El eurodiputado y exministro de Exteriores cree que se está
produciendo un reequilibrio mundial y se lamenta de que España desaprovechara
la ocasión de ser el gran hub de suministro de gas a Europa
Por Ana Martín
Desde su escaño de eurodiputado, el que fuera el primer
ministro de Asuntos Exteriores de Mariano Rajoy contempla en
primera línea las fauces de la crisis en la que se haya inmersa España y se
muestra preocupado por la pérdida del tradicional equilibrio con Marruecos y
Argelia.
–¿Tiene algo que ver el viaje de Scholz, Macron y Draghi a
Ucrania con la búsqueda de la UE a una salida negociada con Putin?
–Las dos partes han dado ya tales pasos que es muy difícil
llegar a una negociación final. Yo creo que se va a llegar a una negociación
temporal, como se llegó con los acuerdos de Minsk en el Donbás. Alto el fuego y
retirada de las tropas unos kilómetros detrás de esa línea de fuego, pero
congelación del conflicto. Putin no puede volver a Moscú sin
un triunfo y Zelenski no puede llegar a un acuerdo que suponga
reconocer la anexión de Crimea y la pérdida definitiva del Donbás. En ese impasse,
la gran pregunta es durante cuánto tiempo mantenemos las sanciones y hasta
dónde llegan esas sanciones a Rusia. Las sanciones que se han establecido hasta
ahora han sido eficaces, pero ni van a derribar el régimen ni van a terminar el
conflicto.
–Y llegamos al gas…
–El gran problema es el gas. El Fondo de la Paz que puso en
marcha a la Unión Europea eran 1.000 millones de euros. Al día estamos pagando
1.000 millones de euros por las exportaciones de gas, con lo cual la economía
rusa puede subsistir.
El problema es que siempre hemos dicho que el gas puede ser
el arma para convencer a Moscú, en una especie de teoría de juegos de ir
subiendo las sanciones a medida que vayan subiendo las provocaciones rusas.
Pero está la otra vertiente: puede ser Rusia la que niegue el acceso al gas,
como ha hecho con determinados países, que es lo que aterra a Europa y muy en
concreto a Alemania. Yo creo que a corto plazo eso no es posible. A medio plazo
sería posible, porque ellos están buscando clientes alternativos y el cliente
alternativo se llama China. Con China tienen un gaseoducto que va al oeste de
Mongolia y están pensando en construir uno al este de Mongolia que llevaría el
gas ruso a China. Entonces podría prescindir sin daño de Europa. Y entonces el
equilibrio geopolítico mundial cambiaría porque Rusia pasaría definitivamente a
un entendimiento con China.
–¿No está cambiando ya?
–Pero es que esto es de una extraordinaria gravedad. Además,
desde el punto de vista de la geopolítica mundial, se están alterando las
alianzas. Por primera vez desde hace mucho tiempo ha habido una delegación
americana en Venezuela. Se está retomando la negociación que Trump interrumpió
sobre Irán. Con Arabia Saudita se han echado pelillos a la mar después del
incidente de Jamal Khashoggi. Estamos en un momento de un
reequilibrio mundial muy importante.
El MidCat y su futuro
–Y no cree que España haya cogido el tren…
–En 2014 llevé al Consejo de Ministros en Madrid y en
Bruselas un documento en el que explicaba que si queríamos tener margen de
maniobra respecto a Rusia, en caso de una agresión –que se había producido en
2013 y 2014 y era obvio que iba a continuar–, teníamos que disminuir nuestra
dependencia estratégica. Y que para eso estaba la frontera sur. España tiene
dos gasoductos con Argelia y siete estaciones de regasificación. Sin hacer
ninguna inversión más podríamos haber suplido el 40 % del gas que viene de
Rusia.
Este Gobierno cree que las conexiones gasísticas son
una cosa viejuna, conservadora
El problema era la conexión con Francia. Teníamos dos
conexiones. Cuando nosotros pusimos el documento encima de la mesa faltaban por
construirse 113 kilómetros de gaseoducto (el famoso MidCat) y costaba 100
millones de euros. Nos reunimos en Madrid y se firmó un memorándum con Rajoy, Hollande (Francia), Passos
Coelho (Portugal), Juncker (presidente de la Comisión
Europea) y Miguel Arias Cañete, que era el comisario competente. En
nuestro Gobierno duplicamos la conexión, pero seguía siendo muy insuficiente.
