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11 julio, 2023

Un científico de Harvard asegura haber encontrado restos de una nave espacial extraterrestre

El siempre polémico Avi Loeb afirma que en su incursión en el Océano Pacífico halló unas «esférulas cósmicas» que se corresponderían con material artificial llegado de fuera de las fronteras del Sistema Solar

P. BIOSCA

Lejos de pararse, y a pesar de las críticas por parte de la comunidad científica, la búsqueda de civilizaciones extraterrestres por parte del físico de la Universidad de Harvard, Avi Loeb, no hace más que intensificarse. Después de afirmar que Oumuamua, el primer objeto interestelar captado por la tecnología humana, era en realidad una nave espacial alienígena varada, Loeb acaba de volver de una expedición al fondo del Océano Pacífico para encontrar restos de un misterioso meteorito, denominado IM1. Allí dice haber encontrado 50 pequeñas «esférulas cósmicas« que, según asegura, coinciden con los restos de un vehículo extraterrestre venido de más allá del Sistema Solar.

Todo comenzó en 2019, cuando al físico de Harvard, quien presidió el departamento de astronomía de Harvard de 2011 a 2020, y actualmente dirige el Proyecto Galileo en la misma universidad, le llamó la atención uno de los registros del Centro de Estudios de Objetos Cercanos a la Tierra (CNEOS, por sus siglas en inglés), de la NASA. En enero de 2014, el Departamento de Defensa de EE. UU. observó un meteorito que ingresó en la atmósfera terrestre y finalmente explotó sobre el Océano Pacífico Sur, cerca de Papúa Nueva Guinea. Fue bautizado como CNEOS 20140108 o IM1.

Este cuerpo llamó la atención Loeb porque viajaba muy rápido y, además, explotó mucho más bajo que la mayoría de los meteoritos. «El objeto era más duro que todas las otras rocas espaciales registradas en el mismo catálogo de la NASA, era un valor atípico en la resistencia del material», explicó para el medio The Independent.

Él y su colega de Harvard, Amir Siraj (astrofísico con el que ha firmado otros artículos, incluidos varios que señalan que Oumuamua es un objeto extraterrestre), calcularon con un 99,999 por ciento de confianza que IM1 había viajado a la Tierra desde otra estrella. Los resultados los publicaron en un artículo en la revista 'The Astrophysical Journal Letters'.

Más allá del papel

Ahí no acabó su interés sobre IM1 (que, según se señala en el anterior artículo, en realidad se trata de dos objetos, IM1 e IM2). Usando una combinación de datos del Departamento de Defensa y lecturas de sismología, Loeb calculó un área aproximada donde habían caído los restos del citado meteorito. De forma paralela, consiguió, de mano del magnate estadounidese Charles Hoskinson 1,5 millones de dólares (casi 1,4 millones de euros) de financiación para costearse una expedición que rescatase dicho material (y que incluía entre su equipo a Rob McCallum, el fundador de EYOS Expeditions y ex consultor de OceanGate que, además, había alertado sobre el sumergible Titán).

Para recolectar los restos, el grupo contaba con una especie de remolque magnético de un metro de ancho que era remolcado tras el barco, atrapando los fragmentos férreos. Una semana después del comienzo de la búsqueda, el equipo encontró unas «pequeñas perlas metálicas» de medio milímetro de diámetro. Al principio, el material se semejaba a fragmentos de hierro corroído; sin embargo, al analizarlo más en profundidad, el equipo determinó que lo más probable era que fueran una aleación de acero y titanio, también conocida como S5 o acero resistente a los golpes. La resistencia del acero S5 está muy por encima de la de los meteoritos de hierro, por lo que de ahí podría venir, según plantean, su origen artificial.

