Por Víctor Álvarez
Hace 80 años fue publicado en el diario Ahora un
artículo con el título Sembrar el petróleo, firmado por Arturo Uslar Pietri, un
joven de 30 años quien para entonces se desempeñaba como Director de la Oficina
de Estudios Económicos del Ministerio de Hacienda, cuyo titular era Alberto
Adriani.
Cuando todavía el país no estaba plenamente consciente de la colosal riqueza depositada en su subsuelo, Uslar Pietri levantó su mirada hacia el futuro y fue capaz de advertir sobre las graves distorsiones que generaría en la economía y sociedad venezolanas el mal uso que pudiera dársele a los caudales de la renta petrolera. Desde 1936, el joven visionario anticipó que Venezuela terminaría convertida en "un país improductivo y ocioso, un inmenso parásito del petróleo, nadando en una abundancia corruptora" si no lograba construir un gran acuerdo nacional para Sembrar el petróleo y conjurar la tentación de convertir aquella incipiente riqueza en el manantial de los festines y derroches por venir.
En la IV República un alto porcentaje de la renta
se destinó a financiar el capitalismo rentístico con financiamiento público a
bajas tasas de interés y largos plazos; inversiones en infraestructura y
servicios de apoyo a las inversiones de capital; petrodólares baratos para
importar maquinarías, insumos y tecnología; y compras gubernamentales en condiciones
muy favorables para la producción nacional. Mientras que en la V República el
mayor porcentaje de los ingresos generados por la extracción del petróleo se
utilizaron para financiar el neo-rentismo socialista que puso el énfasis en
pagar la deuda social a través de políticas asistencialistas y compensatorias
que acostumbraron a la población más vulnerable a vivir de gratuidades en el
acceso a bienes y servicios que solo podían pagarse y sostenerse en períodos de
altos precios del petróleo.
Dicho en otras palabras, en la IV República, la
renta petrolera financió las inversiones de capital para producir bienes
privados, mientras que en la V República el énfasis se puso en la inversión
social para generar servicios públicos. Por eso, tanto el capitalismo
rentístico como el neo-rentismo socialista son expresiones distintas del mismo
modelo de acumulación extractivista, sustentado en una creciente extracción del
petróleo que está depositado en el subsuelo.
La arrogancia de los caudillos
Los auges en los precios del petróleo propician
liderazgos prepotentes, soberbios y autoritarios. La caudalosa renta estimula
la arrogancia y endiosamiento de los caudillos populistas, quienes la
administran a su antojo para levantar un Estado intervencionista y empresario
que entra en conflicto con el sector privado y la sociedad, al estatizar la
economía y funcionarizar la fuerza de trabajo.
Los gobiernos que no dependen de los impuestos que
pagan los contribuyentes no se sienten obligados a rendir cuentas de la forma
como administran las rentas petroleras. Por el contrario, son los
contribuyentes los que dependen del reparto de la renta. Esta ventaja la
aprovechan los gobiernos rentistas para imponer su poder a los factores
sociales que pugnan por lograr la mejor tajada en el reparto de la renta. Se
implanta la cultura de los cazadores de renta que ppretenden vivir de ingresos
que no son frutos de su esfuerzo productivo. La sociedad no invierte, ni
trabaja, ni produce sino que rivaliza por obtener las dádivas y prebendas que
se derivan del manejo discrecional de la renta.
Con el respaldo del extraordinario poder financiero
que confieren los auges en los precios del petróleo, el neo-rentismo socialista
desata una ola de expropiaciones de empresas que finalmente terminan
secuestradas y quebradas por el burocratismo, el pseudosindicalismo y la
corrupción. La ineficiencia administrativa del Estado empresario provoca caídas
en la producción, escasez, acaparamiento, especulación e inflación. Así, la
desindustrialización y descapitalización de la economía estimula los mercados
negros que se extienden desde los alimentos y medicinas, hasta el dólar
paralelo, pasando por una amplia gama de artefactos electrodomésticos,
repuestos automotrices, etc., hasta desembocar en un severo racionamiento.
La funcionarización de la fuerza de trabajo
Para someter al sector privado, el neo-rentismo
socialista implanta férreos controles de cambio/precios y despliega una acción
enfocada en penalizar la iniciativa privada y cercar la libre actividad
económica. La proliferación de controles, trámites permisos, etc. genera
enormes costos de transacción, reduce la rentabilidad y desestimula la
producción. Al obstaculizar el libre emprendimiento y satanizar a la empresa
privada, las oportunidades laborales se concentran en el sector público.
