Gustavo Márquez Marín / Opinión
“To be, or not to be, that is the question”
Hamlet, William Shakespeare
Según los pronósticos de diversos sondeos de opinión, en las elecciones presidenciales del 28 de julio podría resultar triunfador el candidato Edmundo González Urrutia (EGU), quién entró en la escena electoral “en junta” con su tutora ad hoc, la lider de la derecha extremista libertaria par de Milei, María Corina Machado (MCM). Se trata de un “fenómeno electoral” nuevo en Venezuela que ha hecho posible lo que parecía imposible, que una persona desconocida para el común, que nunca había participado en las lides políticas ni ejercido u optado a cargos de elección popular alguno, en apenas pocas semanas ha subido como la espuma en preferencias de votos, posicionándose como favorito para desalojar del poder al régimen autoritario del partido-Estado presidido por Nicolás Maduro. Ésta metamorfosis kafkiana es producto de la “magia” del uso masivo de las redes sociales, alimentadas por el “Big Data” procesado por sistemas inteligentes, sutiles e intangibles, para ejecutar una costosa campaña de publicidad basada en la exacerbación de la emocionalidad destinada a moldear la opinión pública, como ocurrió con el “milagro electoral” de Obama ¿Recuerdan? Éste artificio, digno de un Houdini en el cenit de su carrera, ha desnudado las enormes grietas que tiene nuestra democracia en la era de la posverdad a la cual asistimos. Hubo un ensayo fugaz rutilante que probó la enorme eficacia de ésta “magia virtual” con la puesta en escena de Corina II. El trasfondo de éste juego de simulaciones que busca ilusionar a un pueblo que anhela un cambio político, es que el mango del sarten lo tiene el sector opositor liderado por MCM, identificado con la derecha extremista respaldada por el gobierno de EEUU y la internacional de la ultraderecha neoliberal que se expresa en el eje Milei-Vox-Trump-Natanyahu, caracterizada por tener un pensamiento supremacista, hegemónico y neoliberal.
La
campaña electoral de EGU es atípica porque no es él, sino MCM quién realiza los
recorridos y actos políticos solicitando el voto para él para que ella pueda
ser “presidenta”. Ésta jerga contiene implícito el metamensaje de que ella es
quién tiene los votos y la legitimidad, pero por haber sido inhabilitada
injustamente por el gobierno, será EGU quién estará formalmente en el cargo
ergo ella gobernará a través de él. Esto significa que el programa de gobierno
que se aplicará es el que MCM presentó a sus aliados en Washington, “Venezuela
tierra de Gracia”, construido desde una perspectiva neoliberal. Así mismo, la
concepción de la transición dominante será la contenida en el inconstitucional
“estatuto que rige la transición a la democracia”. que sirvió de “marco legal”
y político al espurio gobierno interino del títere pitiyanky Juan Guaidó, que
siguen considerando “vigente”. De hecho MCM no se ha pronunciado en contra y
tampoco respecto a que la Asamblea Nacional de 2015 se mantiene activa a pesar
de que su período venció en 2021 y su financiamiento se lo da el gobierno de
EEUU echando mano a los activos que ilegalmente le quitó al pueblo venezolano.
La campaña de la señora Machado tiene el propósito de promover un supuesto
“endoso”, del “capital electoral”, que acumuló luego de ganar en las primarias
de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), al novel candidato “emergente”
asumido por ella como su “alter ego” o sea, como “su otro yo”. Así se ha puesto
en escena la relación instrumental que mantiene EGU con la autodenominada
“líder de la oposición”, reconocida así por él mismo en sus primeras
apariciones en los medios de comunicación. Sin embargo, EGU ha venido
exhibiendo últimamente un discurso moderado, pausado y dialogal, aunque sin
deslindarse del discurso radical de su tutora, a la cual siempre se refiere
como la “líder fundamental” que lleva las riendas del proceso. Ésta dualidad
discursiva, llena de ambigüedades, no ha permitido despejar la sombra de dudas
que cae sobre la autonomía de su liderazgo.
