Alejandro Millán Valencia - BBC News Mundo
Según el relato en el que fundan sus creencias los
cristianos, Jesús de Nazaret murió crucificado por orden del entonces prefecto
romano en Judea, Poncio Pilato, y su tránsito hasta esa muerte -una serie de
episodios conocidos como la Pasión- es uno de los elementos centrales que se
conmemoran en la Semana Santa.
Tan central fue la crucifixión en la historia del
cristianismo, que la cruz finalmente se convirtió en el símbolo de las
religiones que profesan devoción a la figura de Jesucristo.
Pero ¿qué pasó con aquella cruz donde ocurrió su muerte?
Decenas de monasterios e iglesias alrededor del mundo señalan tener al menos un trozo de la llamada "vera cruz" en sus altares, para la alabanza de sus fieles.
Y muchos de ellos basan la veracidad del origen de sus reliquias
en textos de los siglos III y IV, que narran el hallazgo en
Jerusalén del trozo de madera preciso donde fue ejecutado Jesucristo por los
romanos.
"Ese relato, que incluye al emperador romano
Constantino y a su madre, Helena, fue el iniciador de esta historia de
la cruz de Cristo, que ha llegado hasta nuestros días", le explicó a BBC
Mundo Candida Moss, profesora de Historia de los Evangelios y Cristianismo
Temprano en la Universidad de Birmingham.
Está basado en los escritos de historiadores antiguos
como Gelasio de Cesarea o Jacobo de la Vorágine.
Pero para muchos de los historiadores actuales no determinan la autenticidad de
los trozos de madera que hoy vemos en varios templos alrededor del mundo -ni
pueden servir de confirmación de su procedencia.
"Muy probablemente ese madero no sea la cruz donde fue
crucificado Jesús, porque pudieron pasar muchas cosas con ese
pedazo de madera. Por ejemplo, que los romanos la hayan reutilizado para otra
crucifixión, en otro lugar y con otras personas", señala Moss.
Pero entonces, ¿por qué surgió la historia de la "vera
cruz" y por qué hay tantas piezas que supuestamente son parte del
"madero mayor"?
"(Por) el deseo de tener una cercanía física con algo
que creemos", le responde a BBC Mundo Mark Goodacre,
historiador y experto en temas del Nuevo Testamento de la Universidad de Duke,
en Estados Unidos.
"Las reliquias cristianas son más un deseo que algo
verídico".
La leyenda dorada
En la narración de los evangelios, después de la
muerte de Jesús en la cruz, su cuerpo fue llevado a un sepulcro en lo que hoy
es la Ciudad Vieja de Jerusalén.
Y durante casi 300 años no existió ninguna mención en el
relato cristiano a aquel trozo de madera.
Fue hacia el siglo IV que se cree que el obispo e historiador
Gelasio de Cesarea publicó un relato en su libro "La historia de
la Iglesia" sobre el hallazgo en Jerusalén de la "vera
cruz" por parte de Helena, santa de la Iglesia católica y,
además, la madre del emperador romano Constantino, quien impuso el cristianismo
como religión oficial del Imperio.
El relato, que es referenciado por otros historiadores y por
escritores como Jacobo de Vorágine en su "Leyenda dorada" del
siglo XIII, señala que Helena, enviada por su hijo para hallar la cruz de
Cristo, es llevada hasta un lugar cerca del monte Gólgota, donde se supone fue
crucificado Jesús, y allí se encuentra con tres cruces.
Algunas versiones señalan que Helena, al dudar de cuál sería
la verdadera, puso a una mujer enferma sobre cada una de las cruces y la que
finalmente curó a la mujer fue considerada auténtica.
Otros historiadores afirman que la reconoció porque era la
única de las tres que tenía signos de haber sido usada para una crucifixión con
clavos, dado que según el evangelio de Juan, Jesús fue el único que
fue crucificado con ese método en esa jornada.
"Todo este relato forma parte del afán por las reliquias
que comenzó a darse en el cristianismo durante los siglos III y IV",
apunta Goodacre.
El académico señala que los primeros cristianos no estaban
concentrados en buscar o preservar este tipo de objetos como fuente de su
devoción.
"Ningún cristiano durante el siglo I se puso a
coleccionar reliquias de Jesús", anotó.
"A medida que fue pasando el tiempo y el cristianismo se
fue expandiendo por el mundo de aquel entonces, estos creyentes comenzaron a
crear formas para tener alguna conexión física con quien consideran su
salvador", agrega el académico.
El origen de la búsqueda de esas reliquias tiene mucho que
ver con los mártires.
De acuerdo con los historiadores, el culto a los santos
comenzó a ser una tendencia dentro de la Iglesia y, por ejemplo, se estableció
tempranamente que los huesos de los mártires eran una evidencia del "poder
de Dios obrando en el mundo", produciendo milagros y
otros hechos que "probaban" la eficacia de la fe.
Y como Jesús había resucitado, no era posible buscar sus
huesos: según la Biblia, tras tres días en el sepulcro, su regreso
a la vida y posterior "ascensión al cielo" fue corporal. Con lo cual
no había sino objetos para vincularse con él, como la cruz y la corona de
espinas, entre otros.
