El centro de La Paz
era una celebración de los movimientos sociales, indígenas, mineros y
militantes del MAS
“Esperamos ser recordados como el gobierno en el
que el pueblo boliviano se levantó para recuperar la democracia, la dignidad,
la paz, el crecimiento, y la justicia social” dijo el economista en su discurso
de investidura como presidente.
Por Marco Teruggi
/Imagen:
AFP
“Esperamos ser recordados como el gobierno en el que el pueblo boliviano se levantó para recuperar la democracia, la dignidad, la paz, el crecimiento, y la justicia social” afirmó Luis Arce en su discurso presidencial, desde el recinto de la Asamblea Legislativa. A su lado estaba el vicepresidente, David Choquehuanca, los presidentes de las cámaras de senadores y diputados, Andrónico Rodríguez y Freddy Mamani respectivamente.
A esa hora el centro de La Paz era una celebración en la cual movimientos sociales,
indígenas, mineros, sindicales, militantes del Movimiento Al Socialismo (MAS),
venidos de diferentes partes del país rodeaban la Plaza Murillo. El festejo había comenzado la noche
anterior, en la vigilia de las organizaciones realizada en cercanía de dónde
tendría lugar el acto.
La presencia temprana de los movimientos se
debió a la permanencia de las amenazas de un sector de la derecha hasta las
últimas horas. La
noche del sábado tuvo lugar en La Paz una nueva concentración y marcha bajo la
consigna de pedido de auditoría y suspensión de toma de posesión. Si
bien a esa hora resultaba claro que la transmisión de mando tendría lugar y que
las fuerzas sociales de la derecha estaban mayoritariamente agotadas, las
alertas ante posibles acontecimientos imprevistos se mantuvieron hasta último
momento.
El escenario político fue uno de los puntos
centrales del discurso del nuevo presidente. Se refirió a lo sucedido a partir del golpe de Estado como “una guerra
interna y sistemática contra el pueblo, especialmente contra los más humildes
(…) se sembró muerte, miedo y discriminación, recrudeció el racismo (…)
la persecución contra dirigentes del MAS y de los movimientos sociales, hubo
muertos, heridos, encarcelados, perseguidos, asilados y exiliados”.
La mención a las
masacres de Sacaba y Senkata, ocurridas a pocos días del golpe en noviembre del
año pasado, fue permanente y se realizó
un minuto de silencio por quienes fueron asesinados. El nuevo
presidente se refirió a las mismas como “símbolo de dignidad y resistencia”,
homenajeó “a los caídos, a los héroes del pueblo que han recuperado la
democracia”.
En la toma de posesión estuvieron presentes
varias representaciones internacionales, como la del gobierno de Argentina,
Paraguay, Colombia, España, Venezuela, Uruguay, Venezuela, Irán, Chile,
Emiratos Árabes, así como delegaciones de partidos políticos de diferentes
países, así como parlamentarios y movimientos bolivianos.
Quien no estuvo
presente, como se preveía, fue Jeanine Añez, que había anunciado días antes su
partida a la ciudad de Trinidad, en el departamento de Beni, desmintiendo una
posible fuga del país. Quien sí estuvo por parte de la oposición fue
el dirigente Carlos Mesa, segundo lugar en las elecciones de
octubre, quien reconoció la victoria de Arce desde el inicio. Sin
embargo, tanto él como su grupo
parlamentario, abandonaron el recinto antes de los discursos.
“Debemos superar la división, el odio, el
racismo y la discriminación entre compatriotas, ya no más persecución a la
libertad de expresión, y ya no judicialización de la política, ya no más abuso
de poder (…) ya no más impunidad, justicia hermanos, pero la justicia tiene que
ser verdaderamente independiente”, afirmó Choquehuanca, en un mensaje de
diálogo, unidad presente en ambos discursos.
El nuevo gobierno
asume en un contexto de inestabilidad. Si, por un lado, quienes integraban el
gobierno de facto están en retirada y posible escape del país para no tener que
rendir cuentas, y por el otro Carlos Mesa busca conformarse como principal
opositor, existe un sector,
conducido en parte por Luis Fernando Camacho, tercero en las elecciones, quien
encarna el ala más radical de la derecha. Ese mismo sector no
reconoce la validez de los resultados ni la toma de posesión. ¿Qué harán a
partir de ahora? Es una de las principales preguntas.
“Estos sectores minoritarios levantan la bandera
de la democracia solo cuando les conviene, y cuando no recurren a la
desestabilización, a la violencia, a golpes de Estado para hacerse del poder”,
afirmó Arce, quien hizo referencia a la utilización que esos sectores hicieron
de “grupos paramilitares”, que realizaron acciones hasta el día viernes, en
Cochabamba o Santa Cruz.
El gobierno se
enfrenta a una triple crisis, mencionada por Arce: democrática, producto de lo vivido con el golpe y el gobierno de
facto; sanitaria por la
pandemia, y económica. La gestión de Añez dejó números en rojo, con
una caída del 11,1% del PIB, un déficit fiscal de 12,1%, un déficit de 8,7% del
Tesoro Federal, y una deuda de 4 mil 200 millones de dólares contraída en los
once meses pasados. “Día que pasa sin tomar acción día que se complica la
situación”, afirmó el mandatario.
La expectativa social con el nuevo gobierno es
grande. Tanto por parte de quienes se movilizaron hasta la Plaza Murillo, como
las 36 nacionalidades indígenas, la organización de los Ponchos Rojos que fue
parte de la seguridad presidencial, o la Central Obrera Boliviana, sino por
amplias capas de la población que en menos de un año enfrentaron los impactos
de una recesión, la pandemia, y un gobierno de facto que amenazó, persiguió y
no dio respuesta a ninguna de sus promesas.
El nuevo mandatario se
refirió a la cuestión internacional y afirmó, como ya había anticipado, que
centrará esfuerzos en construir la “unidad política de la diversidad de América
Latina y el Caribe” a través de la Celac, y mediante la Unasur en el terreno
sudamericano, “como espacio de integración y mecanismo de concertación de
políticas, donde nos encontremos todos independientemente de las orientaciones
políticas de los gobiernos”. El nuevo gobierno boliviano aparece como un
posible factor que permita acercar y trabajar junto a diferentes partes del
progresismo latinoamericano.
La toma de posesión abre un nuevo momento dentro
del proceso de cambio boliviano: “nos comprometemos a rectificar lo que estuvo
mal y profundizar lo que estuvo bien”, afirmó Arce. Dentro de esta nueva etapa
aparecen desafíos del orden interno, como pedidos de movimientos de que exista
un recambio de cargos de dirección, como las amenazas de las fuerzas
desestabilizadoras que ya anticiparon que no regresarán -o así parece- a las
vías democráticas.
El domingo fue una fiesta en La Paz, ya Evo
Morales se encuentra cerca del país, Bolivia deja atrás una de las páginas más oscuras de su historia reciente con
una victoria democrática y un nuevo gobierno popular.
Fuente: Página 12 / Argentina