En éste
escenario surge una duda razonable que nos interroga: ¿Será capaz EGU de saltar
de “actor suplente” a “actor principal” de la obra para interpretar el guion
original que llene las expectativas de todo el público y no solo de un sector
del auditorio? El único que tiene esa respuesta es el propio EGU. Ese es su
dilema shakesperiano, ser o no ser candidato “per se” con la conciencia y la
voluntad de impulsar una estrategia que haga posible que pasemos el río sin
ahogarnos en el intento y nadar aguas arriba hacia nuevos y mejores horizontes
de soberanía plena, democracia real y bienestar social. La principal
incertidumbre a despejar es si EGU tiene o no el talante, la visión de
estadista y la autonomía para conducir, en un escenario polarizado, un proceso
tan complejo de transición hacia el restablecimiento de la constitución y la
democracia. Se despejará ésta incógnita en la medida en que él demuestre con
gestos concretos, su disposición real a participar como “manager” y no como
“coach”, lo cual implica deslindarse del discurso radical de la señora Machado.
Alguien podría objetar que esa aspiración no tiene soporte real porque quién
posee la confianza y el respaldo de la mayoría del pueblo opositor no es él
sino ella. De hecho MCM le está diciendo a la gente que votando por Edmundo, su
“alter ego”, están votando por ella como “candidata presidencial”/ legítima, lo
cual supone una “identidad” entre ambos. Se infiere que quién tendrá la
representación popular es ella y no él, lo cual es una contradicción en sí
misma, porque la delegación de la soberanía popular se otorga intuitu personae
a través del sufragio y es intransferible. Por lo tanto, si EGU resulta electo
con el respaldo de los afectos a MCM y el resto de los electores independientes
o de otras tendencias políticas, sería él quien tendría la facultad y la
responsabilidad exclusiva e intransferible de gobernar atendiendo el mandato
del pueblo y la Constitución.
Por
cierto, el llamado “endoso” de los votos de MCM a EGU encierra un “paquete
chileno”, porque tal como revelan las encuestas serias que han hecho
seguimiento a la opinión pública desde 2023, se han identificado cuatro
tendencia sostenidas: La tendencia a la despolarización que se manifestó en la
reducción del sector donde se ubican los dos polos que se disputan el poder, el
gobierno y la oposición, e igualmente al ensanchamiento del sector no alineado
que se declara independiente. Ésta tendencia ha sido consistente con el
incremento progresivo de la pérdida de credibilidad y de confianza en los
partidos y en el liderazgo político de ambos polos, incluyendo el de MCM. La
segunda tendencia es hacia el crecimiento del rechazo al gobierno de Nicolás
Maduro hasta cifras del 80%, aunque ese rechazo no se había visto reflejado en
el crecimiento de la oposición pero si en el crecimiento de la predisposición a
la abstención. A partir del anuncio de adelanto de las elecciones
presidenciales para el 28J, se identificó una tercera tendencia que mostró el
incremento progresivo a la participación electoral. La cuarta tendencia que se
detectó es a la concentración del voto opositor a partir de las primarias de la
PUD donde resultó triunfadora MCM, la cual no solo exhibió su tradicional
postura inmediatista y disruptiva enblematizada en el “Maduro vete ya” de las
explosivas guarimbas de 2017, sino también, su deslinde radical con el
liderazgo tradicional de los partidos opositores del G4, especialmente de sus
líderes más conspicuos, los excandidatos presidenciales Henrique Capriles y
Manuel Rosales, quienes fueron objeto de una intensa campaña en las redes sociales
acusándolos de “alacranes” por haber negociado con el gobierno y los cuales
finalmente optaron por retirarse de la contienda. Ésto último le permitió a
MCM, a pesar de cargar con el estigma de haber estado en los últimos 20 año en
la primera plana de esa élite política opositora fracasada, irrumpir “renovada”
como la opción portadora de la “fuerza moral” para defenestrar del poder a
Maduro y su gobierno autoritario. La alta participación en las primarias como
antesala de las elecciones presidencias, fue consecuencia de la irrupción
parcial de la presión popular latente provocada por el rechazo al gobierno
autoritario de Maduro y la voluntad colectiva de cambiarlo a través del voto.