"Ese espacio de tiempo, casi tres siglos después de la
muerte de Jesús, es lo que hace improbable que esos objetos que fueron
encontrados en Jerusalén, como la cruz donde murió o la corona de espinas, sean
los verdaderos", anota Goodacre.
"Si esto lo hubieran hecho los primeros
cristianos, que tuvieron un contacto más cercano con los hechos originales,
podríamos hablar de una posibilidad de que fueran reales, pero eso no sucedió
así".
Reliquias para llenar un barco
Parte de la cruz adjudicada a la misión de Helena fue llevada
a Roma (la otra se quedó en Jerusalén) y, de acuerdo con la
tradición, gran parte de los restos se encuentran conservados en la basílica
de la Santa Cruz de la capital italiana.
Con el "hallazgo", la expansión del
cristianismo por Europa durante la Edad Media y la cruz que se tornó
en el símbolo universal de esta religión, también comenzó la multiplicación de
fragmentos que fueron a parar a otros templos.
A estos fragmentos se los conoce como lignum
crucis ("madera de la cruz", en latín).
Además de la basílica de la Santa Cruz, las catedrales de
Cosenza, Nápoles y Génova, en Italia; el monasterio de Santo Toribio de Liébana
(que posee el trozo más grande), Santa Maria dels Turers y la basílica de la
Vera Cruz, entre otras, en España, afirman tener un fragmento del leño donde
fue ejecutado Jesucristo.
La abadía de Heiligenkreuz, en Austria, también guarda un
trozo, y otro segmento muy importante está en la iglesia de la Santa Cruz, en
Jerusalén.
Junto a la evidencia física, los concilios de Nicea, en el
siglo IV, y de Trento, en el siglo XVI, le dieron validez espiritual a la
devoción de estas reliquias, tanto que quedaron consignadas en el catecismo:
"El sentido religioso del pueblo cristiano ha encontrado,
en todo tiempo, su expresión en formas variadas de piedad en torno a la vida
sacramental de la Iglesia: tales como la veneración de las reliquias", se
puede leer en el punto 1674 de este tratado que consigna la doctrina de la Iglesia
católica.
Pero también indica que las reliquias en sí no son "objetos
de salvación", sino medios para lograr la intercesión y "los
beneficios por Jesucristo su Hijo, nuestro Señor, que es sólo nuestro redentor
y salvador".
Asimismo, la multiplicidad de fragmentos fue cuestionada en
su tiempo por varios pensadores.
El teólogo francés Juan Calvino señaló en el
siglo XVI, en medio de un auge del tráfico de reliquias donde abundaron los
trozos de la llamada "vera cruz" repartidos por iglesias y
monasterios, que "si quisiéramos recoger todo lo que se ha encontrado (de
la cruz), habría suficiente para cargar un gran barco".
Sin embargo, esta afirmación fue luego rebatida por varios
teólogos y científicos a lo largo de la historia.
Recientemente, Baima Bollone, catedrático de la
Universidad de Turín, señaló en un estudio que si se juntaran todos los fragmentos
que afirman ser parte de la cruz de Cristo "solo alcanzaríamos a reunir el
50% del tronco principal".
Veracidad
"Es muy probable que Helena haya encontrado un madero,
pero lo que también es muy probable es que alguien lo haya puesto en ese lugar
para dar una idea de que esa era la cruz donde Jesús murió", señala Moss.
La académica indica que hay otra dificultad para probar si
realmente estos trozos pertenecieron, al menos, a una crucifixión ocurrida
durante la época de Cristo.
"Por ejemplo, la datación por carbono, que sería una de
las primeras cosas que habría que hacer, es costosa y una iglesia promedio no
tiene los fondos para este tipo de trabajo", señala.
Y aunque fuera posible acceder a fondos para financiar un
estudio así, la investigación incluye afectar la integridad de la reliquia.
"A esto se le suma que la datación por carbono se
considera intrusiva y un poco destructiva. Incluso si solo se necesitan unos 10
miligramos de madera, de todos modos implica cortar un objeto sagrado",
anota Moss.
En 2010, el investigador estadounidense Joe Kickell, miembro
del Comité para la Investigación Escéptica, llevó a cabo un estudio
para determinar el origen de astillas que se consideraban parte de la
"vera cruz".
"No hay una sola evidencia que respalde que la cruz
hallada por Helena en Jerusalén, o por cualquier otra persona, sea la verdadera
cruz donde murió Jesús. La historia de la procedencia es ridícula. Y el
carácter milagroso de que se puede recomponer, no importa cuántos pedazos
saques de ella, también", escribió Kickell en su artículo "La
verdadera cruz: Chaucer, Calvino y los traficantes de reliquias".
Tanto para Moss como para Goodacre, la posibilidad de
encontrar la verdadera cruz de Cristo es muy remota.
"Es que partamos de algo: habría que hacer un trabajo
arqueológico, no teológico. Y aun así sería muy poco probable hallar el madero
de hace más de dos milenios", señala Goodacre.
En este sentido, para Moss las dificultades vienen incluso
del objeto que se estaría buscando.
"La palabra cruz tanto en griego como en latín se
referían a un árbol o un palo vertical donde se practicaba la tortura", aclaró la historiadora.
"O sea, posiblemente estemos hablando de un solo madero
o estaca, no del símbolo que conocemos actualmente".
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