José Carlos Cueto - BBC News Mundo
En la Venezuela de la escasez, el adolescente Andrés López
desafía la precariedad con ingenio.
Tiene solo 14 años, pero maña de sobra. Con sus manos
ensambla chanclas, 'cholas', como les llama, valiéndose de materiales
desechados.
Para la suela utiliza caucho de neumáticos. Primero
descuartiza, luego moldea. Cose con agujas extraídas de tacones de mujer. Es un
trabajo minucioso.
"Había gente aquí, en Ciudad Bolívar, que ya las hacía.
Pero les quedaban torcidas. A mí me quedan derechas", dice,
con satisfacción, a BBC Mundo.
Ciudad Bolívar es la capital del estado de Bolívar,
localizado al sureste de Venezuela. Como casi todo el país, la ciudad sufre los
estragos de la inflación, falta de divisas, inseguridad y escasez de productos
básicos.
Fue en este contexto donde López, producto de la casualidad, la necesidad y sobre todo el talento, inventó un negocio para ayudar a su familia a sortear las dificultades cotidianas de la nación sudamericana.
Extravío convertido en negocio
Todo comenzó por un descuido.
Andrés López perdió sus chanclas y no había dinero para
comprar unas nuevas.
Vive con su madre, su hermano de 17 años y su abuelo. La
madre se llama Carla Cabrera y no puede trabajar porque sufre anemia severa y
debe quedarse en casa.
"Entonces cogí un poco de caucho para hacerme unas para
mí mismo. Quedaron bien y pensé en que las podía vender", cuenta el
adolescente.
"A raíz de mi enfermedad, el niño se animó a
vender cholas", dice su madre.
La decisión vino provocada por las dificultades familiares
para conseguir efectivo y comprar comida.
La creatividad y habilidad artesanal la heredó Andrés de su
abuelo, un español
carpintero que conservaba su taller al lado de la casa.
Abuelo y nieto pasaban varias horas juntos y Andrés aprendió
así a usar sus manos; picar, ensamblar, inventar.
El niño solía buscar el caucho desechado por ahí, cerca del
barrio, pero últimamente escasea y ahora debe comprarlo o cambiar algunos
metros por algunas de las cholas.
"La suela y el hilo las saco del caucho. Las agujas las
saco de la parte trasera del tacón de las mujeres. La agarro, la pulo y le hago
una punta", describe.
La falta de divisas es tal en Venezuela que, al
comienzo, a veces no recibía dinero por las chanclas. Debía
conformarse haciendo trueques.
"Las cambiaba por harina u otro alimento, aunque yo le
insistía en que siempre tratara de venderlas para que también pudiera comprarse
algo para él", cuenta Cabrera.
La familia jamás imaginó que la venta de cholas se
convertiría en su principal fuentes de ingresos y hasta en fenómeno viral en
las redes.
Sustento
"Ahora mismo hago cholas por encargo. La gente me da su
talla y el color que prefieren y entonces las hago. Elaboro un par al día
y las vendo por cinco o seis dólares", cuenta el adolescente.
La venta arrancó despacio.
Cabrera reconoce que los primeros ejemplares de su hijo no
quedaban tan bien: "la técnica la ha ido perfeccionando poco a poco".
Por eso agradece la confianza e implicación del barrio, que
desde el comienzo le confiaban encargos al adolescente para ayudar a despegar
el negocio.
"Ahora es curioso, porque nos sentamos fuera de casa y
casi todos los que pasan llevan las cholas de Andrés", dice su madre.
"En el barrio hay gente alérgica y con hongos en los
pies. No les pasa con las que yo hago. Además, son antideslizantes",
cuenta el chico sobre su producto.
Madre e hijo consideran que el negocio tiene éxito, aunque en
esta Venezuela el éxito es relativo.
Las ganancias se van fundamentalmente en comida, cara de
conseguir por la alta inflación y el poco efectivo disponible.
Por eso, para ellos es muy importante la repercusión en redes
sociales, aupadas en par de ocasiones gracias a la implicación de famosos e
influencers.
También caridad
Andrés López también pone su ingenio al servicio de
obras caritativas.
Tanto él como su madre siguen de cerca la labor de la doctora
venezolana María Torrealba en Instagram, donde hace pública su labor como
pediatra.
En su cuenta comparte las dificultades de familias venezolanas
para obtener medicamentos para sus niños. De ahí que organice campañas buscando
apoyo para ellos.
A Andrés y su madre se les ocurrió escribir a la doctora y
ofrecerle algunos pares de cholas para donarlas a niños que las
necesitaran.
Se sorprendieron cuando Torrealba hizo público el
ofrecimiento en su perfil. Un impulso más para el oficio del adolescente.
"Enseguida muchas personas de fuera escribieron para
encargar pedidos y ayudar. Una ex Miss Venezuela, Daniela De Giacomo, pagó 30
pares de cholas que entregamos a la doctora Torrealba el día del niño para
entregarlas entre la comunidad", cuenta la madre de Andrés.
Hace poco, la familia donó por el barrio otros 15
pares de cholas.
La persona que las encargó y compró le dijo a Andrés que las
entregara a quien quisiera. Las distribuyó entre niños y personas mayores de la
comunidad que lo necesitaban.
Planes de futuro
A Carla Cabrera le preocupa que su niño tome la
responsabilidad de la casa.
Sin embargo, Andrés asegura que en el futuro quiere
montar su propia empresa, recuperar su taller y conseguir mejores
herramientas.
El local cerca de casa, donde su abuelo hacía la carpintería,
sufrió un accidente y se quedó sin techo. Un incendio alcanzó unas bombonas de
gas y reventó, quedando prácticamente destruido.
Mientras, la cuenta de Instagram de Andrés suma casi 11.000
seguidores y el negocio se ha expandido más allá de Bolívar,
vendiendo en Caracas, Valencia y otras zonas del país.
Tomado de Yahoo.es