CENTENARIO DEL HALLAZGO DE LA TUMBA DE TUTANKAMÓN
Ha sido estrella del celuloide, protagonista de exposiciones
por doquier y reclamo publicitario. Se necesitaría una vida para leer lo que se
ha escrito de él. Tutankamón ha vivido peligrosamente el siglo
de su descubrimiento. Tres milenios bajo las arenas de Egipto han conducido al
faraón niño a un estrellato sin parangón, elevado a icono de la cultura de
masas.
El
monarca despierta aún un furor que carece de comparación con sus vecinos del
Valle de los Reyes. Goza de la expectación de un viejo rockero,
capaz de trascender las modas pasajeras. “Tutankamón se ha convertido en una
celebridad del antiguo Egipto”, relata a El Independiente Joyce
Tyldesley, profesora de egiptología del Museo de Manchester y autora del
recién publicado ‘Tutankhamun; Pharaoh. Icon. Enigma’. “El rostro
de su máscara funeraria es ampliamente reconocido hoy entre quienes no son
egiptólogos y las exposiciones itinerantes de sus objetos arrastran a grandes
masas”, explica.
Una opinión que comparte el también egiptólogo Bob Brier, autor del interesante ensayo ‘Egyptomania‘, un recorrido por la fascinación que despierta la civilización faraónica. En noviembre de 1922, tras siete largos años de excavaciones, el británico Howard Carter halló la tumba de Tutankamón. El reinado del monarca fue breve y absolutamente intrascendente: llegó al trono con 12 años y murió cuando rondaba los 20. Pero su enterramiento ha sido el único de los hallados en el Valle de los Reyes que ha estado ajeno al pillaje durante más de tres milenios.
Circo mediático
El tesoro fue formidable. Más de 5.000 objetos se amontonaban
en los 110 metros cuadrados en los que se desarrollaba la vida de ultratumba de
Tutankamón. Para hacer inventario de aquel fantástico relato, periodistas y
fotógrafos acamparon en Luxor y los diarios británicos publicaron reportajes
semanales de los enviados especiales a la geografía escarpada del Valle de los
Reyes. La hemeroteca española también guarda reseñas de aquella insólita
fiebre.
“El descubrimiento de la tumba intacta fue el mayor impulso
que ha conocido jamás la Egiptomanía. Piensen todo el ruido que despierta aún
hoy cuando sus tesoros se van de gira”, comenta Brier. Los bolos por Estados
Unidos, Europa, Australia y Japón han reportado a las arcas egipcias cientos de
millones de dólares. “Una de las cosas que diferencia a Egipto de otras
civilizaciones antiguas es que tenemos maravillosas historias para contar. Por
ejemplo, el fabuloso descubrimiento de los tesoros de Tutankamón. A todo el
mundo le gusta escuchar sobre el hallazgo de una tumba y el ajuar que
contiene”, replica Brier.
Sin pretenderlo, Tutankamón “ha ayudado a la industria
turística de Egipto, atrayendo a visitantes al Valle de los Reyes”. “Por
desgracia, este foco en él ha significado que otros reyes han sido ignorados
por el público general”, desliza Tyldesley. A su juicio, una combinación de
factores explica que el faraón niño siga fascinando al mundo. “Es el
único rey cuya tumba ha sido encontrada sustancialmente intacta en el Valle de
los Reyes, rodeada de preciosos objetos”, arguye. “En el nivel
más simple, a todos nos fascinan la búsqueda del tesoro y los cuentos de
riqueza, realeza y vidas exóticas”.
Una combinación de factores
También ha contribuido a ese halo de misterio que aún
desprende Tutankamón las teorías de maldiciones que rodean supuestamente a los
responsables de haber quebrado su descanso eterno. “Resulta irónico que uno de
los faraones menos notables del antiguo Egipto se haya convertido en el más
famoso en la imaginación moderna”, subraya en conversación con este
diario Toby Wilkinson, autor de ‘Tutankhamun’s Trumpet:
Ancient Egypt in 100 Objects from the Boy-King’s Tomb’.
