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08 octubre, 2020

*¿Fue Juana «la Loca» realmente una loca?

 

Orlando Arciniegas*

 

Juana I de Castilla, llamada «la Loca» —Toledo, 6 de nov. de 1479—Tordesillas, 12 de abr. de 1555—, de la dinastía castellana de los Trastámara, fue reina de Castilla de 1504 a 1555, y de Aragón y de Navarra, desde 1516 hasta 1555, si bien desde 1506 no tuvo ningún poder efectivo y desde 1509, tras alegarse su locura, fue encerrada de por vida en un palacio real en Tordesillas, primero por instrucciones de su padre, Fernando el Católico, y luego por órdenes de su hijo, el rey Carlos I. Allí, quizá con el confort de su clase y las atenciones de su regia condición, vivió 46 de sus 75 años de su larga existencia.

 

Los Trastámara eran la dinastía reinante en Castilla (de 1369 a 1504), en Aragón (de 1412 a 1516) y en Nápoles (de 1458 a 1501). En general, su reinado en Castilla se caracterizó por el refuerzo de la autoridad monárquica, el fomento del desarrollo económico de corte burgués y el ingreso de Castilla en la activa diplomacia europea. Bases estas de la modernización de la antigua monarquía que harían de Castilla una potencia, económica y militar, capaz por lo demás de imponer su hegemonía en la península Ibérica. Orientación política fundamental de los Reyes Católicos y, en particular, del aragonés rey Fernando, considerado un príncipe renacentista. ¿Fue Fernando el modelo de Maquiavelo?

 

Juana fue la tercera hija de Fernando II de Aragón y de Isabel I de Castilla —los Reyes Católicos— quienes procrearon cinco hijos: Isabel, Juan, Juana, María y Catalina, cuatro niñas y un niño. Las cuatro fueron reinas: dos casaron con el rey Manuel I de Portugal (Isabel y María), Catalina fue reina de Inglaterra —fue la primera esposa de Enrique VIII, Tudor— y la desdichada Juana, reina efectiva de Castilla solo de 1554 a 1555. Juan, el único varón y la última esperanza de los Trastámara, murió seis meses después de haberse casado con la muy hermosa Margarita de Austria —hermana de Felipe «el Hermoso»—, a causa, según la leyenda, de los excesos sexuales con Margarita.

 

Juana, por nacimiento era infanta de Castilla y Aragón. Desde niña recibió la educación de una heredera improbable al trono, basada ante todo en la obediencia y el aquilatamiento de virtudes femeninas, más que en las enseñanzas del gobierno y la exposición pública requeridas, por ejemplo, en la educación del príncipe heredero. Juana estudió urbanidad, comportamiento cortesano y religioso, sin dejar de lado la danza y la música, en lo que se le atribuyó talento; amén del francés y latín. Era la más bella de las hijas de los Reyes Católicos —“rubia, esbelta, de talle fino y buena proporción”—, con un gran parecido a la abuela paterna, doña Juana Enríquez, quien con ahínco había procurado el matrimonio de Fernando e Isabel, aunque no pudo verlo. A Juana se le consideraba un primor para cualquier corte europea. Entonces, el encanto femenino era un componente de los engranajes políticos, no pocas veces el determinante.

 

En agosto de 1496 Juana, la futura archiduquesa partió de Cantabria rumbo al Flandes, el hogar de Felipe su futuro esposo, a quien no conocía. Felipe de Habsburgo, apodado «el Hermoso» (Brujas, 22 de julio de 1478—Burgos, 25 de sept. de 1506), era archiduque de Austria, duque de Borgoña y conde de Flandes, y además su primo tercero. Se cuenta que el apodo se lo dio el rey Luis XII de Francia (1462-1515), en 1501, cuando al conocerlo, lo llamó “hermoso príncipe”. Felipe era el primogénito de Maximiliano I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y de la duquesa María de Borgoña (1457-1482). Al morir su madre, por una caída de un caballo, heredó todas sus posesiones. Felipe era hermano de la muy hermosa Margarita de Austria, que fue esposa de Juan, el único hermano de Juana, que no dejó descendencia. Con el pactado matrimonio de Felipe «el Hermoso» con la infanta Juana se introduciría en España la estirpe de los Austrias. 

