Tomado de lanacion.com
¿Podemos decir algo sobre el futuro
más lejano? Si no podemos predecir si va a llover el próximo mes, pronosticar
lo que va a pasar dentro de miles de millones de años puede parecer imposible.
Sin embargo, no todo es tan caótico
como el clima.
En áreas como la astrofísica o la
cosmología, las predicciones del futuro lejano a veces son posibles.
Podemos confiar en que habrá un
eclipse solar total en Reino Unido el 23 de septiembre de 2090 porque la Luna,
el Sol y la Tierra se mueven en órbitas estables y predecibles con
perturbaciones muy leves.
Además, las leyes de la gravedad
están completamente probadas.
Del mismo modo, podemos usar el
conocimiento en astrofísica para predecir lo que probablemente sucederá en todo
el Universo a medida que este se expande.
Este enfoque se puede describir como
"escatología física", un término acuñado por el astrónomo Martin Rees
para usar la astrofísica y elaborar modelos que indiquen hacia dónde se dirige
el Universo.
Rees se inspiró en la teología,
dentro de la cual la "escatología" es el estudio de cosas
fundamentales como el fin del mundo.
El artículo clásico sobre este tema
lo publicó Freeman Dyson en 1979.
En él explica la vida en universos
abiertos y describe las posibles catástrofes existenciales que amenazan la vida
en el futuro, desde la muerte del Sol hasta el alejamiento de las estrellas
dentro de una galaxia.
Entonces, ¿cuáles son los mayores
desafíos a los que se enfrenta la humanidad en un futuro lejano si llegamos a
sobrevivir?
No podemos decir cómo se pueden
superar y si lograremos hacerlo, pero podemos estar seguros de que estas
amenazas a nuestra existencia están cada vez más cerca.
Problema 1: sobrevivir mejor que
otros mamíferos
La duración de cualquier especie de
mamífero en la Tierra es de aproximadamente un millón de años.
Desde la guerra nuclear pasando por
las pandemias, la humanidad está claramente amenazada por un tipo de riesgos
que necesita reducir con urgencia.
En este momento, el riesgo de
extinción natural es mucho menor que el riesgo de la autodestrucción.
Si solucionáramos nuestros problemas
actuales de riesgo existencial y de sostenibilidad, aún tendríamos que
enfrentarnos a otros desafíos para que nuestra especie perdure.
Para empezar, en unas pocas decenas
de miles de años tendremos que hacer frente al final del actual período
interglacial: estamos viviendo un periodo que se sitúa en una breve
interrupción dentro de una larga edad de hielo.
Nuestros antepasados sobrevivieron a
las glaciaciones, por lo que probablemente no sea un gran problema.
Sin embargo, ellos fueron
cazadores-recolectores nómadas y no una civilización global.
La humanidad también podría
encontrarse con pronunciadas variaciones climáticas entre diferentes épocas
geológicas.
En el pasado, la Tierra tuvo períodos
en los que fue más fría y otros en los que fue más cálida.
Durante el Eoceno, las temperaturas
eran 10°C más cálidas.
En las regiones árticas había
palmeras y caimanes mientras que las ecuatoriales eran demasiado calientes para
que los humanos pudieran sobrevivir.
Pero también hubo episodios donde
casi toda la Tierra estaba cubierta de hielo.
Luego existe el riesgo de
supervolcanismo, impactos de meteoritos, explosiones de rayos gamma o
perturbaciones ecológicas que aún no han surgido pero que sabemos que han
llevado a extinciones masivas naturales aproximadamente una vez cada 100
millones de años.
Finalmente, el Homo Sapiens puede no
perdurar como especie porque podríamos evolucionar hacia otra cosa.
Estamos constantemente mutando y
sujetos a la selección natural (incluso hoy en día, con buena atención médica,
en los accidentes de tráfico mueren personas muy jóvenes), y la biotecnología
moderna nos permite modificar deliberadamente nuestros genes.
Sin mencionar las tecnologías que nos
permiten fusionarnos con lo artificial.
Es poco probable que sigamos siendo
iguales durante los próximos millones de años, a menos que decidamos preservar
nuestra genética.
La ironía es que, para sobrevivir más
tiempo que las especies de mamíferos que nos rodean, tenemos que convertirnos
en algo muy diferente de lo que somos.
Problema 2: sobrevivir al final de la
vida útil de la biosfera
En aproximadamente 1.000 millones de
años (cientos de años arriba o abajo), el aumento del brillo del Sol condenará
a muerte a la biosfera de la Tierra.
El problema es que el calor del Sol
causa un mayor desgaste de la roca, lo que a su vez desencadena reacciones
químicas que eliminan cantidades significativas de dióxido de carbono del aire
como parte del ciclo del carbono y finalmente conducen a la muerte de la vida
vegetal.
Además, a la larga el planeta se
sobrecalentará como un invernadero incontrolado, emitiendo más y más vapor de
agua (un potente gas de efecto invernadero) que se evaporará de los océanos,
recalentando aún más la Tierra.
Una solución sería la de tratar de
proteger la biosfera con una megaobra de ingeniería durante el mayor tiempo
posible.
Podríamos realizar esta geoingeniería
agregando aerosoles reflectantes a la estratosfera, construyendo un paraguas
entre la Tierra y el Sol, o incluso moviendo el planeta hacia el exterior.
Otra solución es mudar la vida al
espacio, si aún no lo hemos hecho cuando la biosfera esté en su etapa final.
Los hábitats espaciales
autosostenibles parecen posibles, y hay materiales disponibles de sobra.
