Sobre los engaños del porno, la brecha orgásmica y el fin del
coitocentrismo. La sexóloga con más de medio millón de seguidores en Instagram
barre los peores mitos sexuales y apuesta a una educación vinculada con el
placer.
“Lic., ¿cómo sé si tuve un orgasmo?”, “Ayuda, creo que soy
precoz”, “Tengo 15 años y me mide 15 centímetros. ¿Está bien?”. Todos los días y en cualquier
horario, la licenciada Cecilia Ce recibe mensajes como estos
en su cuenta de Instagram. No por nada tiene más de medio millón de seguidores
(658 mil, para ser más exactos) y, a sus 35 años, es la sexóloga del momento.
Haber construido un espacio para que cualquiera pueda hacerle (y hacerse)
preguntas es, posiblemente, una de las claves del éxito. Es que la mayoría
crecimos sin información y fuimos llenando ese vacío con mitos y falsas
creencias: cuanto más grande sea el pene, más placer va a dar; las mujeres
llegan al orgasmo a través de la penetración y no gracias al clítoris; la
frecuencia ideal en parejas que conviven es de tres veces por semana. ¡Alto!
Todo esto es mentira.
Para desandar el camino y construir desde adentro nuevos esquemas, más sanos, más libres y sobre todo más auténticos, Cecilia Ce organizó a mediados de mayo un taller virtual al que llamó #Orgasmear, y los cupos se agotaron en un día. De ahí y de los temas que aborda en su consultorio (sí, es todoterreno) sacó el material para su segundo libro, Carnaval toda la vida, una guía inclusiva con información vinculada con el cuidado, pero sobre todo con el placer. ¡Y que empiece el carnaval!
«En el sexo, cada persona se tiene que ocupar de sí
misma: yo le tengo que dar espacio a mi placer, y el otro me tiene que
acompañar. Queremos a alguien interesado en el orgasmo, pero que no se ponga en
el rol de ‘yo te voy a hacer acabar’.»
–Alguna vez definiste al encuentro sexual como un
baile porque “hay que acompañar al otro mientras hace su gracia”. ¿Es necesario
ser un poco egoísta en el sexo?
–Sí, hay un momento en el que hay que ser egoísta. En el sexo
cada persona se tiene que ocupar de sí misma: yo le tengo que dar espacio a mi
placer, me tengo que mover, y el otro me tiene que acompañar. Queremos a
alguien interesado en el orgasmo, pero que no se ponga en el rol de “yo te voy
a hacer acabar”. Si yo no conecto con lo que estoy sintiendo, no va a pasar
nada. Hay algo de voluntad individual.
–Hablás de la importancia de correr el foco del coito
en un encuentro sexual. ¿Por qué?
–Porque genera mucho malestar. Mientras pensemos que el
objetivo del encuentro es el coito, vamos a fomentar un montón de falsas
creencias: que siempre tiene que haber erección, que el hombre siempre tiene
que durar… No tengo el orgasmo en el coito y es como “pero, ¿qué pasó?”. “No lo
hice bien, no puedo, tengo un problema…” Te cargás con mochilas que tienen que
ver con esa mirada, porque se armó un guion sobre todo lo que hay que hacer en
la cama.
–¿Y cómo toman esta recomendación tus pacientes?
–Hay personas que cuando les indico que no tengan coito, me
dicen: “Uf, gracias. ¿Me lo podés mandar por escrito así se lo muestro
a mi pareja?”. En serio. O me preguntan qué pueden hacer, y uno los va
guiando. Correrse de esta idea trae alivio, moviliza, porque es romper con algo
que está muy establecido. No es fácil pararse en un encuentro sexual y
decir “hoy vamos a hacer de todo, pero no vamos a tener penetración”. No
todos pueden ponerse en ese lugar.
«Lo que vemos en el porno es todo mentira. Los actores
están inyectados con un vasodilatador que mantiene la sangre en el pene para
sostener la erección. Pero, bueno, es un género. Hay que entender que el porno
es una ficción.»