Luego de asumir “por ahora” la ruta electoral y lograr sintonizarse con ese
sentimiento del pueblo opositor, MCM fue legitimada cómo candidata presidencial
de ese sector de la oposición, a pesar de que sobre ella pesaba una
inhabilitación y la voluntad expresa del gobierno de impedir “a toda costa” su
participación en la elecciones del 28J. Eso se sabía antes de las primarias y
quizás por esa razón, tanto Capriles como Rosales se retiraron del proceso
interno y propusieron la búsqueda de una candidatura de consenso, pero más pudo
el deseo de MCM de imponer su liderazgo a troche y moche, que la búsqueda de un
acuerdo en la oposición para garantizar el triunfo.
Ante la
inhabilitación inconstitucional de MCM y el bloqueo por el CNE de su sustituta
Corina Yoris, ese sector de la oposición, en el que participa la organización política
“Vente Venezuela” en la que ella milita, la PUD decidió postular por unanimidad
a EGU como su candidato presidencial. Pero como señalamos antes, es MCM quien
viene actuando como “candidata presidencial de facto” bajo la premisa de que
ella es quien tiene la “legitimidad” y la capacidad de “endosar” su respaldo
electoral a su “alter ego”, cómo quien otorga un poder a otro para que lo
represente. El uso de la figura del “endoso” encierra el ácido de un profundo
desprecio elitista de la capacidad de discernimiento de nuestro pueblo. Pero si
EGU es electo el 28J será él quien recibirá la delegación del pueblo, a través
del sufragio, del poder para ejercer la jefatura del Estado, sin más
limitaciones que las establecidas en la Constitución y la ley, y él está
obligado a su estricto cumplimiento.
Artículo
5: “La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce
directamente a través de las formas previstas en esta Constitución y en la ley,
indirectamente mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder
Público. Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están
sometidos”
Para que
EGU se convierta en una opción “per se” con capacidad real, no solo de
canalizar el rechazo de más de 80% del pueblo venezolano al régimen autoritario
de Nicolás Maduro y su disposición al cambio político, sino también, de
convertirse en el conductor y facilitador de la transición hacia la
reunificación del país y la restitución del régimen constitucional para salvar
la república e iniciar el proceso de superación de la crisis, debe aprovechar
ésta posición inédita en la que lo colocó la historia, sin esguinces ni
disimulos y sin ínfulas de nuevo mesías o caudillo de ocasión, para asumir el
liderazgo que reclama la Nación con el propósito de impulsar la reconstrucción
del país sobre nuevas bases sostenibles, priorizando la atención de la
emergencia social compleja, y el restablecimiento de la institucionalidad
democrática, del estado de derecho y de justicia. Ser percibido como el “alter
ego de MCM lo convierte en el instrumento para la aplicación del proyecto
libertario neoliberal extremista y como intermediario de los grandes intereses
económico y políticos foráneos que ella encarna. Cuando EGU adhiere
incondicionalmente el liderazgo de MCM, está compartiendo el llamado que en distintos
momentos hizo ella a la intervención militar extranjera y a la aplicación de
sanciones económica muy duras contra el pueblo, por los gobiernos de EEUU,
Europa y de otros países. También está asumiendo su falta de sentido de
pertenencia y apego a la soberanía y autodeterminación de la Nación. No es
precisamente ella quién expresa la voluntad colectiva del soberano pueblo
Venezuela ni los intereses de la Nación, más allá de su popularidad pasajera
con su ropaje de “mesías salvadora”.
Si EGU
opta por no ser el alter ego de MCM y ser el candidato presidencial que impulse
un gobierno de unidad nacional y no solo de un sector de la oposición, debe
mostrar su disposición de ponerse al frente de una transición pacífica hacia la
restitución de la constitución y el restablecimiento de la democracia, a través
de un acuerdo de gobernabilidad negociado de coexistencia pacífica con el
gobierno, en el cual se den garantías satisfactorias para ambas partes en el
marco de la constitución. Debe ganarse la confianza de la Nación manifestando
su voluntad de trabajar para que cesen las confrontaciones estériles que nos
empobrecen e impiden salir de la crisis. Ese es el dilema de Edmundo. Ser o no
ser el líder de la transición pacífica hacia la democracia o aquel que actuó
como un instrumento de la ultraderecha neoliberal, para imponer su agenda
extremista, profundizando con ello la polarización y la crisis para truncar una
vez más las esperanzas del pueblo venezolano. El pueblo espera sus señales y
gestos que den la pauta de su compromiso.