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19 junio, 2022

España. García-Margallo: «Sánchez va a dejar este país hecho trizas. Vivimos de la solidaridad de la UE»

El eurodiputado y exministro de Exteriores cree que se está produciendo un reequilibrio mundial y se lamenta de que España desaprovechara la ocasión de ser el gran hub de suministro de gas a Europa

Por Ana Martín

Desde su escaño de eurodiputado, el que fuera el primer ministro de Asuntos Exteriores de Mariano Rajoy contempla en primera línea las fauces de la crisis en la que se haya inmersa España y se muestra preocupado por la pérdida del tradicional equilibrio con Marruecos y Argelia.

¿Tiene algo que ver el viaje de Scholz, Macron y Draghi a Ucrania con la búsqueda de la UE a una salida negociada con Putin?

–Las dos partes han dado ya tales pasos que es muy difícil llegar a una negociación final. Yo creo que se va a llegar a una negociación temporal, como se llegó con los acuerdos de Minsk en el Donbás. Alto el fuego y retirada de las tropas unos kilómetros detrás de esa línea de fuego, pero congelación del conflicto. Putin no puede volver a Moscú sin un triunfo y Zelenski no puede llegar a un acuerdo que suponga reconocer la anexión de Crimea y la pérdida definitiva del Donbás. En ese impasse, la gran pregunta es durante cuánto tiempo mantenemos las sanciones y hasta dónde llegan esas sanciones a Rusia. Las sanciones que se han establecido hasta ahora han sido eficaces, pero ni van a derribar el régimen ni van a terminar el conflicto.

Y llegamos al gas…

–El gran problema es el gas. El Fondo de la Paz que puso en marcha a la Unión Europea eran 1.000 millones de euros. Al día estamos pagando 1.000 millones de euros por las exportaciones de gas, con lo cual la economía rusa puede subsistir.

El problema es que siempre hemos dicho que el gas puede ser el arma para convencer a Moscú, en una especie de teoría de juegos de ir subiendo las sanciones a medida que vayan subiendo las provocaciones rusas. Pero está la otra vertiente: puede ser Rusia la que niegue el acceso al gas, como ha hecho con determinados países, que es lo que aterra a Europa y muy en concreto a Alemania. Yo creo que a corto plazo eso no es posible. A medio plazo sería posible, porque ellos están buscando clientes alternativos y el cliente alternativo se llama China. Con China tienen un gaseoducto que va al oeste de Mongolia y están pensando en construir uno al este de Mongolia que llevaría el gas ruso a China. Entonces podría prescindir sin daño de Europa. Y entonces el equilibrio geopolítico mundial cambiaría porque Rusia pasaría definitivamente a un entendimiento con China.

¿No está cambiando ya?

–Pero es que esto es de una extraordinaria gravedad. Además, desde el punto de vista de la geopolítica mundial, se están alterando las alianzas. Por primera vez desde hace mucho tiempo ha habido una delegación americana en Venezuela. Se está retomando la negociación que Trump interrumpió sobre Irán. Con Arabia Saudita se han echado pelillos a la mar después del incidente de Jamal Khashoggi. Estamos en un momento de un reequilibrio mundial muy importante.

El MidCat y su futuro

Y no cree que España haya cogido el tren…

–En 2014 llevé al Consejo de Ministros en Madrid y en Bruselas un documento en el que explicaba que si queríamos tener margen de maniobra respecto a Rusia, en caso de una agresión –que se había producido en 2013 y 2014 y era obvio que iba a continuar–, teníamos que disminuir nuestra dependencia estratégica. Y que para eso estaba la frontera sur. España tiene dos gasoductos con Argelia y siete estaciones de regasificación. Sin hacer ninguna inversión más podríamos haber suplido el 40 % del gas que viene de Rusia.

