Por Mónica Gallo
María Laura Bello Valls está
literalmente al otro lado del mundo. Cuando yo tomo café recién levantada ella ya tiene dos horas
de haber almorzado. Cuadrar horarios para la entrevista y sortear los husos
horarios y los apagones de Corpoelec atrasaron esta entrevista una semana.
María Laura Bello es una médico
venezolana que egresó de la Escuela de Medicina de la Universidad de
Carabobo e hizo postgrado de pediatría en el Hospital Universitario de Caracas
y en la Universidad Central de Venezuela. Además cursó estudios de cardiología
infantil - una subespecialización - en el Hospital Cardiológico Infantil de Caracas dónde también realizó un posgrado en tomografías y resonancias de cardiopatías congénitas.
Hoy, muy tristemente, no presta sus servicios en ningún
hospital venezolano como seguramente quiso alguna vez al ser estudiante. No. En
la actualidad esta brillante y bella doctora venezolana es parte del sistema de salud pública de Arabia Saudita,
donde no solo es pediatra cardióloga infantil, sino también docente
universitario.
El
salto al Medio Oriente de María Laura Bello
A sus 40 años María Laura da clases en la Escuela de Medicina de la Universidad King
Saud Bin Abdulaziz For Health Science y trabaja en el hospital National Guard Healts Affairrs
perteneciente a al King Addulaziz Medical City.
Cuando le pregunto cómo carrizo fue a parar al otro lado del
planeta me dice que se postuló con entusiasmo, pero sin muchas expectativas a
la convocatoria de concurso para el cargo.
No es que no confiara en sus habilidades y su currículo, pero
era una convocatoria abierta y miles de
postulantes hacían lo propio.
Y… así fue. Ganó el cargo y Arabia Saudita abrió sus puertas a una de las miles de familias
venezolanas que se han ido buscando mejor calidad de vida.
Su trabajo en Arabia Saudita
En tierras lejanas se desempeña como profesional adjunta del Departamento de Cardiología Infantil.
Dicho en términos comprensibles, María Laura es quien evalúa y sigue la
evolución y salud de cada paciente pediátrico sometido a operaciones o
tratamientos del corazón. Es decir, cateterismos, cirugías y similares.
¿Por qué se fue hace ya diez años? Porque no se sentía segura
en un país donde andar por la calle con un teléfono móvil celular es un riesgo,
donde cada día decrecían las ofertas de
empleo y los sueldos comenzaban a mermar
hasta el punto de no alcanzar ni para comer.
“Mi esposo tenía ofertas de empleo en tres países
diferentes”, pero Arabia Saudita ofreció la mejor alternativa y hoy es el hogar
de ella y su familia.
Para ilustrar un poco, Arabia
Saudita es un reino islámico ubicado en el Medio Oriente. Se trata de una
monarquía absoluta que limita con Jordania, Irak, Emiratos árabes Unidos,
Qatar, Omán, Yemen y tiene salida al Golfo Pérsico y al Mar Rojo.
Los últimos registros demográficos oficiales son de 2021 y el
país tenía, en ese entonces, según el Banco
Mundial, cerca de 36 millones de habitantes.
Un
sistema de salud ejemplar
Para nosotros acá en el Sur de América, Arabia Saudita suena
lejana y de hecho lo es. Nos separan 8
husos horarios y, por lo tanto, igual número de horas.
“Los árabes” como solemos llamar en esta parte del mundo a
los saudíes tiene un sistema de salud que, a juicio de María Laura Bello es uno
de los más democráticos y eficaces del mundo.
“Absolutamente todos los
ciudadanos saudíes y los inmigrantes legales tiene acceso a la salud
gratuita y de alta calidad”.
La médico venezolana narra cómo la “monarquía absoluta atiende las necesidades de su población y le da
prioridad a la salud y a la educación”.
Me explicó que el “sistema de salud en Arabia Saudita es
completo y con acceso completamente gratuito para sus habitantes”.
Explica su caso como trabajadora legal extranjera y enfatiza
en que el Gobierno Saudí le dio
cobertura absoluta a ella y a su familia en los 5 hospitales que conforman el
grupo al cual pertenece el centro en el que ella trabaja.
