Las explosivas denuncias de un ex espía turco preso en Ezeiza, Buenos Aires.
Acusado de mafioso, dice que el gobierno de Erdogan
vende armas al Estado Islámico, derribó un avión ruso en Siria y es responsable
de asesinatos y extorsiones.
El hombre que sabe demasiado llama a la casa de su
traductor, un antropólogo y activista por los derechos humanos kurdo que vive
en Vicente López y maneja un local de comida armenia en San Telmo. Se comunica
desde la cárcel de Ezeiza poco después de las ocho de la noche, cuando el
encierro nocturno lo hace sentir un poco más seguro. Llama porque sabe muy bien
que la exposición de su caso puede evitarle el destino que suele aguardarle a
quienes se encuentran en su situación. Pertenece a esa rara especie humana que
componen los espías que se han quedado sin cobertura: necesita hablar y
mostrarse para evitar que sea demasiado fácil matarlo. El hombre que sabe
demasiado ha desarrollado un saludable instinto de superviviencia.
“Por supuesto que hubiera preferido no haber vivido tantas cosas ni haberme enterado de tantas cosas,” dice por teléfono a través de su traductor. “Pero como viví lo que viví, estoy pensando siempre en denunciar los crímenes del gobierno turco y si puedo salvar aunque sea a un solo joven, hacerlo que pare de trabajar para este gobierno asesino, para mí es un honor.”
Serkan
Kurtulus, así se
llama, es el arrepentido más famoso de Turquía. Su caso ha generado una gran
expectativa internacional, especialmente en Turquía, pero también en Europa y
Estados Unidos, donde se han escrito decenas de artículos sobre él.
Kurtulus dice que el gobierno turco presidido
por Recep Tayyip Erdogan le vende armas grupo terroristas como
el Estado Islámico y el sucesor de Al Qaeda, Al Nusra, y que tiene nombres,
testimonios y grabaciones que prueban su acusación. También dice saber de
golpizas, extorsiones, atentados y hasta el derribo de un avión ruso, acciones
del servicio secreto turco sobre las cuales estaría en condiciones de aportar
valiosa información. Se describe a sí mismo como un patriota engañado y dice
que si es enviado a una Turquía donde no hay justicia, su vida no valdrá un
centavo.
En cambio el gobierno turco proclama combatir toda
forma de terrorismo codo acodo con sus aliados de la OTAN y regirse bajo las
normas de un Estado de derecho. Y denuncia en documentos presentados ante la
justicia argentina que Kurtulus es un mafioso, un matón que se vende al mejor
postor y el autor material o intelectual de 32 hechos armados, incluyendo dos
asesinatos por encargo.
En ultima instancia será el gobierno argentino
quien tendrá que decidir a quién le cree. O al menos cuánto valora las palabras
de su prisionero en relación a las del régimen que lo reclama.
Serkan Kurtulus nació en 1978 en una familia de
comerciantes ultranacionalistas. Dice que su vocación de servicio desde joven
lo llevó a ingresar al servicio secreto turco, donde recibió entrenamiento
militar. En el 2013 fue enviado a Siria para espiar a los grupos armados que
actuaban y siguen actuando en ese teatro de operaciones del otro lado de la
frontera sur de su país. Dos años más tarde fue condecorado por evacuar del
norte de Siria a guerrilleros turcomanos heridos y llevarlos a resguardo en
territorio turco, salvándoles la vida. Para un joven con la formación de
Kurtulus, explica, nada más patriótico que luchar en Siria, siguiendo el ideal
de una gran nación que se extienda desde Mongolia hasta Turquía, heredera de
los imperios de Atila y Gengis Kan, como han
soñado generaciones de nacionalistas panturcos.
En Siria, dice Kurtulus, se dio cuenta que Turquía,
siendo miembro de la principal la alianza militar de Occidente, la OTAN, le
vendía en secreto armas al Estado Islámico, el grupo terrorista más odiado y
temido por los supuestos aliados de Turquía, los europeos y los
estadounidenses.
El descubrimiento lo perturbó. O al menos eso le
dijo al juez federal argentino Marcelo Martinez de Giorgi en
un escrito que presentó el año pasado argumentando en contra de su extradición.
“Durante mis distintas misiones en Siria fui
testigo y descubrí que la organización de inteligencia del gobierno del AKP de
Turquía ayudaba a distintas organizaciones terroristas tales como Isis (Estado
Islámico) y Al Nusra”, escribió. “A partir de ese momento empecé a cuestionar
la política del gobierno turco que presentaba a estos terroristas como
combatientes de la democracia de Siria. Cuando yo le pregunté a mis superiores,
¿por qué Turquía está entregando armas a estas organizaciones terroristas? la
respuesta de mis superiores fue así: ´Los estamos usando contra los Kurdos y el
gobierno de Siria, una vez que terminamos con ellos vamos a mandar a Isis y a
Al Nusra a la basura´. Mi misión era recoger informaciones sobre estas
organizaciones terroristas peligrosas y vi que estas mismas organizaciones
terroristas eran protegidas y ayudadas por mi gobierno. Fue en ese momento que
decidí retirarme de Siria.”
