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28 septiembre, 2022

En el país del "fascismo eterno", la ultraderecha siempre regresa

Por Loris Campetti * / opinión.

Algunas veces ellos regresan. El centenario de la marcha fascista sobre Roma ¿será festejado el 27 de octubre en la sede del gobierno italiano? Quizá Giorgia Meloni --amiga de los franquistas de Vox y de Le Pen, de racistas húngaros, de nacionalistas polacos, con simpatías hacia Trump-- no saldrá al balcón del Palacio Chigi para agitar la bandera fascista para no asustar demasiado a la Banca Central Europea y a la UE, pero el champagne, ese sí, ya fue descorchado. 

La elección del 25 de septiembre rediseñó Italia cambiando los colores: por primera vez una mujer dirige el gobierno, una buena noticia si no fuera que esa mujer es hija de la tradición fascista. Hermanos de Italia arruinó el país, arrasó las regiones rojas y humilló el Partido Democrático (PD) que cayó al 19 por ciento. La centro-derecha de Hermanos de Italia, la Liga y Forza Italia, de centro tiene muy poco y ese poco se llama Berlusconi, el empresario de la política que fue el primero en legitimar a los fascistas en el lejano 1994. De 105 provincias conquistó 98 y en ninguna región tiene mayoría la centro-izquierda. Ni siquiera en Emilia, ni en Toscana. Giorgia Meloni --desguazado el electorado de la Liga-- con el 26 por ciento tiene más votos que sus socios todos juntos. Salvini se derrumbó al 8,9% y es uno de los dos perdedores; el otro es el PD. 

Entre los vencedores, además de Meloni, está Giuseppe Conte, el mismo que los medios y los políticos opositores daban por muerto, fue capaz de renunciar al Movimiento 5 Stelle (M5S) y se convirtió en primer partido en todas las regiones meridionales, arrancando un 15,6% a nivel nacional y acercándose al partido de (Enrico) Letta (N.d.R: líder de la centro izquierda) gracias a un claro giro a la izquierda.

El primer partido de Italia no es Hermanos de Italia, sino la abstención, en su nivel histórico más alto, 36%, y 50% entre los jóvenes. La ruptura entre sociedad civil y política debe hacer reflexionar, en particular a la izquierda que más sufre el desinterés. Las razones ya fueron dichas: las crecientes desigualdades que llevan a los ricos a ser cada vez más ricos y los pobres más pobres; la única ley en contratendencia de los últimos años es una ayuda social que impidió la explosión de la rabia de los más vulnerables de la sociedad, que viven en su mayoría en el sur. Y esto explica la victoria del M5S debajo del Tíber. 

El primer objetivo de Meloni es abolir ese subsidio, y Conte se encontró solo para defenderlo. Lo que ayuda a entender tanto el abstencionismo como la derrota del PD es la desaparición del trabajo en las agendas de la política y de la izquierda. La "jobs act" (ley de empleo), que precariza el trabajo eliminando derechos y futuro, y desencadenando la guerra entre los pobres, lleva la firma del ex secretario del PD, Matteo Renzi, demoledor del Estatuto de los trabajadores (dado que el ataque a la Constitución nacida de la Resistencia al nazi-fascismo no le salió).

La reforma que llevó a 67 años la edad jubilatoria lleva la firma, entre otros, del PD, que buscó su consenso en el centro, entre las clases burguesas. Se llamaba el partido de la ZTL (zona de tránsito limitado), ahora ya perdió consenso también ahí. En parte lo cedió al M5S que Letta pretendía devorarse, en parte a la derecha con la llegada a la escena de Calenda y Renzi, dos tránsfugas y desertores egocéntricos que no llegaron más allá del 7,7%, pero que contribuyeron a la victoria de la derecha. Letta anunció que dirigirá el partido solamente hasta el congreso y así será el octavo secretario desde el nacimiento del PD en 2007 en dejar el cargo. 

Se impone la pregunta, ¿todavía se puede refundar el PD? A izquierda, la pulverización de los pequeños partidos quitó credibilidad a toda hipótesis de alternativa. La experiencia francesa de Melénchon no dejó enseñanza alguna. En definitiva, es la ley electoral liberticida, el "Rosatellum", tal el nombre de su inventor. Una ley fraudulenta que concede a quien tenga el 44% de los votos la llegada a las dos cámaras parlamentarias con el 60% de los electos. Rosato, que estaba en el PD al momento de la puesta en marcha, entró con Renzi. 

La ley reserva la elección de los diputados a las secretarías de los partidos, aboliendo el voto de preferencia. Letta no hizo nada para cambiarla. El Rosatellum ha tenido un efecto aún más negativo con la reducción del 40% del número de parlamentarios, quitando todas las posibilidades a las fuerzas menores. Letta convocó a los votantes a defender Italia del fascismo que resurge, con un llamado a la unidad anti fascista. Pero entonces ¿cómo se explica la decisión de cortar todo puente con el M5S, entregando así el país a quienes decía querer combatir?

La resistencia de Conte, por otro lado, ha impedido que Meloni metiera manos en dos tercios de los escaños, con los cuales habría podido cambiar ella sola la Constitución. De esta manera, en el país del fascismo eterno, por citar a Umberto Eco, siempre en busca del hombre (o la mujer) fuerte, la derecha ha conquistado el gobierno. Un país que vive un momento dramático, luego de la pandemia y la guerra en Ucrania que vio al gobierno de Draghi en primera fila de la ubicación Atlántica y en el envío de armas a Kiev, mientras las boletas de luz y gas se disparaban hasta las estrellas.

La derecha está dividida entre los filo OTAN y los partidarios de Putin, poco europea, nacionalista, militarista, xenófoba, antiobrera, machista aunque ahora esté propulsada por energía femenina, pero unida en batalla. ¿Unida hasta cuándo? Ya en la composición del gobierno se entenderá mejor su ubicación internacional. Meloni es fascistoide pero no tonta, sabe que el país corre el riesgo del abismo económico y la explosión social. Tendrá que mantener a raya a los ultraliberales y los saludos romanos que despliegan en sus frentes.

*Loris Campetti es periodista italiano. Trabajó en el diario Il Manifesto

Traducción: Adriana Meyer – Tomado de Página 12 / Argentina.