Evoca Stefan Zweig en El mundo de ayer la
época anterior a la Primera Guerra Mundial, la llamada edad de oro de la
seguridad. Al avanzar el siglo XX relata cómo los europeos van acostumbrándose
poco a poco «a vivir sin el suelo bajo nuestros pies, sin derechos, sin
libertad, sin seguridad» tras conocer «cada día un nuevo brote de brutalidad
colectiva». El orden establecido después de la Segunda Guerra Mundial se había
mantenido en pie hasta ahora, incluso con los vaivenes de la Guerra Fría. Pero
el mundo de hoy, sobre todo en Europa después de la guerra en
Ucrania,vuelve a tambalearse y el de mañana se vislumbra entre sombras.
Como dice el diplomático Jorge Dezcallar, autor de Abrazar el mundo, «vivimos una larga transición en la que el viejo orden no acaba de desaparecer pero está debilitado, mientras que el nuevo no acaba de nacer. Magris diría que es la época de los monstruos». Según Dezcallar, «lo que sucede hoy en Ucrania es la consecuencia a escala europea de un fenómeno de mayor alcance que tiene que ver con el decaimiento de las reglas y el descrédito de organizaciones internacionales gradas en 1945, desde la ONU al FMI o el Banco Mundial, porque países que no participaron en el reparto de poder hoy no están de acuerdo con su mantenimiento. No es solo cuestión de poder sino de valores”.
Lo que ha pasado en Ucrania no es nuevo pero tiene otra
dimensión. Hasta ahora la comunidad internacional no actuaba»
El orden global ha saltado por los aires. Y ha sido Rusia con
la invasión de Ucrania la que ha roto la baraja. El Kremlin se impone por la
fuerza y dinamita la arquitectura de seguridad europea. Ya lo había hecho
antes, de hecho, y quizá por eso creía que esta vez tampoco habría una reacción
diferente. «Lleva 25 años amputando territorios a Estados soberanos bajo
diversos argumentos como la protección de las minorías. Putin introduce este
cambio en las relaciones internacionales y administra territorios que fueron de
la URSS. Lo que ha pasado en Ucrania no es nuevo pero tiene otra dimensión.
Hasta ahora la comunidad internacional no actuaba. EEUU ahora se ha implicado
más y eso es un cambio para el futuro», señala Pere Vilanova, catedrático
emérito de Ciencia Política en la Universidad de Barcelona.
La invasión rusa y la respuesta de EEUU y sus aliados en
defensa de Ucrania tendrá un efecto similar al 11-S. ¿Está forjándose un nuevo
orden global o será un desorden global? Hay varias claves que expertos y think
tanks están anticipando.
1. Un nuevo telón de acero en Europa
Tres décadas después de la caída del Muro, Europa vuelve a dividirse y sufre
una guerra a sus puertas. Rusia se niega a que Ucrania ingrese en la OTAN y
quiere imponer que sea una zona neutral. Acusa a la Alianza Atlántica de un
expansionismo agresivo que no encaja con el espíritu del club defensivo. En
suma, Putin quiere mantener la zona de influencia de la antigua URSS, y lo hace
por la fuerza.
Habrá que ver qué relaciones se mantienen con Rusia en una
nueva arquitectura de seguridad. Habrá que sentarse a negociar no como en 1989
sino como en 1945″
«El nuevo telón de acero es una amenaza real, aunque no
sabemos qué forma tendrá y qué fronteras geográficas. Habrá que ver qué
relaciones se mantienen con Rusia en una nueva arquitectura de seguridad. Habrá
que sentarse a negociar no como en 1989, sino como en 1945”, señala Juan Luis
Manfredi, catedrático Príncipe de Asturias en Georgetown University. «En este
contexto la Unión Europea necesita un proyecto político diferente. Veremos un
acelerón en política exterior común con fuerte orientación económica y fiscal,
y con decisiones políticas. Está por ver su relación con la OTAN», añade.
2. Adiós al orden de la posguerra fría
El rechazo de Rusia a cumplir con el Acta de Helsinki y el
Tratado de Budapest ha hecho saltar por los aires el orden de la posguerra
fría. Como apunta un informe de la Unidad de Inteligencia de The
Economist, tras una primera fase de dominio de EEUU, «los últimos 15 años
se caracterizaban por la recuperación de Rusia, el ascenso de China, la
creciente rivalidad entre los países occidentales y la erosión de la hegemonía
de EEUU. La invasión rusa de Ucrania es un claro desafío al papel de EEUU como
policía global y confirma que el mundo se ha convertido en un lugar más
inestable y peligroso». Es la vuelta a la ley del más fuerte (hard power).
En el caso de que Rusia gane la guerra así será. Pero ya está quedando
demostrado que las guerras en el siglo XXI se libran en varios frentes y el
Kremlin se ha quedado anquilosado.