 

La boda de Juana y Felipe se celebró el 20 de octubre de 1496, en la pequeña Lier, una ciudad medieval de Flandes (Bélgica). La corte borgoñona le resultó a Juana muy festiva y opulenta, en contraste con la sobria, religiosa y muy familiar de Fernando e Isabel. Los esposos lucían muy enamorados. Pronto vinieron los hijos y los celos patológicos de Juana frente a un Felipe ausente e infiel. En el segundo parto nació Carlos en Gante, el 24 de febrero de 1500. Este sería Carlos I de España y Carlos V de Alemania. Juana, tras la muerte de sus hermanos, Juan e Isabel, así como del hijo de esta, el príncipe portugués Miguel da Paz (1498-1500), pasó a ser la heredera de las coronas de Castilla y Aragón, así como «señora de Vizcaya», título asociado a la corona de Castilla y que Juana heredaría de su madre, la reina Isabel de Castilla (1451-1504). El 26 de enero de 1502, Felipe y Juana, sin sus hijos, emprendieron camino a Castilla por tierra desde Bruselas. Seis meses tardaron hasta la ciudad de Toledo donde se juramentaron como herederos ante las cortes castellanas, el 22 de mayo de 1502. Felipe apuró su regreso: el 19 de diciembre del mismo año abandonó la corte de los Reyes Católicos. Juana, embarazada, debió permanecer. 

 

Maximiliano y Fernando habían pactado en su tiempo estas alianzas matrimoniales en el amplio marco de la llamada Liga Santa (1495), en la que se encontraban: la monarquía española formada por Castilla, Aragón Nápoles; Portugal; Inglaterra; Flandes, Austria y el Sacro Imperio Romano Germánico. Y en el marco más reducido del acuerdo de carácter dinástico hispano-austriaco —también hispano-austriaco-borgoñón— que resultó ser una alianza política y militar de larga duración. Hecha posible a lo largo de los siglos XV y XVII, gracias a la vinculación dinástica —agnación— entre los Austrias de Viena y los Austrias de Madrid. Alianza en la que fueron frecuentes los constantes intercambios personales entre ambas ramas de la misma casa regia, hasta alcanzar su concentración en un complejo y vasto espacio territorial bajo la dignidad imperial y la autoridad del emperador Carlos V.

 

La reina Isabel entraría en conflictos con su hija Juana. A causa de las extravagancias que comenzaron a aflorar. Pronto, la ira, los ayunos autoimpuestos y las repetidas noches en vela convencieron a los Reyes Católicos que su niña se había trastornado en Flandes. Frente al comportamiento de su hija, la reina Isabel debió acordarse de su propia madre, Isabel de Portugal (¿1428?-1496), segunda esposa de Juan II de Castilla, a quien, la versión oficializada apunta como el origen de su desequilibrio, a la ausencia de su marido. Y si no como causa, sí como un detonante. A Juana, la lejanía de sus hijos y de su marido la sumían en gran tristeza. El 10 de marzo de 1503, Juana dio a luz a su cuarto hijo Fernando, en Alcalá de Henares. Tras el parto quiso regresar a Flandes. Pero la reina se opuso. La guerra con Francia llenaba el camino de peligros. Pero Juana no cejó y elevó su intransigencia. 

 

Ante la obstinación de Juana, la reina ordenó su reclusión en el castillo de la Mota, en la villa de Medina del Campo. Pero de nada valió. La reina tuvo por fin que consentir y Juana partió y llegó a Flandes en junio de 1504. La reina Isabel muere ese mismo año, el 26 de noviembre.  Y se abre el problema de la sucesión en Castilla. La reina, en su testamento, desheredó a Juana pero Fernando, su padre, la proclamó reina y él mismo siguió gobernando. El archiduque Felipe, por su parte, no estaba dispuesto a quedarse por fuera. Se convino entonces un acuerdo de gobierno conjunto para regir a Castilla: Felipe y Juana, que seguían en la corte en Bruselas, y Fernando «el Católico». Esto se conoce como la Concordia de Salamanca, firmada el 24 de noviembre de 1505, entre Fernando de Aragón y el plenipotenciario de Felipe de Habsburgo y Juana de Castilla, el señor Philibert de Veyré. Juana daría a luz su quinto hijo el 15 de septiembre de 1505. Una niña que se llamó María, en honor a María de Borgoña, su abuela paterna que murió a los 28 años. 

