Por Emir Sader
En unos días o semanas, América Latina está definiendo su
futuro. El atentado a Cristina, el referéndum chileno, las elecciones
brasileñas, en sus consecuencias, hacen que el continente termine el año con
otra fisonomía, para bien o para mal.
Lo cierto es que América Latina se reafirma como el
epicentro de las grandes luchas políticas contemporáneas. Fue aquí donde el
neoliberalismo tuvo gobiernos cada vez más radicales. Fue aquí donde surgieron
los gobiernos antineoliberales y los principales líderes políticos de izquierda
del siglo XXI.
Aquí es donde continúan teniendo lugar los enfrentamientos más importantes de nuestro tiempo. Aquí, donde se define la muerte o la supervivencia del neoliberalismo.
En todos los países, el choque entre la izquierda y la
derecha tomó nuevas formas. Con una izquierda antineoliberal y una derecha
radicalizada, asumiendo el discurso del odio.
El ataque a Cristina fue el episodio que más expresa este
discurso y sus consecuencias criminales. Fue allí donde la extrema derecha pasó
de las palabras a los hechos, con la escalada de amenazas contra Cristina,
Alberto Fernández y la democracia argentina, se disparó el gatillo.
El país, envuelto en una guerra económica por el sabotaje al
gran capital, por el llamado a subir precios indiscriminadamente como forma de
multiplicar sus ganancias y sabotear al gobierno, apeló a formas políticas para
tratar de golpear duramente a la izquierda, por el ataque contra Cristina. Los
tiros asesinarían al principal líder argentino, pero también a la democracia
argentina.
Las movilizaciones populares en defensa de
la democracia y de Cristina y los intentos de Alberto Fernández de armar un
pacto nacional en defensa de la democracia, pueden cambiar el panorama político
del país. Pero la derecha, tras declaraciones formales de condena al atentado,
no muestra disposición a un gran acuerdo formal de paz. Se repiten las
acusaciones de que el gobierno usaría el ataque para atacarlos,
instrumentalizando la situación.
Las próximas semanas serán decisivas para el futuro económico y
político del país, incluso proyectándose el escenario para las elecciones
presidenciales del próximo año.
Las elecciones brasileñas, con la probable elección de Lula,
son su gran novedad. Habrá que ver si logra triunfar en la primera vuelta, a
principios o finales de octubre. La derecha reúne todas sus fuerzas para,
consciente de la incapacidad de Bolsonaro para ser reelegido, retomar e
intensificar el antipetismo, para tratar de hacer la definición dada en la
segunda vuelta, para tratar de evitar que la victoria de Lula llegue en la
primera vuelta, con una nuevo presidente muy fuerte.
En todo caso, la probable elección de Lula será el avance más
significativo con el que podrá contar América Latina, junto a los gobiernos de
México, Argentina, Colombia, Bolivia, Honduras, para coordinar sus fuerzas en
la lucha contra el neoliberalismo.
El referéndum chileno añade un nuevo elemento. La reversión de los resultados
anteriores, producto de una campaña brutal de la derecha, como Chile aún no
había conocido, plantea nuevos y complejos dilemas al gobierno de Boric.
¿Por qué y cómo se produjo esta inversión? Es un tema para un análisis más
detallado, pero se puede decir, al menos, que hay tres niveles de
derrota.
La primera fue una derrota política. La derecha supo
flexibilizar sus posiciones, ocultando el retorno de la constitución de
Pinochet, para afirmar su voluntad de aceptar una nueva constitución, pero
hecha de otra manera -sin paridad de género, sin bancada indígena- y con plazos
más largos. Conquistó a sectores del centro e incluso de la izquierda moderada
-como la Democracia Cristiana- que expresaron su apoyo al rechazo.
Mientras que la posición oficialista no pudo retener ni
siquiera más de la mitad de los votos de quienes habían votado a favor de una
nueva Constitución. Creía que la buena propuesta de una nueva Constitución, por
sí sola, serviría para reunir los votos de los que estaban a favor de la
Convención Constituyente.
A la derrota política contribuyó la rápida disminución del
apoyo al gobierno de Boric -38%- en los primeros meses de gobierno, que tardó en reaccionar y retomar
la iniciativa, con proyectos que atiendan las necesidades de la población.
La segunda fue una derrota mediática. Chile vivió la
campaña de fake news más brutal que haya conocido el país, centrada en la
descalificación mentirosa de lo que estaba pasando en la Convención y el
comportamiento de sus miembros, en lo que estaría preparando el gobierno (desde
cambiar el color de la bandera chilena hasta que los mapuches tendrían derecho
de veto sobre todo lo que hiciera el gobierno).
No hubo un mando político y mediático de la campaña Apruebo, que buscaba responder a estas
mentiras, que proliferaron durante toda la campaña. La opinión pública se
pronunció fuertemente contra la Convención y el gobierno, extendiéndose esto al
rechazo del nuevo proyecto de Constitución.
El tercer nivel de derrota fue a nivel de masas. El Frente
Amplio y los movimientos sociales no revelaron que tenían la capacidad de
llevar la campaña del Apruebo a un nivel masivo en todo el país. La magnitud y
extensión de la derrota, en todas las regiones de Chile, incluso en la región
metropolitana, bastión de la izquierda, así lo expresa.
El aislamiento en relación al sentir del pueblo tomó por
sorpresa un resultado tan consistente de rechazo a la nueva Constitución, no
captado por los líderes de la campaña por el Apruebo.
¿Cómo reaccionará el país ante esta derrota? Los medios de
comunicación son los responsables de concentrar el peso de la derrota en el
gobierno. Los sectores moderados de izquierda y centro propondrán ingresar al
gobierno como una forma de romper el aislamiento del gobierno.
Muy bueno el discurso de Boric en televisión nacional, un
discurso de estadista, que asimila el resultado, pero reafirma los objetivos
del movimiento 2019, dotar a Chile de una nueva constitución democrática, que
de una vez por todas pase la página del pinochetismo y del el modelo
neoliberal.
Las disputas más importantes se desarrollarán en torno a la
reforma del gobierno y la convocatoria a una nueva constituyente, que revelará
cómo sale Chile de la derrota y qué fuerzas tiene la izquierda para recuperar
la iniciativa. Fundamental, sobre todo, es la unidad en torno a la defensa del
gobierno. Y en segundo lugar, que el gobierno tome medidas que defiendan las
necesidades inmediatas de la población, así como atender las preocupaciones de
seguridad ciudadana, entre otras.
El ataque a Cristina y la derrota del referéndum en Chile
refuerzan la centralidad de la disputa mediática, de la opinión pública, la
importancia decisiva de la disputa ideológica, cultural y de valores, que
termina siendo la gran palanca de los grandes acontecimientos políticos.
La agitación latinoamericana no se detendrá, ni siquiera con
la probable victoria de Lula. El continente seguirá siendo el epicentro de las
grandes luchas del mundo contemporáneo, así como seguirá proyectando y
consolidando a sus líderes como los principales líderes de la izquierda del
siglo XXI.
Pero América Latina tiene que valerse de los gobiernos
conquistados -México, Argentina, Colombia, Bolivia, Chile, Honduras, a los que
se sumará el de Lula- para enfrentar colectivamente el conjunto de problemas
que enfrenta el continente.
Hay una gran mayoría política nueva en América Latina, que
debe servir de palanca para llevar a cabo transformaciones fundamentales en el
continente -a nivel económico, político, social, mediático-, para que la
convulsión sirva para construir un mundo menos desigual. América Latina, más
justa, más solidaria, más democrática.
Texto tomado de Página 12 / Argentina.