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08 abril, 2020

Atrapado por la indigencia y el coronavirus, un hombre vivió tres meses en el aeropuerto de Los Ángeles (USA).



Seth Tom Davis vivió en el Aeropuerto de Los Ángeles desde el 24 de diciembre por más de tres meses y experimentó allí los efectos de la epidemia de coronavirus en la sociedad y la actividad económica.
A finales del año pasado, Davis había volado de Seattle a Los Ángeles, en una escala de su viaje de vuelta a su casa en Dakota del Norte. Su único acompañante, y de quien no se separa, es su perrita Poppy, que le presta un servicio invaluable. Davis padece epilepsia y síndrome de Asperger y Poppy está especialmente entrenada para responder en caso de que él sufra un ataque epiléptico.
Una terminal semivacía en el Aeropuerto de Los Ángeles, con muy pocos viajeros a causa de la epidemia de coronavirus. (AP)
El viaje desde Seattle y la espera en Los Ángeles fueron largos y Davis se quedó dormido en el aeropuerto. Entonces, alguien robó su cartera y lo dejó sin dinero y sin identificaciones. Para colmo, a causa de ocasionales olvidos, Davis apuntó el pin de su tarjeta bancaria y esa información también le fue robada.
Los ladrones entonces dejaron su cuenta en cero.

Todo ello le hizo perder su vuelo a Dakota del Norte y al no tener recursos adicionales no pudo continuar su viaje de vuelta a casa, como narró el periódico Los Angeles Times.
Por añadidura, le robaron su identidad y los ladrones por tres meses se apoderaron del pago del Seguro Social que Davis recibe por incapacidad médica. Aunque él reportó oportunamente el robo que sufrió a la policía, su banco se negó a reintegrarle el dinero robado. Y entonces, sin dinero y sin hogar, no le quedó otra opción que quedarse a vivir en la Terminal 6 el Aeropuerto de Los Ángeles.
Incluso perdió su casa en Dakota del Norte, cuya renta él paga con subsidios públicos, porque el alquiler se venció el 1 de enero y a él no le fue posible acudir para arreglar la situación.
Davis no tiene familia, pues vivió su niñez y adolescencia con padres de acogida hasta que fue adoptado, pero su madre adoptiva falleció años atrás y él está distanciado de su padre, del que sufrió abuso.  Ahora, a sus 30 años, vive de los pagos del Seguro Social  y de los subsidios gubernamentales para vivienda y para alimentos. Solo le acompaña incondicionalmente su perra Poppy.
Durante varios meses, mientras vive en los pasillos del aeropuerto, Davis ha tratado de arreglar sus asuntos, recuperar su identidad, su dinero y tratar de rehacer su vida, pero le ha sido muy difícil. Su condición de indigencia ha sido severa, aunque poco a poco, con el paso de las semanas y los meses ha ido mejorando.
En tanto, se desató la epidemia de coronavirus.
Davis vive como indigente en el aeropuerto, donde tiene un techo y acceso a baños y ciertas tiendas, aunque en ocasiones ha salido de allí.  Visitaba, por ejemplo, un centro YMCA cercano donde podía darse una ducha, un supermercado para adquirir comida para él y Poppy con el muy poco dinero que ha logrado obtener (por momentos solo le han quedado 5 dólares y en algunos momentos apenas un dólar) y ha acudido a una oficina del Seguro Social para tratar de regularizar su situación.
Pero el alto costo de la vida no le ha permitido asentarse en Los Ángeles, y por ello ha debido quedarse a vivir en el aeropuerto.
La epidemia de coronavirus que se desató con fuerza en Los Ángeles ha complicado fuertemente las cosas para él. Las tiendas y el YMCA al que acudía están cerrados, las oficinas públicas que pueden prestarle ayuda también y la tensión en el aeropuerto es considerable.
Incluso él cuenta que, estando en el aeropuerto, Poppy estornudó muy fuertemente y “las personas se asustaron realmente… Estaban asustadas de mi perra porque ella estornudó”. Las reacciones de miedo por el coronavirus son con frecuencia severas y Davis las ha experimentado directamente. Él no puede quedarse en casa porque no tiene una en plena epidemia y el distanciamiento social que padece es, en contraste, el del indigente al que muchos evitan.
Solo Poppy lo ha acompañado incondicionalmente, y ambos han resistido el desamparo, la falta de comida y muchas otras carencias, todo ello agravado por la pandemia de Covid-19.
“No sé qué hacer”, contó Davis al LA Times en esos momentos de severa impotencia y fragilidad. La necesidad, además, de conseguir comida para Poppy lo abrumaba adicionalmente.
Afortunadamente, las cosas han ido mejorando.
Donaciones de personas que leyeron su historia en el LA Times sumaron 11,500 dólares vía GoFundme y Paypal, pero inicialmente PayPal le congeló ese dinero al tener problemas para verificar su identidad. Para colmo, la reducción de servicios de Paypal a causa de la epidemia hicieron los tiempos de espera en su sistema de ayuda telefónica enormes y penosos.
Davis esperaba contar con ese dinero y había incluso reservado un mes de hospedaje en un hotel para largas estadías en Albuquerque, Nuevo México, en donde él espera que el menor costo de la vida le permita hallar un lugar donde vivir que pueda pagar con los subsidios de vivienda que recibe.
Todo quedó en tenso suspenso por un tiempo, con la epidemia azotando su entorno y Davis y Poppy sobreviviendo apenas en el aeropuerto. Y los estornudos de su perrita no cedían, para inquietud del hombre y terror para los viajeros.
Pero cuando sus pagos del Seguro Social finalmente le fueron restablecidos, él empezó a sentir una ligera mejoría. Los 334 dólares que recibió en su nueva cuenta bancaria no le alcanzaban ciertamente para vivir en Los Ángeles, pero al menos lo han mantenido a salvo del hambre a él y a Poppy.
Y le permitieron comprar un boleto de avión a Colorado, para pasar unos días en casa de un amigo y paliar así su indigencia.
Finalmente, como informó el LA Times, Paypal liberó el dinero y Davis finalmente emprendió el viaje a Albuquerque, donde espera poder encontrar finalmente un hogar fijo.
Todo lo que tenía en la casa de Dakota del Norte lo perdió, pero inicialmente lo que más le preocupó fue saber si en Albuquerque podrá encontrar en el supermercado los fritos y el aderezo que desea para prepararse una ‘taco salad’ y si estará abierta alguna clínica veterinaria para que revisen a Poppy.
El pasado martes, finalmente ya en su hotel en Albuquerque, Davis contó que está “bien. Tengo una cama, una estufa, una televisión, una cajonera, un baño y otras cosas. Tengo prácticamente todo. Me siento bien, realmente bien”.
Y también está tranquilo por Poppy: sus estornudos no tienen que ver con el coronavirus, como ha sido el caso en algunos raros episodios de contagio de Covid-19 en animales. Su perrita simplemente padece alergias.
“Tengo que encontrar un lugar donde comprar Benadryl [para Poppy] y un tazón grande para mi taco salad”, dijo Davis. Su vida ciertamente comienza a mejorar.