Llegó este Gobierno y lo paró. Por motivos ideológicos no les gusta, creen que
esto de las conexiones gasísticas es una cosa viejuna, conservadora.
–Ahora se habla de retomarlo.
–Sí, pero esto se podría haber hecho en 2014 y ahora seríamos
el gran hub de suministro de gas a Europa. No solo por
Argelia, por esos dos gaseoductos, por los metaneros que puedan venir por aquí.
No podemos seguir dependiendo de Rusia si queremos tener margen de maniobra. Y
a día de hoy, el 31,7 % de las reservas mundiales de gas está en Rusia.
–Usted fue uno de los ministros de Asuntos Exteriores que
más viajó a Argelia, si no el que más. ¿Cómo hay que tratar con los argelinos?
–La primera prioridad de la política exterior de España es el
norte de África. Tenemos ahí problemas de seguridad: Ceuta, Melilla, Canarias y
el paso del Estrecho. Tenemos un problema de terrorismo: Argelia fue uno de los
países donde el terrorismo floreció antes. Y tenemos el problema de la
inmigración, que en África es una bolsa constante y va a ir creciendo más. En
2050 serán 2.500 millones de habitantes en África, el doble que cuando nosotros
gobernábamos.
En el norte de África tenemos problemas de seguridad,
de terrorismo y de inmigración
Se está produciendo, además, un crecimiento de las clases
medias, y cuando aumenta la renta aumentan las tentaciones de inmigración a
Europa. Para controlarla necesitas el apoyo de los países de origen y tránsito.
Marruecos, Argelia, Libia y, en menor medida, Túnez. Y luego está la cuestión
económica. Nosotros logramos que la posición española como proveedores y
clientes fuese espléndida, tanto en Marruecos como en Argelia.
España tiene la necesidad de llevarse bien con los dos, lo
cual exige mantener una postura de equilibrio. En todas las asambleas de
Naciones Unidas había una resolución sobre el Sáhara. Yo viajaba tanto porque
se negociaba con los dos gobiernos hasta las últimas cosas. Y esa resolución,
que ha sido invariable y se ha incorporado a las estrategias de Acción Exterior
aprobadas por las Cortes, dice: «Una solución justa, duradera, negociada
mutuamente, que reconozca la libre determinación del Sáhara dentro de los
principios de la Carta de Naciones Unidas».
–¿Están Ceuta y Melilla fuera de cuestión?
–Sánchez ha intentado explicar cosas realmente
pintorescas, faltando gravemente a la verdad. No es verdad que Ceuta y Melilla
estén más seguras ahora que antes, es justo lo contrario. Y cualquier país, y
Marruecos desde luego, cuando ve una señal de debilidad lo entiende, recuérdese
de la Marcha Verde. Ellos han visto que este Gobierno es débil, que ha ofrecido
la cabeza de un ministro de Asuntos Exteriores por petición de un gobierno
exterior. Eso lo suelen hacer los estados fallidos, no los estados soberanos.
Tampoco es verdad que hemos hecho lo mismo que Alemania, Estados Unidos y
Francia. Ellos han dicho que la aportación de Marruecos es constructiva para la
solución del conflicto y una solución realista. Punto. Nuestra carta dice que
es la más realista y la más constructiva, lo cual descalifica las otras dos.
Ofrecer la cabeza de un ministro de Asuntos Exteriores
a otro Gobierno lo hacen los Estados fallidos, no los Estados soberanos
–No se cree que el Gobierno de España haya sido
presionado.
–Que ha sido presionado es evidente. Yo no sé si había una
información en el teléfono al presidente del Gobierno que era muy
comprometedora. Lo que sí sé es que en Melilla había una concentración anormal
de gente en el Monte Gurugú y que después de lo que había pasado en Ceuta antes,
lo último que quería es otras imágenes en televisión con un asalto masivo a la
valla. Este cambio de postura es muy significativo de lo que Sánchez es.