3. Renacen las alianzas militares
Putin ha hecho más por la OTAN de lo que hicieron muchos
mandatarios aliados. La cumbre que se celebra en Madrid el 29 y 30 de junio
tiene una agenda más caliente que nunca. Suecia y Finlandia llaman a la puerta. Los
países del frente oriental demandan mayor presencia de tropas. La relación
transatlántica goza buena salud después del calvario que fueron los años en los
que Donald Trump estuvo en la Casa Blanca.
La demanda de sobrepasar el 2% del PIB en Defensa de EEUU por
fin parece al alcance. Alemania, la primera potencia, siempre reticente en
materia militar, acaba de aprobar el envío de armamento pesado a Ucrania y
destinará 100.000 millones extra a renovar sus fuerzas armadas. Las cuestiones
de seguridad pesan más que nunca en las relaciones internacionales.
“La OTAN ha demostrado que tiene capacidad de disuasión con
el artículo 5. Putin no acepta que los países que formaron parte de la URSS
quieran alejarse del Kremlin. Quiere seguir consolidando su poder por la
fuerza”, señala Vilanova, que no ve viable, sin embargo, la creación de un
ejército europeo.
4. El gasto militar en ascenso imparable
La dinámica comenzó antes de la guerra pero la invasión rusa
va a reforzar la tendencia: en 2021 el gasto militar global batió todos los récords
al superar por primera vez en la Historia los dos billones de dólares. En 2021
ascendió a 2,113 billones. En 2020 fue de 1,992 billones, según el Instituto Internacional para la Paz de
Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés). El incremento
en 2021 con respecto a 2020 es del 6,07%. Es el octavo año consecutivo de
incrementos.
EEUU sigue siendo el país que más invierte (36,3% del total).
Así es desde 1988. A su vez, se confirma el auge de China como potencia
militar. Está en segunda posición con el 12,8% del total de inversión global en
armamento. India y Rusia ocupan la tercera y cuarta posición. Rusia incrementó
un 3% su gasto militar en 2021, lo que supone 63.500 millones de dólares.
Ucrania está recibiendo ayuda financiera y militar de EEUU y
los aliados. El general Miller decía en una reunión en Rammstein esta semana a
los más de 40 países que respaldan al gobierno de Kiev que de ellos dependía
que los ucranianos pudieran frenar al Kremlin, que acusa a la OTAN de estar
librando una guerra de proxys. Lo que está claro es que los Javelin y
los Gepard son vitales para que Ucrania tenga posibilidades de
victoria.
5. Inseguridad alimentaria y energética: más inestabilidad
El Banco Mundial acaba de advertir que la guerra en Ucrania
va a provocar “la mayor subida de precios de materias primas y fuentes de
energía” desde los años 70. “Estamos muy preocupados por su efecto en los
hogares más pobres, ya que suelen dedicar sus ingresos a comida y energía, de
modo que son particularmente vulnerables”, dijo Peter Nagle, coautor del
informe de esta institución.
Rusia suministra el 40% del gas y el 27% del petróleo a la
Unión Europea. Esa dependencia energética del Kremlin es especialmente
preocupante en un país como Alemania, la primera potencia europea, que renunció
a las nucleares tras el accidente de Fukushima, en 2011. Tanto Alemania como
otros países europeos están acelerando el proceso para buscar otras fuentes
alternativas pero repercute en los precios.
En muchos países europeos el precio del gas se ha duplicado.
La inflación está alcanzando cifras récord en Europa y EEUU. Si sube el precio
de la vida, los que ya estaban descontentos tendrán más motivos para protestar
y exigir ayudas a los gobiernos. La calle va a calentarse en otoño
próximo.
También los alimentos están elevando su precio. Rusia y
Ucrania exportaban el 30% del trigo mundial, del 60% del girasol y del 20% del
maíz. El incremento del precio del trigo ha superado el 42,7% y los aceites de
girasol un 30%. Según el índice de precios de la ONU, estamos alcanzado precios
no vistos en 60 años.
Hay riesgo de carestía de alimentos en países de Oriente
Próximo África y algunas partes de Asia. El temor a una crisis global por
hambre crece por días y afectaría a estas regiones. Egipto, por ejemplo,
importa el 80% de trigo de Rusia y Ucrania. Las
revueltas de la primavera árabe comenzaron por alzas de
precio en productos básicos.
6. Democracias versus autocracias
En Ucrania se libra una batalla que puede definir el futuro
de la democracia liberal. En el mundo solo 34 países se califican así, apenas
un 13% de la población global, según V-Dem,
una institución que estudia a los gobiernos. Es lo que realmente Putin no
quiere en su entorno, como ha demostrado al ayudar a Alexander Lukashenko,
cuando tuvo que hacer frente a protestas multitudinarias en las calles en el
verano de 2020 que cuestionaban su victoria en las presidenciales. Si un país
como Ucrania fuera una democracia solvente, integrada en la UE y en la OTAN,
Putin se vería amenazado. Los rusos podrían plantearse seguir ese rumbo.
