Por Mónica Gallo
Recientemente
hemos visto como los maestros venezolanos han impulsado diversas protestas
pacíficas que han abarrotado las calles, no solo de educadores, sino diversos
gremios solicitando salarios dignos. El sueldo promedio de un empleado público
en Venezuela no supera los 12 dólares. De hecho, rondan los 9,5.
En
días pasados sostuve una conversación con una maestra de cuarto grado, cuyo nombre no daré por razones obvias.
Tampoco diré en qué escuela trabaja. Lo único que daré a conocer es que el centro
educativo en cuestión es “privilegiado” porque está ubicado en una zona de
clase media-alta (si es que eso existe aún).
Las instalaciones de la escuela se han salvado de ser bandalizadas y mantienen una infraestructura que no se está cayendo, que tiene baños operativos y cuyos bebederos de agua tienen suministro. Una situación inusual en las escuelas públicas de Venezuela.
La
maestra en cuestión es una mujer joven,
brillante, pero, sobre todo, que ama su trabajo. Da clases en el turno de
la mañana, tarde y noche y, aunque no se lo pregunté, debe tener ingresos
adicionales porque se dedica en cuerpo y alma a sus alumnos.
El Ministerio del Poder
Popular para la Educación: primer enemigo de los maestros venezolanos
Los
maestros venezolanos tienen un sueldo de 10$. El Ministerio de Educación da ciertos lineamientos que
(supuestamente) buscan garantizar la educación gratuita y que los padres no se
vean obligados a pagar por nada. Entre ellos destacan:
No
pedir más de UN cuaderno para todas las materias
No
pedir uniformes
No
pedir libros de textos (ni siquiera oficiales)
No
solicitar material de oficina, ni papelería, ni fotocopias… nada
No
pedir contribuciones ni en efectivo, ni en insumos, ni dotación.
Esto
tendría sentido si el ministerio de
educación (minúsculas a propósito) dotara a la escuelas de material,
limpieza, mantenimiento, bibliotecas, salas de internet y diera todo lo
necesario para que los niños tengan un proceso de aprendizaje con todas las
herramientas necesarias.
Pero
no, la realidad es otra. Las escuelas no tienen nada y cuando digo nada es
NADA. Ni siquiera jabón y cloro para
lavar las pocetas (inodoros).
En
la escuela que yo conozco y en cuyo caso me centro, esta maestra (que me pidió
10 mil veces no dar su nombre por temor
a represalias) se tomó la molestia de elaborar un presupuesto para
cortinas, limpiadores (los vidrios de las ventanas están tan sucios que dan
asco), aire acondicionado y un mínimo material de papelería y libros para armar
una pequeña biblioteca.
Reunió
a los padres para discutir el
presupuesto y pedir una contribución. Había dos modalidades para colaborar.
La primera dar 4 dólares, la segunda llevar el material (tela para las
cortinas, papel, creyones, marcadores, lápices, etc.) o comprar y ayudar a
instalar el aire que ella quiere poner en su salón.
A algunos padres les pareció un abuso que
la maestra pidiera plata y se quejaron ante las “autoridades”. ¿El resultado?
El resto de los representantes que estuvo de acuerdo correrá con los gastos.
Un pedestal para los
maestros venezolanos
No,
es una estupidez pedir un pedestal. Es un decir balurdo de nosotros los periodistas
que queremos sacar del sombrero palabras
bonitas. Los maestros venezolanos no quieren un coño de pedestal. Ellos quieren
una escuela dotada, alumnos alimentados y un sueldo decente para vivir sin
mendigar los zapatos de Manacho que la lavadora con forro anuncia en cadena
nacional.
Esta
maestra tiene carro (lujo que pocos pueden tener y mantener) va semanalmente a la biblioteca pública
(pagando la gasolina que le sale más cara que el sueldo) y saca los libros que
estén disponibles en cantidad suficiente para que los niños lean.
De
esta manera se asegura de tener libros
de texto iguales para todos y evaluar comprensión lectora en cuarto grado.
Le dijo que por qué no imprimía textos de internet y les sacaba copia y dijo
que los padres no querían pagar por eso.
Mientras
hablábamos de eso, llego la mamá de un niño en una camioneta Blazer último modelo con extensiones en el cabello, uñas
acrílicas y maquillaje de peluquería. Ella es de las que se niega a pagar 4
dólares para que su hijo tenga educación de calidad. Intercambiamos miradas de
perplejidad.
¿Y el socialismo? ¿Y la
Constitución?
Una
de las acepciones de socialismo del Diccionario
de la Real Academia de la Lengua Española, que los jerarcas chavistas
maduristas dicen profesar reza textualmente lo siguiente:
“Teoría
económica y política del filósofo alemán K. Marx, que desarrolla los principios
de igualdad política, social y económica de todos los seres humanos”.
Por
su parte, la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela destaca en su artículo 102 destaca (textualmente
también) esto:
“La
educación es un derecho humano y un deber social fundamental, es democrática,
gratuita y obligatoria. El Estado la asumirá como función indeclinable y de
máximo interés en todos sus niveles y modalidades, y como instrumento del
conocimiento científico, humanístico y tecnológico al servicio de la sociedad.
La educación es un servicio público y está fundamentada en el respeto a todas
las corrientes del pensamiento, con la finalidad de desarrollar el potencial
creativo de cada ser humano y el pleno ejercicio de su personalidad en una
sociedad democrática basada en la valoración ética del trabajo y en la
participación activa, consciente y solidaria en los procesos de transformación
social consustanciados con los valores de la identidad nacional, y con una
visión latinoamericana y universal. El Estado, con la participación de las
familias y la sociedad, promoverá el proceso de educación ciudadana de acuerdo
con los principios contenidos de esta Constitución y en la ley”.
De
verdad no tengo que explicar que para los
efectos prácticos (y en Venezuela) esto es pura paja. No hay igualdad,
cuando en los colegios privados (dígales colegios y no escuelas porque son de
burgueses), los niños bien alimentados van a sitios con aire acondicionado y
bien dotados y en las escuelas (dígale escuelas porque son para pobres
marginados), los niños no tienen ni qué
comer, ni cómo vestirse y mucho menos cómo aprender.
El socialismo es un espejismo y palabras
vacías para discursos por cadenas de TV. En cuanto al artículo
102 de la Constitución con el remoquete de “educación gratuita y obligatoria”. Sí
que lo es, pero, ¿a qué costo? Es gratuita como producto final, pero sale caro
para niños que no se educan y maestros que pagan las consecuencias.
¿Mi maestra de cuarto grado es la
excepción a la regla? ¿Todos los maestros venezolanos son como ella?
No lo sé. El salón de mi maestra de cuarto grado que va a la biblioteca a
buscar libros, quiere pintar, poner cortinas y aire es afortunado.
No
sé cuántos maestros venezolanos (no solo de cuarto grado sino de preescolar
hasta quinto año) tengan la misma vocación
y amor por su profesión. Tal vez muchas, pero no todas puedan lograrlo.
Muchas deben compartir la dedicación, pero también muchas la vida cotidiana las
revuelque y golpee buscando cómo sobrevivir y no puedan materializar esa
consagración a una profesión tan valiosa.
Mientras,
se cuela la foto en RRSS de la camionetota
Toyota blanca (¿blindada?) de miles de dólares que la ministra Yelitze
Santaella maneja cuando pide a los maestros venezolanos que entiendan que no
hay presupuesto para un sueldo decente…