Durante años más de 500 soldados marroquíes prisioneros del
Frente Polisario fueron olvidados en cárceles del Sáhara porque el rey de
Marruecos negó su existencia
En la actualidad, tras la ruptura del alto el fuego,
Marruecos sigue negando el conflicto
Por IVÁN
BENÍTEZ*
"Marruecos no va a admitir que se encuentra
en guerra contra el pueblo saharaui, pero se prepara para ella. De
la misma manera que durante años negó la existencia de soldados marroquíes
prisioneros en cárceles del Polisario. Es su política pero la realidad es
otra”, declaraba hace unos días un alto mando saharaui en Rabuni, en un momento
en el que -según fuentes del Polisario- los bombardeos se intensifican contra
posiciones militares marroquíes.
En su declaración, el alto mando saharaui se refería a los más de 500 prisioneros marroquíes que fueron encarcelados antes del año 1991 y quedaron abandonados a su suerte, porque su rey -entonces Hassan II- se negaba a reconocer que existían. Una de aquellas cárceles de arena y de puertas abiertas se localizaba precisamente a 30 kilómetros de Rabuni. Se llamaba Le Siad. Aquí vivían libres en 1998 un centenar de presos que en abril de 1997 debían haber regresado a casa, a Marruecos. Pero la negación de su monarca los sepultó a una cadena perpetua.
A raíz de la noticia, los prisioneros sufrieron depresión y
desequilibrios psíquicos. En aquella situación de desamparo, sus antiguos
enemigos y carceleros se convirtieron en cuidadores y amigos. En su única
familia. Jugaban a fútbol, bebían té juntos, conversaban, paseaban, rezaban… La
cárcel se construyó tomando como referencia el casbah o casco viejo de las
ciudades marroquíes. El preso más joven tenía 29 años y el mayor, 79. Malaina
Mohamed, llevaba 23 años encarcelado. Hassan Belkasen era el líder de los
liberados, desde 1981. “Cuando vuelva a casa me voy a llevar un buen recuerdo del
pueblo saharaui. Estamos recibiendo un trato muy humano”, admitía en 1998. En
general, los presos no podían hablar. Naciones Unidas, protector de aquellas
prisiones sin puertas, prohibió a los presos difundir publicidad negativa sobre
el rey Hassan II.
En Le Siad vivía también Ali Ben Mohamed, de 46 años,
paralítico por un proyectil. Llevaba 21 años preso. “Vivir es mi obligación,
aunque no pueda valerme”, aseguraba. A su lado, Mohamed Belhach, su mano
derecha, le atendía día y noche. En este escenario, en esta situación extrema
de falta de esperanza, los exmilitares marroquíes se aferraban a la posibilidad
de que el periodista contactase con sus familias. Formaron y uno a uno
entregaron al recién llegado sus teléfonos y una carta escrita para sus familias.
Sus mujeres lloraron al escuchar que sus maridos vivían. “Pensábamos que habían
muerto. Es lo que nos dijeron”, aclararon al periodista.
La guerra ha vuelto pero el país magrebí -según informaciones
de medias digitales-, cuenta con un ejército muy limitado. Hasta tal punto que
pretende nacionalizar a inmigrantes subsaharianos para incorporarlos al frente.
Tomado de El Diario de Navarra / España.