Por Boaventura de Sousa Santos
/ Opinión
Cada vez que la democracia entra en el
imaginario popular como instrumento para luchar contra la injusticia
social, se convierte en blanco de fuerzas antidemocráticas, una amplia gama
de fuerzas nacionales e internacionales con diferentes matices políticos que
van desde los nuevos movimientos fascistas y neonazis hasta
los sectores capitalistas y las élites más retrógradas de los
países. Esta es la conclusión que se puede extraer (una vez más) de los
acontecimientos más recientes en América Latina. El
1 de septiembre, la expresidenta y actual vicepresidenta de Argentina, Cristina
Fernández de Kirchner, fue víctima de un intento de asesinato por
parte de un individuo neonazi. El día 4, el borrador de la nueva
constitución de Chile fue rechazado por el 61,86% de los votos contra
el 38,14% después de un campo dominado por la política del odio, las
noticias falsas y una burda manipulación mediática por parte de las
fuerzas que se oponían al nuevo texto constitucional.
Estos dos acontecimientos ilustran dos de los cuatro instrumentos principales que las fuerzas antidemocráticas utilizarán en un futuro próximo para neutralizar el movimiento democrático que surge de las clases populares contra la injusticia y la discriminación social tanto en América Latina como en el resto del mundo. Los otros dos instrumentos son, por un lado, la neutralización político-judicial de los líderes políticos o de las medidas políticas a través de lo que se llama convencionalmente lawfare, guerra legal, y, por otro lado, el fraude electoral. Estos cuatro instrumentos merecen una atención detallada. Hay que entender que no son instrumentos separados por algún desacuerdo ideológico entre las fuerzas antidemocráticas. Cualquiera de estos instrumentos puede ser utilizado por las mismas fuerzas y la decisión de utilizarlos depende únicamente del cálculo de su eficacia. Por ejemplo, cuando la aspiración democrática de las clases populares se condensa en una figura política que por su trayectoria política o su fuerza carismática da a las fuerzas que le siguen una ventaja que no puede ser neutralizada por la manipulación de la opinión pública o por la persecución político-judicial, la liquidación física se convierte en el instrumento privilegiado, especialmente si el fraude electoral es difícil de realizar. Cuando, por el contrario, no se trata de personalidades políticas concretas, sino de medidas o políticas que, mediante legislación o referéndum, pueden poner en peligro los intereses o privilegios de clases o grupos poderosos, tanto a nivel nacional como internacional, los instrumentos preferidos son la neutralización político-judicial, la manipulación de la opinión pública o el fraude electoral. Por ello, las fuerzas democráticas deben estar preparadas para estos cuatro tipos de ataque. Para ello es bueno que conozcan un poco más en detalle su funcionamiento. En este texto me centraré en los dos instrumentos de mayor actualidad política en Estados Unidos: el asesinato de líderes y activistas políticos y la manipulación de la opinión pública.
El asesinato de líderes políticos y activistas. Este
instrumento es el más antiguo e incluso se puede decir que siempre existió. Su
uso depende de muchos factores y parece oscilar según una lógica de olas.
Además, cuando se instala una atmosfera de elevada polarización política y
sobre todo de violencia política es posible que el asesinato sea utilizado
tanto en contra políticos de izquierda como políticos de derecha. La verdad es
que en tiempos recientes los políticos de izquierda han sido
de lejos los blancos de la violencia política.
Todo nos lleva a creer que estamos entrando en una nueva ola.
Durante el siglo pasado, el asesinato se ha producido ya sea para impedir la
profundización democrática (medidas que mejoran las condiciones de vida de las
poblaciones más vulnerables o ponen en riesgo los intereses de las élites
nacionales o de potencias extranjeras) o, más radicalmente, para allanar el
camino a la dictadura. La mayoría de los asesinatos e intentos de asesinato
nunca se ha aclarado completamente ni sobre quién mató ni, mucho menos, sobre
quién mandó a matar. Durante las décadas de 1960 y 1970, varios políticos y
sindicalistas africanos fueron asesinados o murieron en circunstancias
misteriosas (accidentes, por ejemplo) que nunca se aclararon. En el momento de
los hechos se consideraron actos aislados y sólo mucho más tarde se supo de la
participación de los servicios secretos belgas, franceses y estadounidenses. En
América Latina, es necesario recordar la Operación Cóndor, la
campaña secreta promovida por Estados Unidos y dictadores de América Latina
desde 1975 para asesinar a los políticos de izquierda. Algunas estimaciones
indican 60.000 muertos, 30.000 de ellos en Argentina.
