Opinión / Por
Rómulo Caldeira
Para analizar
las transiciones del feudalismo al capitalismo, algunos historiadores de la
Escuela de los Anales y el historiador Inglés Perry Anderson acuñaron la
frase “la traición de la Burguesía” para referirse al papel que un sector de la
potencialmente revolucionaria clase social había jugado en los primeros tiempos
de su aparición en los países de feudalismo clásico (Francia e Inglaterra).
Enriquecidos con la pujante actividad mercantil y financiera, los historiadores
de esas escuelas de pensamiento hubieran esperado que la burguesía hiciera peso
para destruir el sistema feudal, la monarquía y las relaciones sociales basadas
en el vínculo de vasallaje. En su lugar los primeros burgueses enriquecidos,
compraron títulos nobiliarios, llenaron las arcas del Rey con sus impuestos,
engrosaron las filas de asesores de la corte y traicionaron, a decir de las
corrientes historiográficas mencionadas, el rol que les correspondía jugar.
Siempre hay
expectativas, uno espera determinadas actuaciones de los hijos, de los amigos,
de la familia, pero sobre todo de determinados actores. Actores que por su
significación histórica, su importancia actual, su experiencia e incluso su
narrativa, deberían jugar un rol y no lo hacen, se engatillan, se mimetizan en
alianzas anti natura, como la burguesía de la Edad Media, traicionan su rol
histórico, al menos traicionan la expectativa de quienes esperamos otra
actitud.
En la
Venezuela “cuarto republicana” solo los excesos imaginativos de la izquierda
radical y la ultra veían a la derecha en los partidos del bipartidismo.
Rememoraban los devaneos de juventud de Caldera con el Franco de la Guerra
civil y la falange, recordaban los golpes que le dio a Leo (Leoncio Martínez) y
relataban historias terribles sobre la represión adeca. Pero, *ni AD ni
Copei representaban a la derecha clásica de otras latitudes*. Caldera en 1936
defendió una Ley del Trabajo bastante avanzada, para los tiempos que corrían y
terminó sus días en un gobierno rodeado del Chiripero de la vieja izquierda,
incluido el Partido Comunista de Venezuela. Betancourt, ese keynesiano
tropical, socialdemócrata en Venezuela, comunista en Costa Rica, parece libre
de sospechas.
En algún momento,
vimos aparecer minúsculas expresiones políticas de la derecha fascistoide y
ridículas expresiones de la defensa de cierta nobleza trasnochada, como unos
muchachos del Country Club disfrazados de cruzados que se llamaban
*Tradición, Familia y Propiedad*; otros grupos andaban por allí de tan limitada
importancia política, que ni siquiera recuerdo sus nombres. La vaina se enreda
cuando los famosos notables, Familias con Tradición y muchas Propiedades,
deciden que ya no basta con cazar la renta petrolera desde la posición de
contratistas y “empresarios” sino que aspiran ponerle las manos al erario desde
su administración. Se creían aspirantes lógicos al trono, perdón, a la silla de
Miraflores.
Organizan, en
primer lugar el antipartidismo, como expresión primitiva de la anti política.
AD y CAP, son sus principales víctimas. Y cuando creían que el mandado estaba
hecho, se les atravesó una expresión todavía más primitiva de la anti política:
Chávez y el militarismo, a la postre, el gran beneficiario de los esfuerzos de
la derecha notable. Por cierto, muchos de ellos financiaron y propiciaron
desde sus medios la victoria del Teniente Coronel.
Curiosamente,
en estos 20 de lucha por construir democracia y derrotar el autoritarismo,
nuevos partidos llenos del espíritu y los apellidos de los notables y con la
excusa de evitar que la derrota del autoritarismo parezca restauración, le
echan periódicamente plomo a AD y Henry Ramos y/o a Copei y Eduardo
Fernández. Otros dirigentes del viejo bipartidismo también han recibido
estiércol a ráfagas. Otros políticos sin sangre azul también reciben fuego a
discreción. Extrañamente *la nobleza caraqueña, sus apellidos, medios y
palangristas siempre están emparentados con los ataques a los plebeyos que se
acerquen a un poder que quieren controlar sin interpuestas personas*.
Hoy, los
hijos de los de los notables, las niñas de la anti-política, los residentes del
Country, esperan órdenes del Departamento de Estado y convierten en malas
palabras: Negociación, Diálogo y Elección. A la cola de esa política, no a la
cabeza como creen, aparecen los muchachos nacidos a la política de la mano del
adalid de la anti política Alberto Federico Ravell, el mismo que una vez le
dijo al “negro Ferrer” que cuando sus ancestros eran esclavos, los Ravell eran
“Libertadores”
*Lo
verdaderamente incomprensible es que los adecos y otras derivaciones
socialdemócratas estén a la cola de esa política*. Los creadores del voto
universal, directo y secreto, el partido más importante del siglo XX venezolano,
el que tiene más experiencia organizativa y la maquinaria electoral mejor
aceitada, las víctimas predilectas de la infamia de los estirados desde antes
de 1945, los hijos de Juan Bimba a la cola de los señoritos entalcados de
apellidos notables… ¡Que vaina!
Los
socialdemócratas “por su significación histórica, su importancia actual, su
experiencia e incluso su narrativa, deberían jugar un rol y no lo hacen, se
engatillan, se mimetizan en alianzas anti natura, como la burguesía de la Edad
Media, traicionan su rol histórico, al menos traicionan la expectativa de
quienes esperamos otra actitud.”.