Por Rafael
Narbona*
¿Qué es el mal
radical? Herir, torturar, humillar o asesinar a un inocente. Es
lo que se hizo durante las Cruzadas y los Autos de Fe, el mal llamado
descubrimiento de América, la explotación colonial de África y Asia, el
exterminio de los pueblos nativos de América del Norte, el genocidio armenio,
la Shoah, la Nakba, el genocidio de Ruanda, las dictaduras comunistas, la
guerra de Vietnam, las agresiones del imperialismo estadounidense en Oriente
Medio o las campañas de limpieza étnica en los Balcanes. Pido perdón por no
elaborar una lista más exhaustiva, pues sé que se han producido otras matanzas
a lo largo de la historia.
Ahora el mal radical está en Gaza. El execrable ataque terrorista de Hamás no justifica que se bombardee salvajemente a la población civil y se le corte el suministro de agua, comida, medicamentos o electricidad. Israel solo es el ejecutor de un plan concebido para convertir la región en un corredor comercial seguro que conecte India, Oriente Medio y Europa. Un proyecto que se completaría en un futuro con la construcción del Canal Ben Gurion, que intentaría absorber el tráfico marítimo del Canal de Suez.
Las grandes corporaciones, los
bancos y los fondos de inversión quieren controlar el gas, el petróleo y las
rutas comerciales de la zona. Mientras tanto, la industria armamentística
incrementa sus ganancias, abasteciendo de tanques, misiles, aviones de combate
y otros ingenios diabólicos.
El genocidio de Gaza ha
evidenciado que los valores democráticos de Occidente solo son una retórica
cínica y huera. La historia no se mueve por ideas, sino por intereses
económicos. Lo más triste es que se escribe con la sangre de los inocentes.
* Escritor y crítico literario español.