Por Michonne / Opinión.
Si me preguntan yo tengo muchas
rabias acumuladas en contra de los 25 años de chavismo madurismo. Mi situación
laboral y financiera se han visto seriamente afectadas por un país en ruinas,
en el cual el bolívar y los salarios desaparecieron.
Mi familia y amigos andan
desperdigados por el mundo y eso, junto a mi situación financiera deplorable,
acabó con mi vida social.
Enfermarse es otra odisea en una
Venezuela sin instituciones y… la lista puede seguir: los niños muertos, uno
tras otro, en el JM de los Ríos sin tratamiento, la paralización del sistema de
trasplante de órganos, las escuelas y hospitales sin insumos, maestros,
médicos, enfermeros y personal administrativo, leyes laborales que no se
cumplen, gasolineras sin combustibles, ciudades con cortes de hasta 12 horas de
energía eléctrica al día, semanas sin una gota de agua por tubería y… pare de
contar.
El meollo
Este texto no es para enumerar lo
que tú y yo vivimos a diario. Eso lo sabemos de sobra. Este texto intenta ser
una reflexión del país que tenemos. La polarización es bestial y no es un
sinsentido. Incentivada desde el poder y aguas abajo se alimenta de
frustraciones, rabias y el propio contexto de cada venezolano dentro y fuera
del país.
Unos quieren acabar con los otros
y, nuevamente, lo entiendo. La incapacidad de entender al contrario lleva a
eso. En un principio negarse a entender que Chávez volvió visible a un sector
de la sociedad que, por décadas estuvo tras el telón de fondo.
El milico se alimentó de esa
rabia, esa impotencia y esa frustración de ese sector que aún hoy existe y lo
idolatra sin que ningún sector opositor haya podido hacer contacto o empatizar
con él para captar su simpatía o, al menos, su interés.
En la acera del frente está la
otra porción de gente (cada vez más numerosa, eso sí) que rechaza a ese
chavismo abusivo, violador de leyes, corrupto y que ha llevado a la ruina a
organizaciones otrora importantes en el ranking mundial como Pdvsa y las
empresas básicas de Guayana a ser cascarones vacíos y las casquivanas violadas
una y otra vez por una nueva clase de señores feudales con chatarreras no
ganadas en sus hombros.
¿Qué hacer?: ¿lo que queremos, lo
que debemos o lo factible?
En este escenario surgen,
obviamente, también dos aceras. Una quiere devorarse a la otra. Los invisibles
(hoy visibles) con una ilusión de empoderamiento temen perder su lugar de humo.
Al frente, la cosa no está tan
definida. Por un lado, están los que, a grito absurdo de “Maduro vete ya” y que
afirman tajantemente que con “dictadores no se negocia”, pero, al mismo tiempo
(y absurdamente) quieren que esos autoritarios no solo dejen el poder sino se
metan ellos mismos a la cárcel o se entreguen a la DEA, FBI, CIA, la interpol o
al Consejo Jedi.
También están lo que saben que
eso es un despropósito y están conscientes de que los dictadores no dejan el
poder porque los califiquen de tal.
En medio de estas dos aguas están
varios de los peores grupos: los que buscan hacer negocios, los incautos que se
creen por encima del bien y del mal y no entienden las arrecheras y razón de
ser de los dos grupos ya descritos y los que entienden perfectamente la
situación y no tienen ni puta idea de qué carajo hacer.
La guevonadita de hoy
Hasta aquí seguro muchos están de
acuerdo conmigo. Cuando se elige el menú para el cumpleaños de un ser querido
se desea hacer una parrilla de lomito, una paella, una bandeja de sushi o un
pasticho full de todo.
Sin embargo, a veces solo alcanza
pa una sopa de arvejas. La diferencia entre uno y otro menú es el amor que se
le pone a la preparación y a servirle la comida a la familia. Esto mismo aplica
àra lo que pasa en Venezuela.
¿Tenemos para la parrilla, la
paella y etc o para la sopa de arvejas? ¿Es lo que queremos o hay que trabajar
con lo que tenemos a veces tapándonos la nariz para no oler la putrefacción
alrededor? Esto es algo muy importante que TODO ACTOR POLÍTICO actual debe
entender.
De lo contrario, en lugar de
parrilla de lomito terminarán poniendo grasa y pellejo en las brasas y causando
diarrea a toda la familia. A veces hay que pactar con el diablo pa comer “lo
que haiga”.