Por Héctor Pérez Marcano
Así comienza el himno de Acción Democrática que compusieron
entre Andrés Eloy Blanco (la letra) e Inocente Carreño (la música).
Ese grito inicial del himno recoge el fervor democrático que
siempre ha caracterizado al Partido fundado por Rómulo Betancourt. ¿Cómo
pretenden esos rábulas, esta pandilla que encabezan Maduro, Cabello y Padrino
robarse un partido que está enraizado en el corazón del pueblo venezolano, que
se ha sentido orgulloso de que lo llamen Juan Bimba, los “alpargatuos”,
“adecos”, despectivamente? AD ha aportado mucha sangre, mucho esfuerzo democrático
a la historia política de Venezuela.
Pérez Jiménez lo intentó y no pudo evitar que la sangre de Ruiz Pineda, de Carnevali y tantos otros, un día de sensatez unitaria, se convirtiera en un poderoso río democrático que arrastró al dictador y lo puso en fuga. Recuerdo que cuando hablábamos con los campesinos que tenían su rancho y su conuco en el cerro de El Bachiller; cuando les hablábamos de socialismo y de reforma agraria: nos decían: “nosotros somos de la “mocracia” y pensábamos que nos estaban diciendo que ellos estaban con la democracia. Más tarde descubrimos que ellos llamaban “la mocracia” a AD.
¿Cómo pretenden robarse un partido que siempre ha
aportado hombres y mujeres que renuevan y sustituyen a los que caen y mueren.
Recuerdo el saludo de Betancourt a la dirigencia de AD reunida en abril de 1958
para reorganizar al partido que heroicamente había luchado en la
clandestinidad. Dijo Betancourt, reflejando esa renovación constante del
partido:” Hoy no están con nosotros los que cayeron en la lucha contra la
dictadura. No está con nosotros Luis Troconis Guerrero, el eterno secretario de
nuestras reuniones quien ya estaría con un lápiz Mongol y una resma de papel
presto a recoger las deliberaciones; Luis Troconis murió en Chile en el exilio;
tampoco está ese “recio guayacán” que se llamó Valmore Rodríguez –muerto
también en el exilio- no está con nosotros Carnevali ni Leonardo Ruiz Pineda el
de la fina y la gozosa audacia, asesinado por la dictadura; tampoco están
Antonio Pinto Salinas y Luis Hurtado Higuera asesinados por la Seguridad
Nacional de Pérez Jiménez; pero están hoy con nosotros “los pinos nuevos” que
lucharon y se formaron en la lucha clandestina contra la dictadura.
Esos pinos nuevos eran Américo Martín, Moisés Moleiro, Rómulo
Henríquez, Lino Martínez, Raúl Lugo Rojas, Eduardo González Reyes, Rafael José
Muñoz, Gumersindo Rodríguez, Freddy Melo, Adicea Castillo, Mercedes Paz,
Vladimir Acosta, Julio Cabello, Mariano Rocha, Segundo Meléndez, Pedro José
Madrid, Julio Escalona, Gerardo Madrid y quien escribe que como savia
reconfortante habíamos asumido las banderas democráticas de los que cayeron en
la lucha.
Confieso que la noticia del atropello de Maduro me hizo
hervir la sangre y recordar la especie de maldición gitana de Betancourt cuando
sentenció que “adeco es adeco hasta que se muere”.
Estoy pues, de nuevo a disposición del partido. En 1955
residía en España y, por recomendación de Edilberto Moreno y Pedro Miguel
Pareles de seguir mis estudios en la London School of Economics. Me preparaba
para trasladarme a Londres cuando recibí la orden del Partido de regresar a
Venezuela a incorporarme a la lucha clandestina, no vacilé y retorné a
Venezuela.
Hoy, a mis casi 90 años, en los que no he desmayado en mi
esfuerzo por enraizar una democracia en Venezuela respondo al verso inicial del
himno que escribió Andrés Eloy Blanco y me alisto en ese tropel que se encierra
en ese “Adelante a luchar milicianos”. Soy desde hoy de nuevo un miliciano de
la democracia, soy uno de esos nuevos milicianos que siempre han acudido al
llamado de la lucha.
Ayer, equivocadamente, empuñé un fusil, un AKA-47; hoy empuño
mi voz para recuperar la democracia. Las dictaduras siempre son pasajeras
en la historia de los pueblos. La libertad y la democracia son imperecederas.
“Adelante a luchar milicianos”.