Por Rafael G. Curvelo E.*
@rafaelgcurveloe
Llevamos 13 días de una cuarentena que tiene en vilo a
millones de ciudadanos. Cuando el viernes 13 de marzo, la vicepresidenta Delcy
Rodríguez anunciaba los primeros casos de COVID-19, comenzó para muchos la
incertidumbre: trabajar del día a día, para poder medio subsistir, le
complicaba la rutina; más cuando tiene niños a cargos y ya no iban a tener
clases para evitar contagios.
La información del sector oficial se convirtió en la fuente
primaria. Desde la oposición, a través de la gestión reconocida por más de
cincuenta países, comenzaba a darse con el muro de la realidad política:
Nicolás Maduro es quien tiene el control del Estado en todas sus dimensiones;
lo use bien o mal, es el que manda y dispone las acciones oficiales.
El ciudadano de a pie, ese que necesita del sustento diario
para alimentar a los suyos o tiene algún familiar que le manda la codiciada
remesa, ayudándole a paliar la crisis, que parece estar instalada de forma
permanente en nuestra nación; se prepara para lo que pudiera ser una larga
cuarentena, tratando de estirar los recursos y ve con suspicacia los datos que
da el gobierno sobre la pandemia.
Aun cuando las redes sociales son una fuente importante para
informarse; no necesariamente dan noticias reales. Que el amigo de un
amigo o el primo de un tipo que está conectadísimo, no
terminan siendo cosas confiables; por el contrario, esa información termina
originando mucha incertidumbre que tranquilidad en la gente.
En casi dos semanas que hemos transcurrido, vemos como en las
mañanas las calles están repletas de personas que salen a buscar algún churupo
o comprar alguna comida para llevar a la casa. Siguen las recomendaciones que
ha dado el gobierno: uso de tapabocas y guantes, así como mantener una
distancia prudencial. Los pocos negocios que atienden, sobre todo de alimentos
y farmacias, permanecen abiertos hasta las 2:00 pm. Mientras la policía y
funcionarios públicos pasan con altavoces dando las instrucciones de cómo
enfrentar el COVID-19.
Ya comienza a escasear el combustible, lo poco que se surte
es para algunos privilegiados, sobre todo militares, otros
funcionarios como policías o médicos, no son surtidos, lo que impiden que vayan
a sus sitios de trabajo a dar lo mejor en momentos difíciles para el país. El
reloj avanza lento, algunos esperan el escenario catastrófico, sin pensar en
las consecuencias que esto traería para todos.
Las piezas en los distintos tableros de la política se
mueven: unos apuestan a una tregua política para enfrentar la
pandemia; otros prefieren seguir con la arenga que ellos solos arreglan el
problema. Internacionalmente la ONU y la Unión Europea piden flexibilizar las
sanciones ante la crisis; los EEUU han optado por jugar duro y, a través del
Departamento de Justicia, acusan a figuras claves del madurismo de
narcotráfico, llegando a pedir recompensa por su captura.
Al día de hoy van 113 contagiados, con dos fallecidos.
Todavía queda mucha tela que cortar y tenemos que pensar día a día, podemos
hacer hipótesis de lo que vendrá, pero pueden caerse ante cualquier novedad que
llegue de repente. Nos toca esperar, con paciencia y ver qué ocurre los
próximos días.
*Dirigente nacional de Alternativa 1, la Venezuela que viene.