Voces discordantes

Las voces que no están de acuerdo con los argumentos de Loeb no se han hecho esperar. En un extenso artículo publicado en el portal The Conversation y escrito por la profesora en Ciencias Planetarias y Espaciales de la Open University, Mónica Grady, se ponen en tela de juicio muchos de las razones que el físico de Harvard esgrime. Por ejemplo, 'esférulas cósmicas' como las que ha encontrado el equipo de Loeb ya se habrían hallado en otras expediciones, si bien serían difíciles de identificar, ya que estos cuerpos habrían sido contaminados tras su llegada a la Tierra.

«Las gotas del espacio son esféricas porque se solidifican a partir del material fundido arrancado de la superficie de los meteoritos a medida que atraviesan la atmósfera», señala Grady. «Expediciones a lo largo del siglo XX han encontrado esferas cósmicas en el fondo del océano, pero se ha vuelto más difícil identificarlas (...) Sin un análisis real de la composición de las esférulas y una comparación con análisis de meteoritos (y contaminantes terrestres comunes), no es posible identificar ninguna como extraterrestre», señala.

En cuanto a ser el primer material originado fuera de nuestro Sistema Solar que la Humanidad tiene entre sus manos, Grady dice que es una afirmación falsa. «Esto simplemente no es cierto. Tenemos una gran cantidad de material interestelar en la Tierra. Es casi seguro que parte de él se encuentra en el fondo del océano, pero no en la forma recopilada por Loeb», señala.

Además, incide que el medio interestelar (el espacio entre las estrellas), no está vacío, sino que contiene varias moléculas diferentes que se originaron antes que nuestro vecindario cósmico. O los residuos de las estrellas que estuvieron antes que nuestro Sol y que explotaron en supernovas hace miles de millones de años. «Parte de este material viene en forma de diminutos diamantes o zafiros, raros recuerdos de estrellas que vivieron y murieron antes de que naciera el Sol. Estos granos se convirtieron en parte de la nube de polvo que colapsó para formar el Sistema Solar y finalmente fueron transportados a la Tierra en meteoritos».

¿Una nave extraterrestre?

En cuanto al origen extraterrestre y que se trate de restos de un vehículo alienígena, Grady indica que se necesitarían pruebas exhaustivas para analizar su composición y edad, además de descartar contaminación terrestre e incluso contaminación de material del propio Sistema Solar. La primera de las preguntas ha sido respondida: los exámenes preliminares muestran hierro con algunas trazas de metales y cantidades «insignificantes» de níquel, lo que apoyan la teoría de que no provienen de meteoritos dentro del Sistema Solar; sin embargo, para la investigadora de Open University, esto solo prueba que «lo más probable es que haya sido contaminado en la Tierra».

Loeb ha afirmado que analizará más en profundidad las muestras. «La prueba más convincente sería que una de estas esférulas fuese más antigua que el Sol, lo que la identificaría como interestelar», indica Grady. Sin embargo, y aunque esto sería algo muy destacable, sería muy difícil afirmar que su origen es artificial. «Para ello, no estoy segura de qué prueba sería lo suficientemente convincente. ¿Quizá el autógrafo del ingeniero alienígena que construyó la nave espacial?», dice la investigadora.

Loeb no rehúye la polémica

Sus afirmaciones sobre objetos extraterrestres han levantado un intenso debate entre la comunidad científica, si bien hay muchos que opinan que las pruebas en las que se basan sus argumentos son bastante endebles. Loeb ha calificado a todas estas voces discordantes en más de una ocasión como «personas estrechas de miras».

«En este asunto yo he decidido salir de la zona de confort, cosa que muchos no hacen -afirmó en una entrevista para ABC-. Sí, mis ideas son una especulación, pero una especulación muy probable y que es necesario investigar. Si hay extraterrestres avanzados, habrá tecnología, tanto actual como, más probable, de antiguas civilizaciones ya extintas. Se necesita una nueva disciplina en ciencia, la arqueología espacial. Tenemos un mensaje en una botella, y hay que descifrar ese mensaje. La civilización que la hizo podría estar muerta ya«.

En la foto, una de las 'esférulas cósmicas' halladas por Avi Loeb en el fondo del Pacífico, frente a Papúa Nueva Guinea AVI LOEB. Texto tomado de ABC / España.