Reducir a la mínima expresión el emprendimiento
personal y ampliar la frontera empresarial del Estado es un mecanismo de
dominación que impone el neo-rentismo socialista para burocratizar la fuerza de
trabajo y crear una sociedad servil, donde el trabajador productivo degenera en
un ineficiente burócrata que se limita a cumplir un horario, asistir a marchas
y servir de relleno en actos de apoyo al régimen, sin generar un valor
equivalente que sirva de contrapeso a la presión inflacionaria que ejerce la
sumatoria de esa creciente masa salarial inorgánica.
La destrucción de la economía privada sin crear una
economía social alternativa y emancipadora es la clave del modelo de dominación
rentista.
El permanente cierre de pequeñas, medianas y
grandes empresas destruye millares de puestos de trabajo. Y quienes necesitan
con urgencia poner comida en la mesa de su casa enajenan su lealtad política a
cambio del bozal de arepas que les impone el Estado empleador y opresor.
Cuando colapsan los precios de los crudos, la falta
de petrodólares limita la capacidad para importar y la consiguiente escasez no
puede ser compensada con la pronta reactivación de un aparato productivo que
quedó en ruinas. El desmembramiento del tejido empresarial potenció el papel
empleador del Estado clientelar. Con la destrucción de millares de empleos
productivos se funcionariza la fuerza de trabajo y crece la burocracia estatal.
Así, los puestos de trabajo y subsidios que ofrece el gobierno operan como un
mecanismo de dominación y quienes critiquen o se opongan pueden ser despedidos
de las nóminas públicas.
La pobreza como modelo de dominación
Para mantenerse en el poder, el neo-rentismo
socialista necesita la pobreza y la desigualdad. Ese es su público, su
clientela, su elector. El empobrecimiento generalizado de la población crea un
entorno social cada vez más dependiente de los programas asistencialistas del
gobierno. Así, las dádivas y prebendas del oficialismo operan como un mecanismo
de sometimiento para premiar a los incondicionales, comprar a los indecisos y
castigar a los adversarios.
El neo-rentismo socialista es un modelo de
dominación basado en aliviar temporalmente las condiciones de pobreza, sin
erradicar las causas estructurales de la misma. Se afianza a través del
empobrecimiento material, moral y espiritual de la gente, en la destrucción de
la dignidad del ser humano para crear pueblos sumisos, fáciles de manipular y
engañar. Por eso cultiva la dependencia de los pobres en torno a unos programas
asistencialistas que refuerzan los lazos de servidumbre y sumisión.
Los auges de la renta son el caldo de cultivo
perfecto en el que fermentan caudillos de mentes ignorantes, almas resentidas e
ínfulas de próceres. Para evitar que se reproduzcan e impongan su talante
autoritario hay que quitar al gobierno de turno el manejo arbitrario y
discrecional de la renta petrolera. Esto implica un gran acuerdo nacional para
depositar toda la renta en fondos de ahorro e inversión. Estos serán regidos
por un sólido marco legal e institucional que permitirán complementar el
Presupuesto Nacional única y exclusivamente con los rendimientos generados por
los fondos. Así se impedirá a la demagogia populista dilapidar los ahorros de
la Nación en cada campaña electoral.
La transición sin traumas a una sociedad
post-extractivista implica sustituir la cultura rentista por una cultura
tributaria.
Significa dejar de reclamar "mi gotica de
petróleo", "mi cupo de Cadivi", "las divisas para
importar" y comenzar a contribuir con los ingresos fiscales que financian
el Presupuesto Público y a generar las divisas que cubren los requerimientos de
materias primas y maquinarias importadas.
En lo económico implica diversificar el aparato
productivo para ofrecer nuevas y mejores oportunidades de empleo en el sector
privado que ayuden a desburocratizar la fuerza de trabajo. Y para esto hay que
promover el espíritu emprendedor y la cultura del trabajo. Se trata de crear
una nueva sociedad de emprendedores emancipados y no de empleados públicos
sometidos por los mecanismos de dominaciónque se impone en las economías
rentistas con gobiernos clientelares y populistas.
Al despojar a los caudillos del uso arbitrario de
la renta se podrá construir un verdadero sistema democrático, con autonomía de
los poderes públicos, que ponga freno a las pretensiones hegemónicas de los
liderazgos mesiánicos y autoritarios que, a nombre de las mejores causas de la
humanidad, hacen gárgaras con "patria", "pueblo" y
"socialismo", mientras logran concentrar en sus manos todo el poder
para abusar de él.
Fuente:
Aporrea.org / Caracas