Lo hace sin contar con su ministro de Asuntos Exteriores, no lo debate en
Consejo de Ministros –Franco por lo menos los temas los debatía en
Consejo de Ministros–, no lo lleva a las Cortes y no avisa a la oposición.
Estos gestos son de un autócrata y de una enorme improvisación. En la política
la improvisación la puedes paliar, sacas otros temas, tienes a los medios
afines a los que les cuentas que la culpa la tiene Rusia… pero en política
exterior no puedes hacer eso porque hay embajadas que están tomando notas.
Franco por lo menos debatía los temas en el Consejo de
Ministros
–¿Ha hipotecado Sánchez las relaciones exteriores de
España para décadas o como decía el presidente argelino el problema es él?
–El problema es Sánchez. Yo me encontré con
algunas relaciones hipotecadas. La primera con Estados Unidos por los desaires
de Zapatero a la bandera, la deserción de Irak... y en la
Conferencia de seguridad de Múnich yo me entrevisté con Hillary Clinton y
me dijo que se querían llevar las bases de Morón y Rota a Marruecos. En esa
reunión se disiparon malos entendidos, se modificó el Convenio de Defensa de Estados
Unidos para hacer permanente lo que era transitorio y se permitió que tuviesen
más efectivos. Y las relaciones con Estados Unidos fueron bien. Tú puedes tener
discrepancias, pero las tienes que explicar. Y más con países con los que
tienes una relación tan estrecha y tienen un sentido tan profundo de lo que es
su honor y el respeto a su prestigio internacional.
–Hay que mover muchos platillos a la vez siendo ministro
de Asuntos Exteriores.
–Y hay que contar con un platazo, que no sé si estos han
contado, que es la Casa Real.
–O sea que cree que cuando Sánchez salga de la Moncloa
esto tiene arreglo.
–Sánchez va a dejar este país hecho trizas y la
recomposición va a ser muy complicada. En materia económica, la ayuda del BCE
para comprar deuda y que no se dispare la prima de riesgo va a tener
condiciones. La Comisión y el Consejo nos van a exigir un plan de consolidación
fiscal. El único mandamiento político de Sánchez es permanecer
en el poder y para ello evita cualquier tipo de conflicto. Lo visible es la
política externa, porque no lo pueden tapar. Pero aquí hay una crisis
institucional de primera magnitud que se une a una crisis económica que va a
ser muy fuerte, porque estamos viviendo de la ayuda de Europa, del BCE y de los
Next Generation. Pero a partir de ahora, como consecuencia de la inflación, nos
vamos a encontrar con una situación muy complicada en las compras.
La economía española tiene tres problemas estructurales: el
desequilibrio de las cuentas públicas, el paro y la productividad. Y solo si
aumenta la productividad tú puedes pagar salarios dignos y mantener el Estado
de Bienestar, pero para eso tienes que hacer exactamente lo contrario que ha
hecho este Gobierno: un gran acuerdo nacional. Y ahora estamos muy lejos.
–¿El PP está siendo desleal con España en Europa, como
dice el Gobierno?
–Mienten con una enorme facilidad. Yo no recuerdo una campaña
en contra de un programa del Gobierno más importante que la que hicieron contra
el Plan Hidrológico Nacional, porque yo estaba ahí. Se pasaron la vida
atacándolo. Trataron de impugnar la candidatura de Loyola de
Palacio e impugnaron la de Miguel Arias Cañete. Por
primera vez en la historia de la UE, un país atacaba a su propio candidato.
Los problemas europeos son los problemas españoles y
viceversa. Y nosotros lo que estamos diciendo es que por aquí vamos por mal
camino, porque este Gobierno vive exclusivamente de la solidaridad europea.
Termino con una cita histórica de Ortega en
el año 30, cuando después de la sucesión de distintos gobiernos se produce la
fragmentación, la polarización, la ingobernabilidad… y él dice: «Españoles, no
tenéis un Estado, tenéis que reconstruirlo». Es lo que hay que hacer ahora. Y
solamente se puede hacer por un acuerdo nacional, con generosidad, con
concesiones recíprocas.
Tomado de El Debate /
España – Imagen: Carmina Martínez.