Por Carlos
Lehder*
Nací el 7 de septiembre de 1949.
Días después, en ceremonia que tuvo lugar en la catedral de Armenia, capital
del departamento del Quindío (Colombia), me bautizaron con el nombre de Carlos
Enrique Lehder Rivas.
Mi padre, Guillermo Lehder, llegó
a Colombia en 1927, procedente de Alemania, su
país natal. Era ingeniero de una compañía alemana que diseñaba y construía
obras de infraestructura. Tuvo a su cargo la construcción de la vía férrea que
comunicaba a Pereira y Manizales, así como la estación del tren de esta última
ciudad, de la que era oriunda mi madre, Helena Rivas. Allí se
conocieron, se enamoraron, se casaron por la Iglesia católica y, tiempo
después, nacimos cuatro hijos. Desde ese entonces, mi padre residió en
Colombia; solo volaba esporádicamente a Alemania, con el propósito de visitar a
nuestros familiares.
Desde muy pequeño me consideraron el hijo rebelde, la oveja negra de la familia. Tuve todas las oportunidades de estudiar y seguir el camino que mi familia, con amor y esfuerzo, había trazado para mí, el cual incluía obtener un título universitario, pero por esas cosas misteriosas de la vida, no fue así. Muy joven me decidí por dejar a un lado el estudio y, curioso y ansioso, empezar a aventurar por fuera de Colombia, en el que para entonces veía como el país más importante y avanzado del mundo: los grandiosos Estados Unidos de América.
Comencé a quebrantar las leyes y,
al cabo de un tiempo, terminé en una prisión federal por dos años
En el país del norte caí en la
tentación del dólar fácil. Comencé a quebrantar las leyes y, al cabo de un
tiempo y como lo relato en este libro, terminé en una prisión federal por dos
años, para después ser deportado a Colombia. Pese al camino que elegí,
pude desarrollar una férrea disciplina personal, opté también por aprender de
personajes exitosos, ya fuera leyéndolos o conociéndolos, incluso trabajando
para ellos personalmente. Asimilé a fondo el lugar común de la sabiduría
popular, que reza así: «Con poca disciplina se obtienen pocos resultados, con
mediana disciplina se obtienen medianos resultados y con máxima disciplina se
obtienen máximos resultados». Arrepentido de no haber logrado un título
universitario, me concentré en tener éxito en todo aquello que yo me propusiera
con disciplina y planificación.
Y aunque el texto que usted tiene
en las manos contiene aspectos claves de mi vida, quiero ser claro en que este
libro, mucho más que mi biografía, es ante todo —como su título lo dice— la
historia nunca antes contada en primera persona de la más famosa, trascendental
y quizás poderosa organización dedicada al tráfico de cocaína que haya existido
en la historia de la humanidad.
Todos los hechos que se cuentan
aquí los viví en carne propia, como testigo presencial y protagonista de la
mayoría. Tomé parte en todas las aventuras —algunas criminales y otras no— que
se narran a lo largo del libro y que hoy componen el relato de una vida con
errores —muchos, sin duda— y aciertos —quizás menos—, pero llena de intensidad.
Me tomó muchísimos meses redactarlo, escribirlo y reescribirlo. Espero que le
permita, a quien se aproxime a él, no solo hacer un viaje interno, sino también
una reconstrucción emotiva de momentos de la historia reciente del país para
que no se repitan. Ojalá que mis memorias sirvan para que las nuevas
generaciones se enteren de primera mano de lo azaroso, traicionero y nocivo del
camino del narcotráfico. En él existen dos garantías, con muy contadas
excepciones: uno siempre terminará en la cárcel o en la funeraria. En cada
transacción o negocio uno se está jugando la vida misma; la autoridad, a la
larga, siempre ganará.
Algunos hijos de Suramérica pecamos
también al utilizar indebidamente el arbusto de la coca, la hoja sagrada del
Imperio inca.
Con frecuencia reflexiono acerca de
cómo la historia sagrada nos enseña que el Creador expulsó al hombre y a la
mujer del paraíso terrenal por haber comido del fruto del árbol prohibido.
Entonces, pienso que quizá nosotros, algunos hijos de Suramérica, pecamos
también al utilizar indebidamente el arbusto de la coca, la hoja sagrada
del Imperio inca.
Hoy puedo decir, con certeza y
conocimiento de causa, que me opongo a la legalización de las drogas ilegales,
excepto de la marihuana. Quiero ser muy claro en que ninguna droga ilegal, que
al consumirse en exceso pueda causar la muerte inmediata de un ser humano, se
debe legalizar, incluyendo la cocaína.
Con más de setenta años a cuestas,
actualmente me considero, pese a todo, un hombre común y corriente, a quien un
notable equilibrio mental y físico le permitió sobrevivir a extraordinarias
circunstancias adversas y letales. Ya purgué la sentencia que me impuso el
gobierno de Estados Unidos: treinta y tres años de confinamiento. Hoy en día,
reconozco que me equivoqué al escoger para mi vida esta profesión prohibida. A
pesar de tantos tropiezos, he cumplido siempre con mi palabra; creo que esa
garantía ha sido una de mis fórmulas y herramientas de superación. Vivo en
Alemania, mi segunda patria, como ciudadano contrito, rehabilitado, obediente a
las leyes y, por fin, libre.
En este país también he aprendido y
corroborado que, contrario a lo que en algún momento de mi vida consideré, los
atroces inhumanos excesos del nacionalsocialismo solo trajeron muerte, dolor e infamia
para este país y para el planeta entero.
Por el resto, mis plegarias.
Carlos Lehder
Frankfurt, Alemania, 6 de julio de 2023
*Carlos Lehder es mundialmente famoso por
haber sido uno de los fundadores y principales capos del cartel de Medellín,
tal vez el más singular del grupo, y el primero de ellos en ser extraditado a
los Estados Unidos, en 1987, luego de ser traicionado por Pablo Escobar
Gaviria, su socio y cabecilla indiscutible del cartel. Lehder fue
sentenciado a cadena perpetua y 135 años adicionales, que logró reducir por su
colaboración en el juicio de Estados Unidos contra el dictador panameño Manuel
Antonio Noriega. En el año 2020 fue liberado por su buen comportamiento, luego
de haber cumplido 33 años de condena.
Ya sin deudas con la justicia,
Lehder cuenta en este libro el paso a paso de su vida en la delincuencia, desde
que siendo todavía menor de edad vendía autos robados en Nueva York hasta la
manera en que, desde su isla de las Bahamas, revolucionó para siempre el
comercio ilegal de cocaína en el mundo, y explica finalmente cómo surgió,
prosperó y cayó en desgracia el infame cartel de Medellín. Las personas y los
hechos más representativos de esta historia inagotable cobran una nueva y
sorprendente luz en la voz de uno de sus legendarios protagonistas.