Por Samuel Ruh / Opinión*
De veras que no tengo ideas de si lo que voy a decir en las próximas líneas no es nada político, vaya usted a saber si más bien resulta que es más anti político que político, o será que a uno la impaciencia lo carcome por dentro y la arrechera que produce la lentitud e inercia con la que actúan los organismos internacionales es para reventarse, pero lo que si se me van pareciendo es que cada vez parecen convertirse en pura paja esas actuaciones de esos organismos y muy especialmente los de la Corte Penal Internacional ya que esos más bien me hacen recordar aquella sabrosa guaracha del pasíto tun tun, o mejor dicho, la de un pasíto para adelante y otro para atrás.
De repente y por ejemplo, las
noticias nos traen a un Maduro tambaleante y mareado a la orilla del cráter del
volcán Krakatoa, el mismo que queda al este de Java en las lejanas
tierras de Indonesia, y de repente cuando parece irse barranco abajo
aparece Macrón con su caríta de ratón de bodega dándole la mano en un evento
mundial en contra del recalentamiento de la corteza terrestre, siendo
Maduro el nuevo gran depredador de la amazonia.
Cuando ya lo creíamos frito en
aceite y en una ergástula medioeval preso y pagando sus penas, reflota como una
gigantesca pelota de anime gracias a la mullida colchoneta tendida a sus pies
por Macron.
Ya no se puede creer en nadie,
estás contradicciones me hacen recordar que estos organismos internacionales,
sus eventos y procesos, se asemejan a aquellos entierros de pobres que
tanto se veían en los pueblos y que partían de la funeraria a las 9,am,
terminaban llegando al camposanto al anochecer motivado a aquella macabra
manía de los cargadores de la urna, que entre palos de aguardiente y
ron, aplicaban aquella sirverguenzona táctica dilatoria de un pasíto para
adelante y otro para atrás.
Estoy con Andrés Velásquez.
*Las opiniones contenidas en este artículo son de la exclusiva responsabilidad del autor.