En tiempos más recientes, los asesinatos, consumados o no,
tienen tres características. En primer lugar, en tiempos de redes sociales y
noticias falsas, el asesinato siempre está precedido por un discurso de
odio promovido por las mismas fuerzas antidemocráticas con el objetivo
de trivializar simbólicamente el acto de matar. En los últimos tiempos, la
consigna "muerte a Cristina" ha sido frecuente en las manifestaciones
de la derecha argentina. Es muy perturbador que en democracia se cree
un ambiente de política abismal: o nosotros o el abismo. En estas condiciones,
quien tenga temor del “candidato del abismo” puede ser tentado a matar para
impedir que ese candidato llegue al poder.
En segundo lugar, el uso del asesinato es más
probable cuando la neutralización político-judicial no puede activarse a tiempo para
evitar la manipulación electoral y mediática y el fraude electoral no garantiza
la eficacia frente a la fuerte tradición de movilización popular en las calles,
una tradición que, como sabemos, es muy fuerte en Argentina. Finalmente, el
perpetrador es un ser despreciable con posibles vínculos extremistas, pero que
fácilmente puede considerarse que ha actuado solo. Obviamente que en
situaciones de polarización elevada el acto solitario es bien probable, pero debe
advertirse que este tipo de agente ha sido utilizado en el pasado como
estratagema elegida para desalentar la investigación sobre cualquier vínculo
más amplio, nacional o internacional, con el crimen.
El intento de asesinato contra Cristina Fernández de Kirchner
ha provocado, por sus propias características, otro efecto todavía más
insólito: el intento de dar crédito a la idea de que este hecho haya sido un
show montado por los seguidores de la vicepresidenta para promover su capital
político. Cuando se llega a este bajo nivel, lo que parece estar en causa es la
despolitización y banalización total de la vida humana en cuanto recurso
político. Si aceptamos esto, llegaríamos al grado cero de la democracia.
La manipulación mediática de la opinión pública. No
es este el lugar para evaluar los méritos y posibles defectos del proyecto
de la Constitución de Chile. Para que no haya duda sobre
mi opinión, estoy muy orgulloso de haber sido invitado como consultor de la
Convención Constituyente para los temas de la plurinacionalidad y del
pluralismo jurídico, dos temas muy importantes para los
pueblos indígenas de Chile. También estoy consciente que el contexto
político que llevó a la elección de la Convención Constituyente cambió
significativamente en los tiempos posteriores como se ha visto en las últimas
elecciones presidenciales. Debe añadirse que la calidad política del desempeño
del presidente Gabriel Boric en los últimos meses no fue de lo
mejor y no hay duda de que su presidencia estaba muy identificada con la nueva
Constitución. Por último, debe considerarse que después de cuarenta años de una
de la Constituciones más conservadoras del mundo (la Constitución en tiempos
del dictador Pinochet) no sería fácil pasar a una de las Constituciones
más progresistas del mundo.
Pero nada de esto está en discusión en este texto. Lo que
discuto es el hecho de que el proceso electoral que condujo al rechazo
a la nueva constitución de Chile es un ejemplo extremo de manipulación de la
opinión pública para condicionar el sentido del voto. Él es
ciertamente responsable por la pesada derrota del proyecto. Los instrumentos
que se movilizaron para embriagar a la opinión pública con falsedades sobre
el texto de la nueva Constitución fueron utilizados anteriormente en la
campaña del Brexit en Inglaterra (2016), en la campaña contra
el referéndum de los acuerdos de paz en Colombia (2016) y en las
campañas electorales de Donald Trump en EEUU (2016 y 2020)
y Jair Bolsonaro en Brasil (2018), en la campaña contra Evo Morales
en Bolivia (2019) y en un intento de impedir que Pedro Castillo asuma la
presidencia en Perú (2021). Pero fueron utilizados en Chile con tal virulencia
que merecen la atención especial de los demócratas de todo el mundo y
especialmente de los latinoamericanos. Las características principales son las
siguientes.
