Por Carlos
Tablante
Es evidente
que el sentimiento de cambio que expresa la mayoría del pueblo venezolano se está
canalizando mediante la decisión firme de preservar la ruta electoral para
movilizar la rebelión de los votos que está en marcha y es imparable.
En todos los
estudios de opinión, la opción del continuismo madurista tiene más de un 75% de
rechazo. Esto anula el efecto del cóctel ventajista y fraudulento que ha sido
la trampa que en otros tiempos y eventos le dio resultados favorables al
régimen.
Para que ese
diseño clientelar funcione debe tener gente y hoy la base social del madurismo
está desmoralizada por la corrupción y las carencias.
La decisión de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) de convocar y gestionar la elección primaria, defender sus resultados, rescatar el derecho a postular con la tarjeta de la Unidad y resolver por consenso la sustitución de María Corina Machado (MCM) después de su inconstitucional inhabilitación son méritos en buena parte de esa alianza de partidos.
La
contribución de MCM va desde la aceptación de la primaria hasta su elección y
posterior actitud inteligente ante la inhabilitación, pasando por una campaña
exitosa que recoge auténticamente el sentimiento de cambio. Su aporte hay que
subrayarlo ya que añade una adaptación del discurso a la nueva realidad y un
activismo de calle valiente e impresionante con un mensaje incluyente que
convoca a la reconciliación y al reencuentro.
Edmundo
González Urrutia, en su rol de candidato presidencial, se ha convertido en la
principal bisagra de la alternativa unitaria logrando transmitir de manera
creíble su oferta de una transición en paz y sin traumas. Ha proclamado, cito:
“nos comprometemos a escuchar y actuar, a tender puente - no muros-, a sanar
heridas, a construir un futuro justo y próspero para todos. Nuestro compromiso
es con la reconciliación de los venezolanos”.
En fin, no ha
arrancado oficialmente la campaña y ya se está demostrando que la estrategia
participativa y pacífica moviliza más gente, evita la confrontación en el
terreno favorable a la autocracia y garantiza, en el peor de los casos, un
altísimo costo político para el autoritarismo a la hora de que éste considere
nuevamente el uso de zancadillas antidemocráticas e inconstitucionales.
La valentía
con la que pequeños propietarios y propietarias de pequeños hoteles, venta de
empanadas y hasta de curiaras del río Apure han reaccionado ante las
represalias del madurismo por haber apoyado a MCM sin miedo, llenan de heroísmo
la narrativa de esta gesta por la democracia y la libertad.
La amenaza de
la oligarquía oficialista de abortar las elecciones con un disfraz jurídico
desde el TSJ existe, pero el entorno internacional y la degradación por los
conflictos internos de la cúpula del régimen hacen poco probable que un
manotazo autocrático pueda cerrar la vía electoral.
No será una
fiesta democrática. Se trata de la confrontación con un régimen que apelará a
los abusos y a la escalada represiva como lo ha hecho con las detenciones
arbitrarias y la violación sistemática de los derechos humanos. A todo ello
debemos responder con un mensaje sereno y esperanzador.
En la medida
que se mantenga una campaña transversal en el mensaje y en la afirmación de un
liderazgo que exprese de manera auténtica la unidad política y descentralizada
en lo operativo, incluyendo la defensa del voto, la emoción, alimento
primordial del esfuerzo electoral, seguirá creciendo y fracturará el lecho de
la frágil roca que aún le queda al madurismo.
La familia
militar, que forma parte de la sociedad y está constituida en su mayoría por
personas de carne y hueso que también sufren la crisis, forzará definiciones
acerca de su papel institucional y su juramento ante una Constitución cuyo
artículo 328 define claramente las responsabilidades de la FAN.
Ya está
ocurriendo: Hace pocos días, el ministro de la Defensa Padrino López, en breve
y extraña alocución, usó dos veces la expresión "dirimir nuestras
diferencias”, refiriéndose a la defensa de las elecciones.
En la medida
en que la calle, en forma pacífica y organizada, siga expresando con emoción el
sentimiento de cambio, los mandos militares respetarán la salida institucional
y el autócrata no podrá recurrir a la fuerza para aplastar la voz del pueblo.
Si, a pesar
de ello, con una mínima capacidad coercitiva, el autócrata impone un adefesio
jurídico, siempre habrá la posibilidad de aprovechar la fuerza acumulada
obligándolo, con la presión internacional (producto de la emergencia
migratoria) a la medición voto a voto, escenario donde no tiene la más mínima
posibilidad.
La poderosa
movilización social que ofrece la ruta electoral, con la fortaleza de la
alternativa unitaria, la aspiración de cambio luce victoriosa pero aun debemos
lograr con el apoyo internacional que se acaten y respeten los resultados de
las elecciones presidenciales del próximo 28 de julio y avanzar también en el
marco del acuerdo de Barbados en una transición hacia la democracia a partir
del 10 de enero de 2025.