–Tenemos un vacío de información muy grande, ¿no? Todo
lo que nos enseñaron estuvo vinculado con el control: la prevención de
embarazos y de enfermedades.
–Y ni siquiera eso hicieron bien: hoy las estadísticas dicen
que sólo el 40 por ciento usa preservativo. Está demostrado que las personas
incorporan mejor la educación sexual cuando se plantea desde un modelo del
positivismo, del placer. La bajada de línea no funciona, porque genera miedo en
vez de herramientas.
–Muchas veces buscamos respuestas en la pornografía.
–Sí, ese bache se va a llenar con lo que tengas a mano. ¿Y
qué más fácil que la pornografía, si todos tenemos un celular? Uno toma al
porno como lo real y no puede hacer un consumo crítico porque no tuvo una
enseñanza previa.
–¿Lo que vemos en el porno es todo mentira?
–Es todo mentira. Hasta le cambian el color a las vulvas para
que se vean más “blanquitas”. Todo lo que ves, desde los cuerpos,
el tamaño de los genitales, la ausencia de preservativos, de lubricante… Nunca
ves una dificultad, no hay penes que se bajen, no hay eyaculaciones antes de
tiempo. Todo está mal y es poco real. Los actores están inyectados con un
vasodilatador que mantiene la sangre en el pene para sostener la erección.
Pero, bueno, es un género. Hay que entender que el porno es una ficción.
–Una de las recomendaciones que das en caso de no
sentir deseo sexual, es hacer detox de porno. ¿Por qué?
–Hay personas que consumen mucha pornografía y después les
cuesta un montón conectar con el otro. Es mucho más fácil estar solo y mirar un
video, entonces te encerrás, no hacés esfuerzo, tenés un estímulo y placer
inmediato, y eso genera acostumbramiento. Después, cuando tenés que estar con
alguien, presente, atento, enseguida te ponés nervioso. Tiene que ver con eso.
–Hablás mucho sobre la brecha orgásmica. ¿Me contás
qué es?
–Sin que nos prendan fuego, porque es un tema polémico (se
ríe). La brecha orgásmica viene de un estudio que se hizo a poblaciones
hétero, gay y lesbiana sobre la cantidad de orgasmos que tenían en las
relaciones con sus parejas. Lo que vieron es que los hombres heterosexuales son
el grupo que más orgasmos tiene, con un 95 por ciento. Les siguen los gays
(89%), las lesbianas (86%) y, en el último lugar, las mujeres heterosexuales,
con un 65 por ciento. La primera conclusión es que si soy mujer y tengo sexo
con un hombre, baja mi probabilidad de tener un orgasmo. Y la segunda, que
cuanto más se prioriza el coito y menos besos, caricias y juego previo hay,
menos orgasmos tienen las mujeres.
–¿La brecha es cultural?
–Sí, es imposible mirar la sexualidad sin perspectiva de
género. Hay un factor que tiene que ver con el no consentimiento.
Estadísticamente, una mujer cada cuatro tiene historias de abuso. Entonces,
cuando están con un hombre, no están seguras y no disfrutan. Después, hay algo
del rol de género que hace que, en general, el que lleve la situación sexual
adelante sea el hombre. La mujer queda en un rol más pasivo, por vergüenza, por
desconocimiento, por eso es más difícil que se ocupe de su propio placer en ese
momento.
–Hablando de vincularnos, me gustaría preguntarte por
las relaciones abiertas. ¿Sentís que los jóvenes lo pueden tomar como una nueva
exigencia?
–Creo que hay que cuidarse mucho de que los nuevos movimientos
no caigan en una nueva exigencia. Es bastante fácil hacer bandera de algo, y
más porque hay gente que descubre que eso le gusta y le hace bien. Pero no hay
una fórmula. Me parece que cada persona tiene el derecho a elegir el tipo de
vínculo que quiere, no es que uno sea mejor que el otro. Hoy lo interesante es
poder hacerse esa pregunta. Ese es el cambio.
Página 12 / Argentina