En primer lugar, se benefician del beneficio de las fuerzas
conservadoras internacionales que, con algún aviso previo, enumeran las razones
para rechazar al candidato o la medida política (por ejemplo, el acuerdo de paz
o la nueva constitución). Crean un aura de respetabilidad a la posición que
defienden. Por ejemplo, durante el último año The Economist ha
recomendado encarecidamente el rechazo de la nueva Constitución.
En segundo lugar, la manipulación de la opinión pública se
basa en un bombardeo intenso y dirigido de mensajes falsos cuyo
patrón tiene como objetivo inducir el miedo de la manera más efectiva que
aumenta la inseguridad del votante y su familia. En Chile, un activista de
derecha arrepentido denunció un enorme conjunto de redes de WhatsApp que
diariamente se combinaban para hacer un trending (una tendencia en redes
sociales) contra alguien o alguna medida. El contenido concreto de los mensajes
falsos varía de un país a otro. Por ejemplo, en el caso de Chile, aquí hay
algunos seleccionados de una inmensa cloaca de basura informativa: si
votas sí, serás un ciudadano de segunda clase; el nombre de tu país cambiará y
la bandera también cambiará; dividirá el país en varios; no habrá policía
que te proteja de los inmigrantes y los indígenas que tomarán el poder; las
mujeres podrán abortar horas antes de dar a luz; las mujeres no podrán ir al
parque a dar un paseo porque tienen miedo de los inmigrantes que pueden
violarlas; no se podrá comprar agua embotellada ni hielo; no habrá
educación privada ni salud privada; no habrá propiedad privada en general; nos
quitarán nuestras casas y nuestra tierra; prohibirán la religión; hay que
votar no a la Constitución, pero todavía están tratando de hacer fraude
electoral; van a llevar a venezolanos y haitianos a votar sí; si eso no es
suficiente, harán que las personas muertas y desaparecidas voten; eso está pasando
en el registro electoral.
En tercer lugar, hay una organización internacional en red
detrás de la desinformación masiva. En el caso de Chile, fue muy importante una
vasta red de organizaciones, fundaciones, institutos, think tanks, que
involucran a políticos, influencers y periodistas de derecha y extrema derecha,
todos pertenecientes al Atlas Network ( Red Atlas). Una vasta organización
financiada originalmente por los hermanos Koch en los Estados Unidos,
industriales petroleros bien conocidos por su ideología de extrema derecha.
Según su propia descripción, es una organización no gubernamental con sede en
los Estados Unidos que proporciona capacitación, contactos, redes y fondos a
grupos libertarios y de libre mercado en todo el mundo. Cuenta con 500 organizaciones
asociadas en casi 100 países. Sus cuadros se forman en EEUU y la ideología es
muy homogénea y corresponde enteramente a la de la escuela de Chicago a la cual
el dictador Pinochet entregó la conducta económica del país en 1973 (el
neoliberalismo extremo con el desmantelamiento del Social Estado, la
privatización de las políticas públicas, la minimización fiscal, el libre
mercado como regulador de las relaciones económicas y sociales). La Red Atlas
es un intermediario entre quienes tienen dinero y quienes tienen el talento
para difundir las ideas que defienden. Está bien presente en Brasil y sin duda
será muy activo en el actual proceso electoral.
Tanto los asesinatos de activistas y líderes políticos como
la manipulación de la opinión pública requieren hoy en día un vasto ecosistema
digital que convierte a los adversarios políticos en enemigos, torne a las
víctima contra las víctimas como medio para ocultar a los verdaderos opresores,
alimente el discurso del odio e incite los instintos de venganza y cree
indiferencia ante la injusticia social. A la larga, convertirá a los ciudadanos
en súbditos y destruirá la democracia.
Traducción de Bryan
Vargas Reyes. Texto tomado de Página 12 / Argentina.