Este Gobierno cree que las conexiones gasísticas son una cosa viejuna, conservadora

El problema era la conexión con Francia. Teníamos dos conexiones. Cuando nosotros pusimos el documento encima de la mesa faltaban por construirse 113 kilómetros de gaseoducto (el famoso MidCat) y costaba 100 millones de euros. Nos reunimos en Madrid y se firmó un memorándum con RajoyHollande (Francia), Passos Coelho (Portugal), Juncker (presidente de la Comisión Europea) y Miguel Arias Cañete, que era el comisario competente. En nuestro Gobierno duplicamos la conexión, pero seguía siendo muy insuficiente. Llegó este Gobierno y lo paró. Por motivos ideológicos no les gusta, creen que esto de las conexiones gasísticas es una cosa viejuna, conservadora.

Ahora se habla de retomarlo.

–Sí, pero esto se podría haber hecho en 2014 y ahora seríamos el gran hub de suministro de gas a Europa. No solo por Argelia, por esos dos gaseoductos, por los metaneros que puedan venir por aquí. No podemos seguir dependiendo de Rusia si queremos tener margen de maniobra. Y a día de hoy, el 31,7 % de las reservas mundiales de gas está en Rusia.

Usted fue uno de los ministros de Asuntos Exteriores que más viajó a Argelia, si no el que más. ¿Cómo hay que tratar con los argelinos?

–La primera prioridad de la política exterior de España es el norte de África. Tenemos ahí problemas de seguridad: Ceuta, Melilla, Canarias y el paso del Estrecho. Tenemos un problema de terrorismo: Argelia fue uno de los países donde el terrorismo floreció antes. Y tenemos el problema de la inmigración, que en África es una bolsa constante y va a ir creciendo más. En 2050 serán 2.500 millones de habitantes en África, el doble que cuando nosotros gobernábamos.

En el norte de África tenemos problemas de seguridad, de terrorismo y de inmigración

Se está produciendo, además, un crecimiento de las clases medias, y cuando aumenta la renta aumentan las tentaciones de inmigración a Europa. Para controlarla necesitas el apoyo de los países de origen y tránsito. Marruecos, Argelia, Libia y, en menor medida, Túnez. Y luego está la cuestión económica. Nosotros logramos que la posición española como proveedores y clientes fuese espléndida, tanto en Marruecos como en Argelia.

España tiene la necesidad de llevarse bien con los dos, lo cual exige mantener una postura de equilibrio. En todas las asambleas de Naciones Unidas había una resolución sobre el Sáhara. Yo viajaba tanto porque se negociaba con los dos gobiernos hasta las últimas cosas. Y esa resolución, que ha sido invariable y se ha incorporado a las estrategias de Acción Exterior aprobadas por las Cortes, dice: «Una solución justa, duradera, negociada mutuamente, que reconozca la libre determinación del Sáhara dentro de los principios de la Carta de Naciones Unidas».

¿Están Ceuta y Melilla fuera de cuestión?

Sánchez ha intentado explicar cosas realmente pintorescas, faltando gravemente a la verdad. No es verdad que Ceuta y Melilla estén más seguras ahora que antes, es justo lo contrario. Y cualquier país, y Marruecos desde luego, cuando ve una señal de debilidad lo entiende, recuérdese de la Marcha Verde. Ellos han visto que este Gobierno es débil, que ha ofrecido la cabeza de un ministro de Asuntos Exteriores por petición de un gobierno exterior. Eso lo suelen hacer los estados fallidos, no los estados soberanos. Tampoco es verdad que hemos hecho lo mismo que Alemania, Estados Unidos y Francia. Ellos han dicho que la aportación de Marruecos es constructiva para la solución del conflicto y una solución realista. Punto. Nuestra carta dice que es la más realista y la más constructiva, lo cual descalifica las otras dos.

Ofrecer la cabeza de un ministro de Asuntos Exteriores a otro Gobierno lo hacen los Estados fallidos, no los Estados soberanos

No se cree que el Gobierno de España haya sido presionado.

