la Ministra legendaria que invitó
a las maestras a vender tortas para sobrevivir, despreciando de hecho la
sagrada misión del maestro. Lo único que podemos decir ante lo evidente, es que
ese concepto de la educación es el contrario de la de los héroes que de vez en
cuando se mencionan en los actos conmemorativos: Bolívar, Miranda, mucho menos
Simón Rodríguez o Andrés Bello. También es constatable el acercamiento a la
concepción económica de gobiernos caracterizados como de derecha en el
continente. Por ejemplo, Ecuador se precia de ser el país con mayor índice de
emprendimiento popular, junto al nivel máximo de violencia y de violencia
contra la mujer (femicidios). Eso es consistente con la aniquilación de hecho
del salario mínimo.
Ahora, se
preguntaría cualquier estudiante de publicidad ¿Cuál es la imagen que sus
publicistas quieren mostrar de Maduro? ¿Son coherentes? La respuesta es que no
tiene por qué serlo. Son imágenes instantáneas para “nichos”, pequeños grupos
de votantes. Esos últimos movimientos de la publicidad oficial muestran, por un
lado, una gran reactividad, evidenciada por el “marcaje” de Cabello a MCM y la
copia de algunas circunstancias, como el encendido de la linterna de los
móviles en un mitin o el “baño de multitudes” que lució lamentable en un hombre
gordo de más de 100 kilos y medio, cargado trabajosamente por sus
guardaespaldas. Por otro lado, el clásico líder dadivoso y demagogo (chancletas
para los abuelos), o el que habla según el público (Pastor evangélico, trocado
en motopiruetero), el que busca al chavista que se alejó nombrando ministro a
un dirigente comunero.
Hace poco se
produjo una buena manifestación del movimiento LGBT por una presunta
discriminación en el Sambil de Caravas. Antes, ese mismo grupo, había logrado
movilizar varios cientos para solicitar el matrimonio igualitario. Ahí hay una
mina de votos. Por lo menos, el 15% de la población ¿Veremos a Maduro
maquillado y agotando la bandera arcoíris en breve?
*Escritor.
Profesor de la Universidad de Carabobo. Imagen: EFE/ Miguel Gutierrez