Incluso si estas estructuras parecen
difíciles de construir, debemos recordar que, literalmente, tenemos 1.000 millones
de años para ser más hábiles, más ricos y trabajar en su diseño.
Problema 3: sobrevivir al principio
del final de la vida del Sol
En unos 5.000 millones de años, el
brillo del Sol comenzará a aumentar más rápidamente porque el helio acumulado
en el núcleo lo calentará, convirtiéndolo en una enorme estrella gigante roja.
La temperatura de la superficie
bajará, pero la salida total de luz será mucho mayor debido a la enorme
superficie.
Esto probablemente se traducirá en el
fin de la Tierra, ya que es probable que el Sol se la trague en su proceso de
expansión.
Si no es así, se quemará hasta
convertirse en una roca sin aire.
"Poco" después
(aproximadamente 1.000 millones de años) el Sol expulsará gran parte de su
atmósfera como una nebulosa y se convertirá en una enana blanca.
Para sobrevivir a esto, cualquier
vida inteligente que quede en el Sistema Solar deberá trasladarse a otros
sistemas solares.
Por supuesto, uno puede adaptarse,
pero no se obtiene mucha luz ni mucha energía de una enana blanca.
Alcanzar otros sistemas solares
requerirá naves espaciales muy rápidas o llevará mucho tiempo.
Pero también podría ser que ningún
humano abandone físicamente el Sistema Solar.
En este punto, podríamos preguntarnos
si realmente nuestra especie se está propagando o estamos convirtiéndonos en
una nueva.
Si nuestros descendientes sobreviven
a la muerte del Sol, pasarán a vivir entre las estrellas de la galaxia.
Problema 4: sobrevivir al final de
las estrellas
La formación de estrellas en el
Universo ya ha alcanzado su punto máximo y en las próximas decenas de miles de
millones de años alcanzaremos el "pico máximo".
A medida que las estrellas brillantes
se consuman, nos quedaremos con una población de estrellas enanas rojas estable
pero longeva.
Pueden brillar por billones de años.
Pero la formación de estrellas
disminuirá, y entre 10 y 100 billones de años, incluso las enanas rojas
morirán.
Para sobrevivir, la vida necesitará
fuentes de energía distintas a la luz de las estrellas.
También puede adaptarse a bajas
temperaturas.
La inteligencia artificial y los
organismos basados en silicio probablemente prosperarían en un entorno de
temperatura casi cero absoluta.
Bien podría ser que a medida que las
estrellas mueran, la vida basada en el carbono y la inteligencia se retire a
cómodos mundos virtuales mucho más grandes y complejos que el Universo externo.
Si la humanidad sobrevive al final de
las estrellas, la materia que dejarán al morir se convertirá en la fuente de
energía más grande del Universo.
Problema 5: sobrevivir al final de
las galaxias
Los movimientos estelares aleatorios
gradualmente hacen que las galaxias se disuelvan: de vez en cuando las
estrellas se cruzan y cambian las velocidades al azar.
A veces, esto le da a una estrella
una velocidad de escape de la galaxia y desaparece en el gran vacío.
A la larga, en unos 100 millones de
billones de años, toda la galaxia se dispersará o caerá en el agujero negro
central.
Los planetas alrededor de las
estrellas también seguirán el mismo destino.
Para sobrevivir a esto, los seres
inteligentes necesitarían llevar las estrellas a órbitas que sean estables a
largo plazo.
¡Esto parece físicamente posible!
Al menos en la era actual, uno podría
empujar las estrellas colocando reflectores para que su radiación actuara como
los motores de un cohete muy débil.
Esto se parece a la manera en que los
humanos usamos la gravedad para redirigir y acelerar las sondas Voyager, pero
ahora a gran escala.
A medida que las estrellas cambiaran
de órbita, podrían usarse para empujarse mutuamente en el juego de billar más
grande jamás concebido.
Se necesitarían grandes estructuras
alrededor de cada estrella y una planificación a gran escala del proceso, pero
la cantidad total de materia necesaria es la de un gran asteroide por sistema
solar y la física es relativamente sencilla.
El problema reside en la coordinación
de proyectos en escalas de tiempo que abarcan literalmente 1.000 millones de
años.
Problema 6: sobrevivir al final de la
materia
Nuestro tipo de materia está formada
por átomos compuestos de protones, neutrones y electrones.
Se dice que en circunstancias
normales los protones y los electrones son perfectamente estables.
Los protones estabilizan los
neutrones. Por sí solos se descomponen con una vida media de unos pocos
minutos.
Sin embargo, muchas teorías físicas
estiman que los protones no son realmente estables y en plazos de tiempo
excepcionalmente largos, se deteriorarán.
Hasta ahora, la descomposición de los
protones nunca se ha podido observar, pese a algunos esfuerzos heroicos de
investigación.
Pero esto solo nos indica que el
proceso de descomposición lleva billones de años, si es que sucede.
Esta previsible decadencia
significará el fin de la materia tal y como la conocemos.
Las estrellas y los planetas se
convertirán lentamente en radiación más electrones y positrones libres,
incapaces de formar sistemas habitables.
Las últimas estrellas enanas negras
frías se convertirían gradualmente en cristales de helio e hidrógeno que se
evaporarían silenciosamente.
Lo único que quedaría sería radiación
y agujeros negros en un Universo vacío.
¿Podemos evitarlo?
Como decía la gran computadora en el
magistral cuento de Isaac Asimov "La última pregunta": "TODAVÍA
NO HAY DATOS SUFICIENTES PARA UNA RESPUESTA SIGNIFICATIVA".