“Los desafíos de la democracia, contra lo que decía Fukuyama,
son estructurales. Hay regímenes autoritarios pero también otros híbridos, de
difícil clasificación. La democracia sigue siendo un modelo atractivo, como se
ha visto en Europa Central y Oriental. Es importante el paso dado en el Consejo
de Europa al expulsar a Rusia”, indica el catedrático Pere Vilanova.
La democracia no se puede exportar, como quedó claro en Irak
y Afganistán. Pero tampoco las autocracias como Rusia han de imponer su modelo
por la fuerza. China es otro camino.
7. Fragmentación de poderes e interdependencia
Pere Vilanova destaca que más que dos bloques hay una
fragmentación de poderes: “La penetración que ha hecho China a través de
inversiones (soft power) y sin pedir democratización o respeto a
derechos humanos, supone un cambio de proporciones gigantescas”. Así China está
presente en África o América Latina, mientras que EEUU y la UE han desaparecido
prácticamente de estos continentes. Y añade: “Ninguna superpotencia puede
determinar el control de la agenda. La política global se mueve por la
interdependencia y eso no lo entienden los autócratas como Putin”.
China aspira a ser una potencia hegemónica con reputación
internacional, legitimidad y atractivo. No puede conseguirlo por la vía de la
fuerza»
China lo está viendo en esta guerra y por eso mantiene la
equidistancia en la medida de lo posible, dada la buena relación con Rusia. «El
papel de China a largo plazo es una incógnita. Puede abrazar la decadencia rusa
y formar un gran bloque antioccidental. Puede ser una manera de presionar a
EEUU para que no se inmiscuya en Asia Pacífico. Ha ido de compras a las rebajas
de la economía rusa. Crece su influencia en la bolsa, los mercados, las
materias primas. China aspira a ser una potencia hegemónica con reputación
internacional, legitimidad y atractivo. No puede conseguirlo por la vía de la
fuerza. Por eso no se ha comprometido con la guerra», dice Juan Luis
Manfredi.
8. Taiwán, el 5G de la política del siglo XXI
En ese contexto de alineamiento de democracias y autocracias
el asunto de Taiwán es clave. A juicio de Xulio Ríos, director del Observatorio de Política China,
«es el 5G de la política del siglo XXI. En Ucrania estamos en la periferia del
problema. El corazón del problema es China. Y una vez resuelto el contencioso
con Hong Kong queda como asignatura pendiente Taiwán».
En Ucrania estamos en la periferia del problema. El corazón
del problema es China. Y la asignatura pendiente es Taiwán»
Salvo que la situación interna en China complique, Ríos cree
que Pekín esperará hasta que se celebren elecciones en 2024 en Taiwán. Ve tres
escenarios: el mantenimiento del statu quo con ciertos altibajos; alteración
parcial del statu quo con el asalto a alguna isla taiwanesa cercana a la China
continental; o el control militar de Taiwán. Pero China tratará de esperar
hasta ver si ganan en 2024 los nacionalistas pro China continental y así
rebajara la tensión.
9. Un mundo multipolar: los no alineados
Si bien desde nuestro eurocentrismo creemos que todo el mundo
se ha decantado a favor de Ucrania o de Rusia, en realidad más de la mitad de
la humanidad no ha tomado partido. En la votación en el Consejo de Derechos de
la ONU para suspender a Rusia, que fue aprobada, se abstuvieron países como
Tailandia, Brasil, Sudáfrica, México y Singapur.
En la guerra fría muchos de estos países se decantaban por un
bloque u otro. Hoy toman otro camino.
«Sin lugar a dudas, los países del Sudeste Asiático no
quieren involucrarse en una nueva guerra fría ni ser obligados a escoger un
bando en ninguna competencia de las grandes potencias», señala Zachary Abuza,
de la Escuela de la Guerra en Washington, en The New York Times. Y
en África se sienten ignorados de modo que también se quedan al margen.
«El papel que puede tener Brasil, si gana Lula. O cómo actuarán
Sudáfrica o la India. La preocupación fundamental para estos países es el
desarrollo pero recibirán presiones para tomar partido. Si hay liderazgos
adecuados, pueden ganar presencia», señala Xulio Ríos.
10. Efecto desestabilizador de la guerra
El resultado de la guerra en Ucrania influirá en otros
conflictos latentes. Azerbaiyán o Turquía, y China por supuesto, están
pendientes de qué consecuencias tiene un paso como el dado por Rusia. También
hay cuestiones relevantes por resolver como la negociación con Irán o la
desnuclearización de Corea del Norte cuya evolución será diferente según gane
Rusia o sea derrotada. Si Putin vence, el desorden global está
garantizado.
Texto tomado de El Independiente / España.