SALAMU HAMUDI BACHRI* / Opinion
Un país
ocupante y anexionista, Israel, le reconoce a otro país ocupante y
anexionista, Marruecos, una supuesta soberanía sobre un territorio
no autónomo como es el Sáhara Occidental. Así es de simple, la
última maniobra entre el primero ministro judío Benjamin Netanyahu y
el rey Mohamed VI, cuyo modus operandi es calcado
a la carta que Pedro Sánchez le envió para materializar
su innegable giro copernicano sobre la última colonia en África.
Hasta el
momento no hay documentos oficiales, ni de parte de Sánchez ni de Netanyahu
sobre sus ilegales malabarismos. Solo misivas y comunicados hechos y cocinados
por el propio Palacio Real marroquí.
Rabat quiere
refugiarse en las embestidas a la legalidad y al sentido común que forman parte
del ADN israelí.
Pero aceptamos pulpo como mascota, sin aspavientos ni hipérboles, y digamos que hay un reconocimiento real por parte de Israel de esos hechos consumados. Desde luego, no es extraño, más bien es una costumbre. De sobra sabemos que el país sionista navega en una burbuja que le trae sin cuidado toda la legalidad internacional, y sigue navegando a contracorrientes frente a las resoluciones de las Naciones Unidas, el Derecho Internacional, sentencias judiciales, y todo aquello que el resto de los estados serios y soberanos se esfuerzan en respetar en pro de la estabilidad, el orden mundial y las reglas de convivencias.
Marruecos se
ufana de ese reconocimiento, al igual que lo hizo con un simple tweet del
expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, cuando ese lunático
manifestó, cual ganado, que el Sáhara es marroquí. Y hubo fiestas, brindis y
fuegos artificiales en casas del vecino del sur. Hasta que todo quedó en agua
de borrajas. Y ahora quiere refugiarse en las embestidas a la legalidad y al
sentido común que forman parte del ADN israelí. Pero en el fondo a Marruecos ni le ruboriza ni le
pone la carne de gallinas toda esa carambola. Ese ‘nuevo’ aliado nunca salió de
casa.
Desde que
comenzó el conflicto del Sáhara Occidental, en octubre de 1975, Israel siempre
ha estado ahí. Literalmente. Hassan II contó con la maquinaria israelí desde el
primer borrador sobre lo que más tarde sería llamada Marcha Verde, donde miles
de harapientos súbditos sujetaban la bandera sionista cuando se aproximaban a
la frontera de la antigua provincia española.
Hassan II
contó con la maquinaria israelí desde el primer borrador sobre lo que más tarde
sería llamada Marcha Verde
Marruecos
aprovechó su dilatada traición a los estados árabes en las guerras contra
Israel, para que éste le devolviera sus favores a base de eliminar al pueblo
saharaui, a través de un ingente apoyo militar, logístico, estrategia, e
incluso de personal y experiencia. Como muestra un botón: el muro más largo del
mundo que divide el Sáhara Occidental es idea de Israel.
Sin contar con los asesoramientos sobre el terreno en
la guerra que enfrentó al Frente Polisario y Marruecos.
Un conflicto armado que hace dos años y medio se reanudó, cuando el reino
alauí, violó el alto fuego pactado. Y de nuevo, apareció el socio judío a
través de sus asesinos drones, que pululan por el cielo saharaui, segando la
vida de cientos de inocentes, incluidos mauritanos y argelinos.
Y a pesar de
toda esa retahíla de que Marruecos con ese reconocimiento “estará en una
posición de fuerza”, que algunos vehemente periodistas y analistas nos quieren
vender cómo algo novedoso, el pueblo saharaui sigue ahí. Y el Frente Polisario
sigue con la misma determinación y fortaleza, tanto moral como militar. Recién
cumplido medio siglo de su existencia, el movimiento de liberación saharaui
cuenta con apoyo explícito de todos sus vecinos: Argelia, Túnez, Mauritania.
Dirige la República saharaui, un estado miembro fundador y permanente de la
Unión Africana. Y no solo en el continente negro hay simpatía y presencia.
Recién pintadas dos grandes embajadas en Colombia y Bolivia, junto con otras
legaciones en grandes países amigos y soberanos.
Mientras que
Marruecos, se siente aislado, convertido en un estado paria ganándose el
palmarés en chantaje, compra de voluntades, espionaje cibernético; chapuceando
en mares lejanos en búsqueda de amortiguar el duro golpe por el fin de los acuerdos de pesca con la Unión Europea, que
precisamente el Frente Polisario y el pueblo saharaui tumbaron con la legalidad
y el derecho internacional como armas.
La
colaboración sionista con Marruecos no puede ni podrá cambiar la naturalizar
jurídica ni militar del conflicto saharaui. El Sahara Occidental sigue siendo
un territorio en vía de descolonización hace cincuenta años, y lo seguirá
siéndolo hasta que el pueblo saharaui manifieste su voluntad de forma libre y
soberana, a través de un referéndum de autodeterminación. De su lado Israel; de
nuestro lado la legalidad. De su parte la ocupación, el expolio y la invasión,
de nuestra parte la dignidad, la razón y la fuerza moral.
*Salamu
Hamudi Bachri es responsable de Asuntos Políticos del
Frente Polisario en España.
Texto tomado
de El Independiente / España.