De regreso a Turquía en 2016, Kurtulus no la habría
pasado bien. Ese año Erdogan sufrió un intento de golpe por parte de su ex
socio, el clérigo Fetullah Gulen, hoy exiliado en Estados Unidos,
lo cual dio pie a una gigantesca purga en el estado y las fuerzas armadas,
acompañada por una brutal represión de opositores, críticos y periodistas no
alineados. Kurtulus confiesa que en ese contexto el gobierno de Erdogan en su
región, la provincia de Esmirna, lo usó para extorsionar a comerciantes a
cambio de no acusarlos falsamente de golpistas, y que también le dio una paliza
en una plaza pública a un periodista que molestaba a sus jefes. Para entonces,
dice, ya acumulaba muchas dudas acerca de lo que le pedían que haga en nombre
de la patria. La pregunta cae de madura. ¿Cómo no se dio cuenta antes?
“Es que yo fui manipulado desde mi juventud con una
ideología ultranacionalista,” contesta por teléfono a través de su traductor
oficial ante la justicia argentina, Mehmet Dogan. “Nosotros
creíamos que los armenios, los kurdos, los griegos y los judíos son el enemigo
de la patria turca. Antes, los que golpeaban a los periodistas eran héroes para
mí, ahora me arrepiento de haber participado en esos actos.”
Kurtulus dice que se terminó de convencer de que
tenía que romper con el régimen cuando le ordenaron que asesinara a un famoso
periodista turco y a un religioso estadounidense no menos notorio.
El periodista, Can Dundar, había
filmado, fotografiado y publicado imágenes en 2015 de una transacción de armas
entre Turquía y el Estado Islámico en Siria. Detenido por revelar secretos de
estado, sufrió un atentado en pleno juicio y escapó del país para asilarse en
Alemania, país que negó su extradición a Turquía, donde fue condenado en
ausencia a 27 años de cárcel por espionaje y terrorismo. Dundar ha hecho
público su oposición a la extradición de Kurtulus, a quien considera un testigo
clave para que otros ex miembros arrepentidos del aparato represivo de Erdogan
empiecen a contar lo que saben. “Kurtulus tiene mucho para decir y puede ser un
ejemplo importante para que otros empiecen a denunciar. Si vuelve a Turquía es
muy posible que lo maten,” dijo a Página/12 desde Alemania.
El religioso estadounidense al que tenía que matar,
dice Kurtulus, era nada menos que Andrew Brunson, pastor evangélico
de la Iglesia de la Resurrección de Esmirna. Detenido en 2016, acusado de
asociar con terroristas y con Gulen, Brunson se convirtió en la moneda de
cambio que forjó la alianza entre Erdogan y Trump una vez que el pastor fue
liberado en 2018 y el presidente estadounidense levantó sus sanciones económicas
a la economía turca. En su declaración a la justicia argentina y en varias
entrevistas que dio a medios locales y extranjeros desde la cárcel de Ezeiza
Kurtulus asegura que en 2016 sus jefes del servicio secreto de Erdogan en la
provincia de Esmirna le ordenaron que mate al pastor en la cárcel utlizando
como mano de obra a jóvenes que puedan ser vinculados a Gulen, de manera tal de
que Trump crea que Gulen ordenó matar a al clerigo y se convenza de entregarlo
a las autoridades turcas.
Fue la gota que rebalsó el vaso, dice Kurtulus. En
septiembre de 2016 partió a Georgia. Cruzó la frontera con su documento de
identidad, sin que existiera denuncia alguna que le impidiera salir del país.
Al contrario: sus jefes se habían encargado de borrar toda huella de sus
golpizas y aprietes. Tampoco tenía problemas económicos. Su familia tenía un
buen pasar, eran dueños de negocios y concesionarios de autos en Alemania y
Turquía. Él mismo no tardó en abrir un hotel en Georgia. Pero su conciencia no
lo dejaba tranquilo.
Empezó a denunciar al gobierno de Erdogan a través
de las redes sociales. En las mismas páginas de Facebook, Twitter, e Instagram
en las que había posado orgulloso con su AK 47 durante su misión en Siria,
ahora hablaba de transacciones entre el gobierno turco y el Estado Islámico,
implicaba al servicio secreto turco en el derribo de un avión caza ruso en el
2015 en Siria y contaba cómo lo habían contratado para matar a Dundar y a
Brunson.
Recién entonces Turquía pidió su captura, dice
Kurtulus. No por los crímenes que había cometido y el gobierno había tapado,
sino por 32 hechos armados ocurridos en Turquía, la mayoría de ellos en 2017 y
2018 cuando él vivía en Georgia. Según el pedido de captura presentado a la
justicia argentina por las autoridades turcas vía Interpol, Kurtulus dirigía
una asociación ilícita y ordenaba los crímenes desde Georgia. El pedido de
extradición de Turquía no fue aceptado por Georgia y Kurtulus fue nombrado
refugiado por la Cruz Roja. Dice que continuó con sus denuncias hasta que
Turquía mandó a Georgia un equipo de sicarios para matarlo.
