Por Humberto Seijas Pittaluga
Parece que la reclusión forzada ha
incentivado el intercambio por las redes.
En lo que va de semana he recibido muchas más sugerencias sobre temas
que lo que es usual. Un lector me pide
que comente La peste, de Camus, y cómo se compara con la pandemia que se
nos vino encima; otro me pide que analice el mismo acontecimiento, pero desde
la óptica del reciente artículo que escribió Vargas Llosa. Al respecto, solo diré que estamos
descubriendo que las crisis sanitarias, así como ponen al descubierto lo mejor
y lo peor de la raza humana, también dejan de manifiesto las buenas capacidades
y las pobres aptitudes de quienes ejercen los cargos públicos: mientras el
gobierno colombiano facilitó transportes hasta la frontera y comidas a los
venezolanos que querían regresarse, aquí el régimen los encierra, apelotonados,
sin proveer ni agua, en recintos no aptos, con lo que aumenta el peligro de
contagio. Un exalumno me sugiere que hable
de la parranda de generales del Ejército que han sido descubiertos
recientemente como millonarios pícaros; deseché el tema porque eso es noticia
vieja: desde que Boves II decidió acabar con la meritocracia, ascendió a gente
que no tenía nada que perder y sí mucho que ganar, especialmente en lo
económico y por medios ilícitos, por lo que los latrocinios vestidos de verde
son de vieja data. Otro alumno, que
toque lo del hundimiento del guardacostas y el video en el cual el alto mando
de la Armada trata de justificar algo que es injustificable: que un capitán le
corte la proa a otro buque con tan poca separación que, de hecho, origina un
rumbo de colisión. A esto último, lo que
quiero señalar es que eso pasa porque en estos últimos veinte años se ha designado
para ese cargo a más oficiales de infantería que a verdaderos marinos. Increíble pero cierto.
En fin, que no es por falta de
sugerencias que se me dificulta el atacar un tema hoy; es por exceso de ellos.
Yo, por mi parte, quería escribir del
murciélago chupasangre que nos ha tocado en mala hora a los carabobeños. Decir, por ejemplo, que —aunque en Venezuela,
de veinte años para acá, ha habido mucho circo y poco pan— es la primera vez
que el dueño del circo es al mismo tiempo el payaso. Funciones y espectáculos gratis da muy
seguido. Aunque no sé si “gratis” es la
palabra adecuada. Porque sus decisiones
acerca de la distribución del gas, el empleo de cisternas para suministro de
agua y otras parecidas llevan el mismo sello que la cerveza, la harina de maíz,
los food trucks y las dracutecas que preconiza: tajada para el
proponente. Y eso sale del bolsillo de
los bobos que les toca bajarse de la mula.
Pero ya llevo la mitad del espacio
consumido y no he dicho lo que propuse en el título: lo que veo muy cerca en el
horizonte. Y que ya empieza a
manifestarse en todo el orbe: que tanto los autócratas aparentemente de derecha
como los populistas supuestamente de izquierda se volverán aún más autoritarios. Porque las crisis les dan una excusa para sus
arbitrariedades. Y que, por eso mismo,
les conviene prolongarlas: compran tiempo.
Pero a un precio muy alto: la vida de muchas personas. Los chinos retuvieron criminalmente la
información de lo que pasaba, después mintieron acerca de los verdaderos números
y, cuando quedaron al descubierto, ejercieron un control social brutal; en Turkmenistán
llegaron a prohibir la palabra "coronavirus" y el empleo de mascarillas;
el primer ministro húngaro reforzó su ya recio control del poder disolviendo al
parlamento y otorgándose poderes extraordinarios sin límite de tiempo.
Si eso es a nivel mundial, en Venezuela
no es distinto, solo peor. El régimen,
desde antes de la llegada del bichito chino, le restó importancia a la gravedad
del problema. Empezó a decir que
nuestros hospitales eran mejores que cualquiera europeo o gringo. Y no ha parado de decirlo, cuando, en
realidad, en ellos no hay ni agua potable; insumos médicos, menos. Es bien sabido que si alguien necesita ser
atendido, debe procurarse desde la hipodérmica y el alcohol hasta los
medicamentos y los equipos especializados que se requieran. No importa lo que diga el ilegítimo; el país está
severamente escaso de kits de prueba, máscaras, ventiladores y otros pertrechos
médicos esenciales. Habló de no-sé-cuantos-miles
de camas de terapia intensiva, y la Federación Médica le dijo que en toda
Venezuela, sumando sector privado y público, no se llega a cien. Y que la mayoría de ellas ya están ocupada.
Hasta que llegaron los kits de prueba y
las mascarillas enviados de China (vaya usted a saber si funcionan o si son
defectuosos como los que debieron devolver a España e Italia), el recurso
oficial era arrebatárselos a la brava a las entidades privadas que los habían
comprado y tenían en sus inventarios.
Estamos mucho más atrás que cualquier otro país en eso de hacer pruebas,
seguir el rastreo y proveer verdaderas medidas de contención. Lo único a lo que se han limitado es a
ordenar cuarentenas, hacerse propaganda por medio de cadenas y mentir en ellas
acerca de las verdaderas estadísticas. Y
cómo será de incapaz el ministro del ramo, que lo ignoraron y pusieron al
frente a Delsy Eloína. Que tampoco sabe nada de nada en eso de medicina. Como será que, cuando intentó simular un
maltrato, luego de su intento de colarse en una reunión de mandatarios a la
cual no estaba invitada, se puso el cabestrillo en el brazo que no era…
Para concluir, porque se me acaba el
espacio —y no pude comentar sobre la escasez de combustibles, el dólar
pa´rriba, ni las clases no presenciales en un país que no tiene Internet—,
valga decir que el enfoque incompetente, torpe, sectario y engreído del régimen
no ha sido una sorpresa…