“Agradezco que la crisis del
Covid19 me agarrara aquí (…) Arabia Saudita supo enfrentar a la
perfección los estragos de la pandemia dando atención oportuna a la población
que lo requería”.
Pero, no solo se trata de atención en salud. El gobierno
también tomo medidas para que todos los niños del país tuvieran acceso a internet y a una plataforma
única para no perder clases.
“Hasta en los sitios más remotos (aunque internet llega a
casi el 100% del país) se ejecutaron planes para que la educación
no se detuviera para que los escolares tuvieran sus 6 u 8 horas de clases al
día por medio de los canales de
televisión”.
Le pregunto por el sistema de salud saudí y me responde que
en todo el país hay hospitales de alta gama con equipos humanos y tecnológicos para diagnósticos y tratamientos y
cada día se construyen nuevos hospitales cada vez más especializados.
“Surgen centros enfocados al estudio y tratamiento de diversos tipos de cáncer, trasplantes, investigaciones
renales, hepáticas inmunología y alergias” y mucho más que pueden ser
referencia mundial.
Sin embargo, no solo se trata de construir hospitales por
doquier. Todo esto responde a un plan de requerimientos y estudios bien planificado que lo hace poseedor de más de 500 hospitales y 78 mil
camas.
Venezuela
en la otra acera: el caos
Si María Laura considera que Arabia Saudita tiene un sistema
de salud ejemplar que ofrece servicios gratuitos a sus habitantes para todo
tipo de situaciones y patologías, cuando le pido que hable del sistema de salud venezolano, lo ubica a
años luz, no solo del sistema saudí, sino del mismo sistema público de salud en
el cual ella se formó.
“Deprimente”. Esa es la palabra lapidaria que usa.
“Venezuela no da acceso a la salud, los hospitales o tienen ni siquiera lo
mínimo para funcionar” (…) “la gente debe llevar hasta una inyectadora”.
Destaca que “no es
posible que en una nación como Venezuela, el ciudadano de a pie no pueda
tener acceso a tratamientos para el cáncer (quimioterapia), no hay diálisis
para los enfermos renales ni tratamiento para los trasplantados”.
Asimismo, hace hincapié en la necesidad de que el gobierno venezolano invierta en tecnología
de punta para diagnósticos y tratamientos, pues los hospitales no poseen rayos
X, tomografías, ni lo básico para los exámenes que deben hacerse a los
pacientes.
Resalta
los niños que han muerto esperando quimioterapia, pero dice sentirse
“orgullosa de los médicos venezolanos que se quedaron a trabajar por esos
niños” (…) “no solo trabajan con las uñas, sino que tienen salarios de burla”.
Reflexiona unos segundos y corrige “no, no dan risa los
salarios de los médicos públicos en Venezuela, dan ganas de llorar.
Tan solo hace 10 años, cuando ella estaba aquí, en el “Hospital Universitario de Caracas
estaba completamente dotado” y pone de ejemplo a los pacientes pediátricos con
hidrocefalia que llegaban con infecciones de la válvula ventrículo‐peritoneales”.
(…) “El sistema público de salud venezolano nunca fue
perfecto, pero en 10 años se ha venido a
cero”, sentencia.
Venezuela,
su gente y sus sabores
Es pregunta obligada para todo inmigrante qué extraña de su
tierra. María Laura Bello extraña a su gente. Su “mamá, su abuela, sus tíos, primos y suegros”.
La lontananza de la
familia es quizás lo
más rudo de vivir en otro país”. También extraña el “aire de Venezuela”, sus
verdes en la vegetación, sus playas, su cielo, pero sobre todo sus sabores.
Dice que tiene todo a mano para cocinar platos venezolanos, pero el sabor no es el mismo. Tampoco
lo es compartirlo con la gente que se quiere.
¿Volverías a Venezuela? No lo sabe. Por supuesto que quisiera,
pero, por los momentos, no ve un futuro para sus hijos porque la calidad de
vida no existe, no hay seguridad ciudadana y desea que ellos ´puedan tener las
oportunidades que esta Venezuela golpeada le dio a ella para ser la brillante
pediatra cardióloga que hoy engalana la
salud pública de Arabia Saudita.