Gran parte de Venezuela
se niega a morir, Caracas no es la excepción.
Son tiempos difíciles y al mal tiempo buena cara.
El comerciante Freddy de Freitas impactado por la recesión,
se puso creativo para no cerrar o declararse en quiebra. La memoria de sus
ancestros lo exigía.
Junto a otros colegas e inspirados en la tradición religiosa
de la visita de los 7 templos o lugares sagrados de Jesucristo, se dijeron: por
lo general las esposas se iban o van a las iglesias y los hombres las esperaban
en los bares. Así se los contaron y suas, vino el clips para aumentar las
ventas. Buena idea, vinculada a la otra cultura e historia de Caracas.
Un bus bien acondicionado te espera en El Sambil de La Candelaria para recorrer del centro al oeste varios bares emblemáticos de esa parte de Caracas estigmatizada.
La primera parada es La Posada de Cervantes, luego el
Torero en Catia, un bar adornado con antigüedades que van desde el maletín de
José Gregorio Hernández hasta una colección de chuzos del viejo retén de Catia.
Sigue el Bar La Estación en Caño Amarillo, nos muestran la mesa donde se paró
Carlos Gardel para continuar su famosa gira hacía Maracay. Allí llegaba el tren
que venía de La Guaira. Sigue el Bar La Mata, uno de los más antiguos ( San
Agustín del Norte). Nos muestran el permiso número 2 para vender licores en
Venezuela. En el Bar las Lavadoras ( nada que ver con blanqueo de dinero) aquí
entre el patio de bolas y la salsa te agarra la madrugada sin darte cuenta;
queda en San Agustín del Sur. Por los lados de Sarria nos llevan al Bar La
Especial, a veces hay sorpresas: Oscar de León les hace una visita inesperada.
Finalizamos la agenda de bares pintorescos y muy alegres en
la Pastora Bar Las Delicias.
Por si es poco, un amable, simpático y melómano guía va
animando en el bus (lo pueden imaginar) y de vez en cuando grita: " Se
puede acabar el agua en las playas de La Guaira, pero aquí no se acaba la
cerveza. Azúcarrrrr".
Cuando uno cree que la ruta ha terminado, que va: llegamos a
la Arepera el Muerto, famosa en el centro de Caracas. Allí nos hidratan y
viene la fiesta callejera. En todo el recorrido la seguridad es total. Lo dejo
a la imaginación de cada quien.
Esa baraja de Caracas no la tenía y la recomiendo.
Todo por 80 dólares que no enriquecen ni empobrecen a nadie.
Olvidé algo. Hay una sola condición: espíritu aventurero y
ganas de vivir.
Nos vemos por ahí.