La guerra intermitente entre Azerbaiyán y Armenia ha
vuelto a estallar esta madrugada. Se han producido duros enfrentamientos y
bombardeos a lo largo de la frontera en disputa entre ambos países, con reportes
de bajas humanas, al menos 49 soldados armenios, y material destruido en
los dos bandos. Tanto Armenia, muy cercana a Rusia, como Azerbaiyán,
tradicional aliado de Turquía, han confirmado públicamente las hostilidades,
que suponen un nuevo e inesperado frente para Vladimir Putin en el
momento más delicado de la guerra en Ucrania.
No pasa desapercibido el momento elegido por Bakú para retomar el conflicto con su vecino armenio, que permanecía en stand by desde el invierno de 2020. Entonces, tras cerca de dos meses de enfrentamientos, los dos países llegaron a un acuerdo de alto el fuego con la mediación de Rusia, que estableció miles de tropas en Ereván para reforzar su protección militar y geopolítica sobre Armenia, socio de Moscú.
Pese a que el conflicto respecto al Nagorno-Karabaj es
latente y no tiene visos de solución permanente, la guerra había permanecido
soterrada y absolutamente eclipsada por el inicio de la invasión rusa en
Ucrania. Que los combates hayan vuelto a emerger en el momento militar más
crítico para Vladimir Putin se ha interpretado como un posible
mensaje sobre la debilidad del Kremlin. La implicación rusa en el conflicto es
total, y supone otro quebradero de cabeza en el peor momento. Armenia confirmó
que su primer ministro, Nikol Pashinyan, telefoneó al propio Putin
para ponerle al corriente de la situación cerca de las 2 de la madrugada, hora
local.
El conflicto amenazaba con estallar desde hace semanas.
Azerbaiyán había reportado «provocaciones» de tropas armenias en la frontera
con disparos cruzados. Informaciones negadas desde Ereván, que este mismo lunes
aseguraba a través de su ministerio de Defensa que «la situación en la frontera
es relativamente estable y bajo control total de las Fuerzas Armadas de la
República de Armenia».
Rusia, ¿obligada a responder?
Una estabilidad «relativa» que ha estallado exactamente a
media noche, cuando ha comenzado una batería de bombardeos contra las regiones
de Goris, Sotk y Jermuk con
artillería y drones, según ha denunciado Armenia. Cabe destacar que algunas de
estas zonas exceden los límites a los que tradicionalmente se ha circunscrito
el conflicto del Nagorno-Karabaj, haciendo temer por una escalada mayor del
conflicto a nivel militar y territorial.
Moscú impulsa y comanda la Organización del Tratado
de Seguridad Colectiva, que agrupa bajo su paraguas a Rusia,
Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán. A semejanza del
Artículo 5 de la OTAN, las bases de la OTSC establecen que un ataque contra un
país miembro será percibido y respondido como un ataque contra todos los
participantes de la organización. Ésta cuenta con Serbia e Irán como
Estados observadores en su Asamblea Parlamentaria.
De no circunscribirse los ataques azeríes al Nagorno-Karabaj
(oficialmente bajo soberanía de Bakú), los bombardeos podrían considerarse un
ataque directo a la integridad territorial de Armenia, lo que obligaría a una
respuesta conjunta. Azerbaiyán también formó parte de la OTSC, pero se retiró
en 1999.
Tras el inicio de los combates, el Gobierno armenio ha
convocado un gabinete de crisis inmediato, al tiempo que telefoneaba a Putin
para reportar la situación, y ha respondido también con ataques al ejército
azerí. Además de a Rusia, Armenia ya ha apelado oficialmente tanto a la OTSC
como al Consejo de Seguridad de la ONU.
Bakú, por su parte, ha confirmado operaciones armenias a gran
escala en las áreas de Dashkesan, Kelbajar y Lachin. Y en un
comunicado ha admitido que «algunas posiciones, refugios y bastiones del
Ejército azerí han recibido fuego intenso de varios calibres, incluidos
morteros, por parte del Ejército armenio». «Como resultado, hay bajas entre el
personal y la infraestructura militar ha sido dañada», concluía el informe
azerí, que relataba ataques continuos durante el último mes como justificación
para la reactivación de los combates.
Los combates se han alargado durante toda la noche. Armenia
ha confirmado al menos 49 bajas entre sus fuerzas y Azerbaiyán asegura haber
tomado control sobre varias posiciones fronterizas.
Rusia no ha mostrado interés en escalar la situación y a
través del ministerio de Exteriores ha exigido a los dos países que detengan
las hostilidades. Un alto el fuego se ha anunciado hacia las 9 de la mañana,
hora local, aunque no ha sido respetado íntegramente y la situación se mantiene
tensa.
El primer ministro armenio ha hecho público que Azerbaiyán
exige un corredor que una las dos partes del país, actualmente separadas por
una lengua territorial de Armenia que se extiende hasta la frontera con Irán.
Ereván no tiene ninguna intención de aceptar esa reclamación.
Trasfondo histórico de la guerra en Nagorno-Karabaj
La región de Nagorno-Karabaj (también conocida como Alto
Karabaj o Artsaj) está en disputa entre Azerbaiyán y Armenia desde la
Edad Media y ha sido foco de conflictos continuados en los últimos 100
años. Ya en 1920, la concentración de las tropas azeríes en esta zona permitió
que el Ejército rojo tomase Bakú prácticamente sin oposición. En aquel momento,
la mayoría cristiana de la zona reclamaba anexarse a Armenia, en contra de la
población musulmana y azerí.
El conflicto terminó con la intervención rusa, que sovietizó
Armenia y estableció el país como barrera frente a Turquía. En ese movimiento,
Karabaj quedó establecida como una región autónoma dentro de la
República Socialista Soviética de Azerbaiyán.
Las tensiones étnicas dentro del territorio, sin embargo, no
desaparecieron nunca, y crecieron a partir de mediados de siglo hasta
desembocar en la cruenta guerra librada entre 1988 y 1994, tras un
nuevo intento de autoanexión a Armenia y un referéndum boicoteado por la
minoría azerí. La primera guerra del Nagorno-Karabaj provocó
aproximadamente 30.000 muertos, cerca de 100.000 heridos y más de 1
millón de desplazados hacia Armenia y hacia Azerbaiyán.
Tras el alto el fuego de 1994, la región siguió oficialmente
como territorio azerí, aunque controlada de facto por el
gobierno proarmenio de la República de Artsaj. Las escaramuzas en la zona han
sido una constante, avivada por episodios como la Guerra de los Cuatro Días en
2016 o el estallido de la situación en 2020.
Acuerdo con la Unión Europea por el gas de Azerbaiyán
El conflicto histórico-militar también tiene su pata
energética. Y es que pese a los reproches históricos de la UE al sistema
político azerí, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen,
firmó este mes de julio un compromiso con el presidente Ilham Aliyev para aumentar
los envíos de gas desde Azerbaiyán a la Unión Europea de 8.100 a
20.000 millones de metros cúbicos anuales.
El trayecto de ese gas, que se obtiene principalmente del mar
Caspio, conecta Azerbaiyán con Europa a través de Georgia y Turquía,
desde donde llega a Italia a través del gasoducto transadriático que cruza
Grecia y Albania. El acuerdo entre Bruselas y Bakú comprometía también la
inversión de fondos europeos en Azerbaiyán a cambio del desarrollo en el país
del Cáucaso de energías renovables.
Tomado de El Independiente / España.