 

A finales de 1505, Felipe prepara su viaje a la Península. Lo anima el deseo de ser declarado rey, así como la animosidad que ya sentía por Fernando, su suegro. El 10 de enero de 1506 ordena a la flota zarpar. Viajan 40 barcos. Solo la impaciencia de Felipe explica el temerario acto de navegar en aquel invierno. En el canal de la Mancha una fuerte tormenta hundió varios navíos y otros se dispersaron. La armada hubo de permanecer en Inglaterra durante tres meses. Juana tuvo tiempo incluso de visitar en Londres a su hermana Catalina de Aragón, viuda entonces y de 21 años, y a quien no veía desde hacía diez años. De Catalina se dice que era hermosa y la más parecida a su madre, la reina Isabel «la Católica». En abril de ese mismo año, levaron de nuevo, pero en vez de dirigirse a Laredo, en Cantabria, donde se les esperaba, pusieron rumbo a La Coruña, en Galicia, donde se reunieron con otros nobles castellanos detractores del rey Fernando. Felipe, con gran habilidad, consiguió el apoyo de la mayoría de la nobleza castellana, lo que de hecho obligó a Fernando a firmar la Concordia de Villafáfila el 27 de junio de 1506, que al día siguiente firmaría en Benavente, Castilla, el querellante Felipe «el Hermoso», el marido de Juana.

 

En este tratado se reconocía el desequilibrio mental y la incapacidad de Juana para reinar, aunque no se le retiraba su título real, y Felipe quedaba como rey de Castilla de jure uxoris —“por el derecho de (su) mujer”—, como Felipe I de Castilla, el primer Habsburgo en ser rey de Castilla. Fernando «el Católico», que venía gobernando Castilla en virtud de lo señalado en el testamento de Isabel «la Católica» (12 octubre de 1504), y de lo acordado antes en la Concordia de Salamanca (24 de noviembre de 1505), con algunas recompensas de por medio, debió retirarse a sus reinos de Aragón. Empero, la vigencia del acuerdo fue muy breve, toda vez que Felipe I falleció el 25 de septiembre de 1506. ¿Cómo murió Felipe «el Hermoso»? Según la versión oficial, unas fiebres acabaron con él, pero tenía tantos enemigos que alguno pudo haberlo envenenado. Se cuenta que tras un partido de pelota bebió un vaso de agua fría que, en horas lo descompuso, y de ahí, a ocho días de por medio, había muerto. El estado que presentó, se asemeja al de una neumonía. Se ha dicho. En todo caso fue el detonante definitivo de la locura de Juana I de Castilla.

 

Una vez certificada su muerte, sus sirvientes flamencos lo arreglaron con sus mejores galas, conforme a las instrucciones que diera su esposa Juana de Castilla. Embalsamaron el cuerpo y el corazón fue enviado a Bruselas, a la corte de Flandes, de donde venía el difunto. En un primer momento, el rey Felipe fue enterrado en la Cartuja de Miraflores en Burgos. Pero al inicio de las navidades de 1506 fue desenterrado por decisión de Juana, obligando a los cortesanos a pasar una ronda de reconocimiento. A punto de terminar el año 1506, comenzó el viaje de Juana «la Loca» con el cuerpo embalsamado de su esposo por Castilla. Una macabra gira solo explicable por su dolor e insania mental. En Torquemada, la reina Juana parió el 14 de enero de 1507 a la infanta Catalina, futura reina de Portugal. Tres meses después retomó su deambular hasta 1509, cuando su padre, Fernando el Católico, la forzó a recluirse en Tordesillas.

 

Tras la muerte de Felipe I, el gobierno de Castilla lo ejerció, en una breve regencia, el Cardenal Cisneros —Francisco Jiménez de Cisneros—, el tercer inquisidor general de Castilla y fundador de la Universidad de Alcalá de Henares. Fernando «el Católico» volvería en agosto de 1507 a asumir como regente el gobierno de Castilla. En 1512, sería rey de Navarra por conquista. En Castilla estaría hasta su final, el 23 de enero de 1516, cuando muere en Madrigalejo, Cáceres. No sin antes enterarse de la mayoridad adelantada de su nieto el príncipe Carlos (el futuro Carlos I), el 5 de enero de 1515, por la presión de los Estados Generales, y que lo habilitaba, primeramente, para asumir el gobierno de los territorios de la Casa de Borgoña. Con la muerte de Fernando, Carlos hereda las coronas aragonesa y castellana. Entra a la Península el 17 de septiembre de 1517 y visita a su madre en Tordesillas, sin afectar su reclusión. España podía seguir su camino. Pocas veces la muerte de un rey y la regencia de un cardenal habían sido tan oportunas.

*Profesor jubilado de la Universidad de Carabobo, PHD en historia.