Seth Tom Davis vivió en el Aeropuerto de Los Ángeles desde el
24 de diciembre por más de tres meses y experimentó allí los efectos de la
epidemia de coronavirus en la sociedad y la actividad económica.
A finales del año pasado, Davis había volado de Seattle a Los
Ángeles, en una escala de su viaje de vuelta a su casa en Dakota del Norte. Su
único acompañante, y de quien no se separa, es su perrita Poppy, que le presta
un servicio invaluable. Davis padece epilepsia y síndrome de Asperger y Poppy
está especialmente entrenada para responder en caso de que él sufra un ataque
epiléptico.
Una terminal semivacía en el Aeropuerto de Los Ángeles, con
muy pocos viajeros a causa de la epidemia de coronavirus. (AP)
El viaje desde Seattle y la espera en Los Ángeles fueron
largos y Davis se quedó dormido en el aeropuerto. Entonces, alguien robó su cartera
y lo dejó sin dinero y sin identificaciones. Para colmo, a causa de ocasionales
olvidos, Davis apuntó el pin de su tarjeta bancaria y esa información también
le fue robada.
Los ladrones entonces dejaron su cuenta en cero.
Todo ello le hizo perder su vuelo a Dakota del Norte y al no
tener recursos adicionales no pudo continuar su viaje de vuelta a casa, como
narró el periódico Los
Angeles Times.
Por añadidura, le robaron su identidad y los ladrones por
tres meses se apoderaron del pago del Seguro Social que Davis recibe por
incapacidad médica. Aunque él reportó oportunamente el robo que sufrió a la
policía, su banco se negó a reintegrarle el dinero robado. Y entonces, sin
dinero y sin hogar, no le quedó otra opción que quedarse a vivir en la Terminal
6 el Aeropuerto de Los Ángeles.
Incluso perdió su casa en Dakota del Norte, cuya renta él
paga con subsidios públicos, porque el alquiler se venció el 1 de enero y a él
no le fue posible acudir para arreglar la situación.
Davis no tiene familia, pues vivió su niñez y adolescencia
con padres de acogida hasta que fue adoptado, pero su madre adoptiva falleció
años atrás y él está distanciado de su padre, del que sufrió abuso. Ahora,
a sus 30 años, vive de los pagos del Seguro Social y de los subsidios
gubernamentales para vivienda y para alimentos. Solo le acompaña
incondicionalmente su perra Poppy.
Durante varios meses, mientras vive en los pasillos del
aeropuerto, Davis ha tratado de arreglar sus asuntos, recuperar su identidad,
su dinero y tratar de rehacer su vida, pero le ha sido muy difícil. Su
condición de indigencia ha sido severa, aunque poco a poco, con el paso de las
semanas y los meses ha ido mejorando.
En tanto, se desató la epidemia de coronavirus.
Davis vive como indigente en el aeropuerto, donde tiene un
techo y acceso a baños y ciertas tiendas, aunque en ocasiones ha salido de
allí. Visitaba, por ejemplo, un centro YMCA cercano donde podía darse una
ducha, un supermercado para adquirir comida para él y Poppy con el muy poco
dinero que ha logrado obtener (por momentos solo le han quedado 5 dólares y en
algunos momentos apenas un dólar) y ha acudido a una oficina del Seguro Social
para tratar de regularizar su situación.
Pero el alto costo de la vida no le ha permitido asentarse en
Los Ángeles, y por ello ha debido quedarse a vivir en el aeropuerto.
La epidemia de coronavirus que se desató con fuerza en Los
Ángeles ha complicado fuertemente las cosas para él. Las tiendas y el YMCA al
que acudía están cerrados, las oficinas públicas que pueden prestarle ayuda
también y la tensión en el aeropuerto es considerable.
Incluso él cuenta que, estando en el aeropuerto, Poppy
estornudó muy fuertemente y “las personas se asustaron realmente… Estaban
asustadas de mi perra porque ella estornudó”. Las reacciones de miedo por el
coronavirus son con frecuencia severas y Davis las ha experimentado
directamente. Él no puede quedarse en casa porque no tiene una en plena
epidemia y el distanciamiento social que padece es, en contraste, el del
indigente al que muchos evitan.
Solo Poppy lo ha acompañado incondicionalmente, y ambos han
resistido el desamparo, la falta de comida y muchas otras carencias, todo ello
agravado por la pandemia de Covid-19.
“No sé qué hacer”, contó Davis al LA Times en esos momentos
de severa impotencia y fragilidad. La necesidad, además, de conseguir comida
para Poppy lo abrumaba adicionalmente.
Afortunadamente, las cosas han ido mejorando.
Donaciones de personas que leyeron su historia en el LA Times
sumaron 11,500 dólares vía GoFundme y Paypal, pero inicialmente PayPal le
congeló ese dinero al tener problemas para verificar su identidad. Para colmo,
la reducción de servicios de Paypal a causa de la epidemia hicieron los tiempos
de espera en su sistema de ayuda telefónica enormes y penosos.
Davis esperaba contar con ese dinero y había incluso
reservado un mes de hospedaje en un hotel para largas estadías en Albuquerque,
Nuevo México, en donde él espera que el menor costo de la vida le permita
hallar un lugar donde vivir que pueda pagar con los subsidios de vivienda que
recibe.
Todo quedó en tenso suspenso por un tiempo, con la epidemia
azotando su entorno y Davis y Poppy sobreviviendo apenas en el aeropuerto. Y
los estornudos de su perrita no cedían, para inquietud del hombre y terror para
los viajeros.
Pero cuando sus pagos del Seguro Social finalmente le fueron
restablecidos, él empezó a sentir una ligera mejoría. Los 334 dólares que
recibió en su nueva cuenta bancaria no le alcanzaban ciertamente para vivir en
Los Ángeles, pero al menos lo han mantenido a salvo del hambre a él y a Poppy.
Y le permitieron comprar un boleto de avión a Colorado, para
pasar unos días en casa de un amigo y paliar así su indigencia.
Finalmente, como informó el LA
Times, Paypal liberó el dinero y Davis finalmente emprendió el viaje a
Albuquerque, donde espera poder encontrar finalmente un hogar fijo.
Todo lo que tenía en la casa de Dakota del Norte lo perdió,
pero inicialmente lo que más le preocupó fue saber si en Albuquerque podrá
encontrar en el supermercado los fritos y el aderezo que desea para prepararse
una ‘taco salad’ y si estará abierta alguna clínica veterinaria para que
revisen a Poppy.
El pasado martes, finalmente ya en su hotel en Albuquerque,
Davis contó que está “bien. Tengo una cama, una estufa, una televisión, una
cajonera, un baño y otras cosas. Tengo prácticamente todo. Me siento bien,
realmente bien”.
Y también está tranquilo por Poppy: sus estornudos no tienen
que ver con el coronavirus, como ha sido el caso en algunos raros episodios de
contagio de Covid-19 en animales. Su perrita simplemente padece alergias.
“Tengo que encontrar un lugar donde comprar Benadryl [para
Poppy] y un tazón grande para mi taco salad”, dijo Davis. Su vida ciertamente
comienza a mejorar.