Entonces el gobierno de Georgia, después de
desbaratar el atentado, le dio a Kurtulus y a otro asilado turco llamado Lider
Camgoz pasaportes de Georgia verdaderos pero con nombres falsos y les
pidió que se marcharan. Con esos documentos cruzaron la frontera a Azerbaiján y
de ahí a Macedonia, burlando el pedido de captura internacional que seguía
vigente a pesar del rechazo de Georgia. “No sabíamos cómo ni dónde seguir. Con
el trascurso de los días nos enteramos que la República de Colombia no tiene
tratado de extradición con Turquía, por lo cual nos compramos boletos de avión
hacia Colombia,” Kurtulus escribió.
Kurtulus y Camgoz están presos en Ezeiza desde
junio, seis meses después de llegar a la Argentina. Los habría delatado un
empleado de la embajada de Turquía llamado Ozgur Demir. Según
Kurtulus, Demir es un traidor que los había alentado a viajar a este país,
presumiblemente para ayudarlos y sin decirles para quien trabajaba. “Dijo que nos
podría ayudar para sacarnos de Interpol y vivir el resto de nuestras vidas en
un país donde se respetan los derechos humanos y la democracia,” escribió
Kurtulus al juez argentino. Vivieron en Palermo y Puerto Madero mientras Demir
les tramitaba sus papeles de residencia en la Argentina. Poco después de
descubrir que Demir trabajaba para la embajada turca cayeron presos en Puerto
Madero. A las pocas horas el gobierno turco presentó todos los papeles para la
extradición de ambos, cuenta una fuente judicial. A su vez Kurtulus y Camgoz
pidieron que Argentina los acepte como refugiados.
Página/12 intentó comunicarse con Demir, el
presunto delator, y dio con su máquina contestadora en la embajada de Turquía.
Pero un funcionario de esa dependencia dijo que Demir no trabaja más en la sede
diplomática y no sabe si permanece en la Argentina. También se le pidió una
entrevista al embajador turco, Sefik Vural Altay, a través de su jefa de
prensa, pero al cierre de esta edición no había respondido.
En diciembre Martínez de Georgi falló en favor de
la extradición. Cerca del juez explican que se trató de un fallo técnico. La
sentencia aclara que no se investigaron los hechos denunciados en el pedido de
captura porque por ley dicha evaluación le corresponde a quienes deben resolver
el pedido de refugio. El juez también dio lugar a una apelación ante la Corte
Suprema y supeditó el traslado a Turquía al resultado de la apelación y el
pedido de refugio. En caso de que ambas instancias no prosperen, el gobierno
argentino a través de su cancillería tendrá la última palabra. Como nación
soberana puede aceptar o negar el pedido de Turquía.
Está claro que si el pedido de refugio o la
apelación judicial prosperasen, Alberto Férnández evitaría la
incómoda situación de tener que elegir entre complacer al gobierno turco o a
los opositores al régimen de Erdogan dentro y fuera de Turquía.
La decisión de darle refugio o no a Kutulus y su
ladero Camgoz recae sobre la Conare (Comisión Nacional de Refugiados), un
organismo estatal integrado por funcionarios de cuatro ministerios del gobierno
nacional y el Inadi (con voz y voto) y del Alto Comisionado de Naciones Unidas
para los Refugiados (ACNUR) y de ONGs locales (con voz pero sin voto).
El Conare ha recibido cartas de la Asociación de
Derechos Humanos de Turquía, de la Liga por los Derechos Humanos de Argentina,
asi como de periodistas turcos, incluso del que fue golpeado por Kurtulus,
pidiendo que no lo manden de vuelta a Turquía. Se espera una decisión para
fines de enero o principios de febrero.
Mientras tanto el gobierno turco ha estado activo
en sentido contrario a los periodistas y activistas por los derechos humanos
que pidieron por Kurtulus. Al menos eso da a entender el diálogo telefónico que
Kurtulus mantuvo desde la cárcel de Ezeiza con Ahmet Aziz Nesin, un periodista
turco exiliado en Paris, hijo del famoso escritor Aziz Nesin. La entrevista
completa fue subida a YouTube. Entre otras cosas se dijeron esto:
--Nesin: La delegación que llegó de Turquía a
Argentina, ¿sigue en Argentina?
--Kurtulus: Dicen que sí, que está acá. Que hay un
equipo de cuatro personas que está acá por nuestro caso.
--N: ¿Cuál es su objetivo?
--K: Lo que escuché es que están estableciendo
relaciones con el gobierno, tratando de convencer a las autoridades de aquí
para llevarme a Turquía. No sé qué tipo de trabajo hacen ellos acá pero sé que
quieren llevarme, obtener mi extradición.
--N: Según las convenciones internacionales de
refugiados no creo que acepte Argentina tal extradición.
--K: Georgia rechazó el pedido de Turquía pero no
sé cómo funciona acá.
--N: Eso lo sabe muy bien el gobierno turco, que no
puede obtener tu extradición. Por eso te pregunté con qué objetivo vino esa
delegación.
--K: No sé, no sé. Escuché algunos rumores pero lo
no sé.
Tomado de
Página 12 / Argentina