–Que ha sido presionado es evidente. Yo no sé si había una información en el teléfono al presidente del Gobierno que era muy comprometedora. Lo que sí sé es que en Melilla había una concentración anormal de gente en el Monte Gurugú y que después de lo que había pasado en Ceuta antes, lo último que quería es otras imágenes en televisión con un asalto masivo a la valla. Este cambio de postura es muy significativo de lo que Sánchez es. Lo hace sin contar con su ministro de Asuntos Exteriores, no lo debate en Consejo de Ministros –Franco por lo menos los temas los debatía en Consejo de Ministros–, no lo lleva a las Cortes y no avisa a la oposición. Estos gestos son de un autócrata y de una enorme improvisación. En la política la improvisación la puedes paliar, sacas otros temas, tienes a los medios afines a los que les cuentas que la culpa la tiene Rusia… pero en política exterior no puedes hacer eso porque hay embajadas que están tomando notas.

Franco por lo menos debatía los temas en el Consejo de Ministros

¿Ha hipotecado Sánchez las relaciones exteriores de España para décadas o como decía el presidente argelino el problema es él?

–El problema es Sánchez. Yo me encontré con algunas relaciones hipotecadas. La primera con Estados Unidos por los desaires de Zapatero a la bandera, la deserción de Irak... y en la Conferencia de seguridad de Múnich yo me entrevisté con Hillary Clinton y me dijo que se querían llevar las bases de Morón y Rota a Marruecos. En esa reunión se disiparon malos entendidos, se modificó el Convenio de Defensa de Estados Unidos para hacer permanente lo que era transitorio y se permitió que tuviesen más efectivos. Y las relaciones con Estados Unidos fueron bien. Tú puedes tener discrepancias, pero las tienes que explicar. Y más con países con los que tienes una relación tan estrecha y tienen un sentido tan profundo de lo que es su honor y el respeto a su prestigio internacional.

Hay que mover muchos platillos a la vez siendo ministro de Asuntos Exteriores.

–Y hay que contar con un platazo, que no sé si estos han contado, que es la Casa Real.

O sea que cree que cuando Sánchez salga de la Moncloa esto tiene arreglo.

Sánchez va a dejar este país hecho trizas y la recomposición va a ser muy complicada. En materia económica, la ayuda del BCE para comprar deuda y que no se dispare la prima de riesgo va a tener condiciones. La Comisión y el Consejo nos van a exigir un plan de consolidación fiscal. El único mandamiento político de Sánchez es permanecer en el poder y para ello evita cualquier tipo de conflicto. Lo visible es la política externa, porque no lo pueden tapar. Pero aquí hay una crisis institucional de primera magnitud que se une a una crisis económica que va a ser muy fuerte, porque estamos viviendo de la ayuda de Europa, del BCE y de los Next Generation. Pero a partir de ahora, como consecuencia de la inflación, nos vamos a encontrar con una situación muy complicada en las compras.

La economía española tiene tres problemas estructurales: el desequilibrio de las cuentas públicas, el paro y la productividad. Y solo si aumenta la productividad tú puedes pagar salarios dignos y mantener el Estado de Bienestar, pero para eso tienes que hacer exactamente lo contrario que ha hecho este Gobierno: un gran acuerdo nacional. Y ahora estamos muy lejos.

¿El PP está siendo desleal con España en Europa, como dice el Gobierno?

–Mienten con una enorme facilidad. Yo no recuerdo una campaña en contra de un programa del Gobierno más importante que la que hicieron contra el Plan Hidrológico Nacional, porque yo estaba ahí. Se pasaron la vida atacándolo. Trataron de impugnar la candidatura de Loyola de Palacio e impugnaron la de Miguel Arias Cañete. Por primera vez en la historia de la UE, un país atacaba a su propio candidato.

Los problemas europeos son los problemas españoles y viceversa. Y nosotros lo que estamos diciendo es que por aquí vamos por mal camino, porque este Gobierno vive exclusivamente de la solidaridad europea.

Termino con una cita histórica de Ortega en el año 30, cuando después de la sucesión de distintos gobiernos se produce la fragmentación, la polarización, la ingobernabilidad… y él dice: «Españoles, no tenéis un Estado, tenéis que reconstruirlo». Es lo que hay que hacer ahora. Y solamente se puede hacer por un acuerdo nacional, con generosidad, con concesiones recíprocas.

Tomado de El Debate / España – Imagen: Carmina Martínez.