“Sus tesoros -esas
‘cosas maravillosas’- combinados con su trágica historia del faraón niño ha
garantizado su fama y popularidad”, indica el egiptólogo. “Su rostro es
extrañamente familiar hoy, incluso cuando la civilización que él representa
resulta exótica, misteriosa y remota. Es una dicotomía que proporciona a
Tutankamón su eterna popularidad”.
Su carrera hacia la fama resultó meteórica, empujada por una
coyuntura marcada por la necesidad de hallar ilusiones colectivas. “Al público
mundial le fascinó el descubrimiento, que acaeció en un tiempo, poco
después de la I Guerra Mundial, con unas comunicaciones que
hicieron posible ‘ver’ el progreso de la excavación a través de los periódicos
y ocasionalmente a través de cortometrajes”, rememora Tyldesley. “Aquello,
unido a la exhibición del busto de Nefertiti, posiblemente la madre de
Tutankamón, en Berlín ayudó a propagar el gran interés por el pasado de Egipto
en general y este periodo de la historia egipcia en particular”.
Esa pasión por lo egipcio y oriental tiene mucho del hombre
moderno en busca de aventuras y exploración y de intentar entender el pasado
como algo exótico
La era de masas
El egiptólogo Antonio J. Morales, director de la
misión de la Universidad de Alcalá de Henares (España) que excava en Luxor,
considera, en cambio, que “el mundo que conocemos hoy procede de la tradición
grecolatina, que creó ya un interés que impactó mucho en los ciudadanos y los
interesados por el pasado desde muchos siglos antes”. “Ya en el Renacimiento
hay un interés por entender el mundo egipcio. Se cumplen cien años del hallazgo
de Tutankamón pero también doscientos años del descubrimiento de la piedra
Rosetta. Y eso explica que el interés por traducir y entender viene de mucho
antes y esa pasión por lo egipcio y oriental tiene mucho del hombre moderno en
busca de aventuras y exploración y de intentar entender el pasado como algo
exótico en el que descubrir nuevas sociedades y maneras de entender la vida”.
A juicio de Wilkinson, el hallazgo fue “el primer
acontecimiento de nuestra era de masas, generando un interés popular por el
antiguo Egipto que jamás ha desaparecido”. Hollywood aprovechó rápidamente su
tirón mediático. En 1932 ‘The Mummy’, dirigida por Boris
Karloff y rodada en un cañón al norte de Los Ángeles, abrió el camino.
“Fue un gran éxito financiero. Estaba basada en el descubrimiento de la tumba
de Tutankamón”, recuerda Brier. Los estudios Universal firmaron hasta cuatro
secuelas y el cine británico también se apuntó al frenesí con sinopsis
similares: una princesa fallece, el amante trata de resucitarla y muere como
castigo a su transgresión.
También triunfó en la música. Apenas unos meses después de su
irrupción como icono, apareció un tema ‘Old King Tut’ (El
viejo rey Tut) que el tiempo acabó enterrando. El mundo supo después que el
monarca era apenas un adolescente cuando emprendió su vida hacia el Más Allá.
Inspirados en el éxito, otras discográficas estadounidenses se sumaron a las
canciones dedicadas al faraón. Fue apenas el principio de su estrella,
convertida en un rentable negocio de mercadotecnia que todavía pervive.
“La civilización del antiguo Egipto tiene un áurea especial.
Su antigüedad, longevidad y su exotismo le han proporcionado un lugar especial
en la imaginación occidental, desde el amanecer de la Egiptología a finales del
siglo XVIII”, opina Wilkinson. “Desde entonces, doscientos años de
descubrimientos arqueológicos han incrementado la fascinación pública por la
cultura y la tierra de los faraones. Tutankamón se ha convertido en el símbolo
último del antiguo Egipto, gracias al hallazgo de su tumba y una serie de
exposiciones itinerantes. El hecho de que solo tuviera 20 años cuando murió
añade únicamente más misticismo a su figura”, concluye.
Tomado de El Independiente / España. Imagen: