Kico
Bautista
Andrade tenía varios años cooperando con el gobierno
Norteamericano. Por eso, de figura clave del proceso, pasó de un momento al
otro, al olvido. Los camaradas no le perdonaron nunca que cambiara el
discurso revolucionario por los caballos y la buena vida del capitalismo mesmo.
Dudo que el extesorero de la nación pase mucho tiempo preso. Los americanos
utilizan su caso para llegarle a los círculos más pequeños de la unión
cívico-militar que gobierna al país desde hace 19 años. Es parte de la presión
que le tienen montado a Maduro para que negocie una salida política y
pronto.
El problema es que hay unos personajes que no entienden ese
tipo de escenarios ni sus complicaciones. Lo suyo es una conspiración perenne.
Su juego consiste en dividirnos, en desbaratar la unidad acusando a los
moderados de blandengues y colocándose ellos como cuatriboleados.
En su imaginación, Maduro está a punto de renunciar, de salir
corriendo. En un ataque de sensatez le dio por reconocer que no sirve ni para
tapar un hueco. Confiados en tales predicciones estos iluminados juegan a que
la presión internacional, cual bárbarazo, acabe con todo. Les sirve igual una
rebelión militar que la intervención armada de los americanos. Igual una gripe
o un meteorito. Total, el desenlace es inevitable.
Pero, resulta que la política no es tan elemental. Suele la
realidad ser más cruda que la ficción. Nada de renuncias o de abandono del
cargo. Maduro se cree ganador y quiere permanecer 6 años más en Miraflores. Le
ha dejado colar que aun cuando está de acuerdo con una salida negociada,
rechaza toda posibilidad de una elección presidencial a corto plazo. Puede que
hasta reconozca la AN, cambie la composición del TSJ, pero no más de ahí. La
Unión Europea y los Americanos tienen claro que cualquier posibilidad de un
cambio de gobierno depende de la unidad opositora y de lo hagamos, aquí y
ahora, los venezolanos.
Es una especie paradoja. Resulta que los radicales de
izquierda y los de derecha suelen ser más o menos iguales. Si uno les mete lupa
descubrirá rápidamente que más que antagónicos estos grupetes son profundamente
conservadores.
Suelen los militantes del radicalismo venderse como seres
puros, llenos de nobleza, cuando la verdad es que representan un enorme
retroceso en lo que al ejercicio de la democracia se refiere. Odian y desprecia
a los que piensan distintos. Su única verdad es la que importa. El resto carece
de valores o de principios. Por eso es que los radicales siempre terminar en el
autoritarismo.
En el caso de la oposición venezolana, esta secta (así las
llamó Capriles) ha conseguido un camino para demoler a sus adversarios. A
través de la redes, de sus laboratorios, se han dedicado a viralizar el odio, a
transformar mentiras en verdades, a inventar desenlaces que no figuran entre
los escenarios más probables. A punta WhatsApp destruyen la reputación de
Raimundo y todo el mundo. Por la vía de las redes han pasado de minoría
chiquitica a mayoría holgada. Como son profundamente antidemocráticos han
centrado sus ataques en los partidos políticos y en el ejercicio racional de la
política. Así es como hoy, estos encapuchados del teclado imponen la
emocionalidad como discurso y la antipolítica en moda.
Tienen el camino abierto. La hegemonía comunicacional y la
censura han reducido la información en los medios tradicionales casi que a la
nada. Esa urgente necesidad de información, los radicales la llenan con cadenas
donde se mina la credibilidad de los dirigentes más conocidos, de la AN, de los
partidos y de los empresarios.
Estos grupetes han logrado lo que no pudo la revolución,
dividir a la oposición y darle oxígeno a un gobierno que más del 70% del país
rechaza. Venden una narrativa en la que resulta que el oficialismo lleva 19
años en el poder gracias a la traición de un sector de la oposición blandengue
que ha vendido todas nuestras luchas. No mencionan en lo más mínimo la
represión o el abuso del poder de Estado en todos estos largos años por parte
del
Oficialismo. Tampoco hablan de errores o cálculos equivocados
por parte de la oposición. No hay incoherencias ni inmediatismo.
Para los paredones del teclado la cosa es simple; Capriles es
un cobarde; Henry Ramos un ladrón; Rosales un bruto y Falcón un falso. 2 más 2
pues. Lo perverso es que mientras los líderes de la unidad son presentados como
unos arrastrados, los radicales aparecen en las redes como unos
valientes.
Aquí ocurrió el 11 de abril, hubo paro petrolero, 2 salidas y
la culpa de cuánta derrota existe solo la tiene esos débiles mentales que
todavía insisten en ir a elecciones con el mismo CNE fraudulento de
siempre. 4 meses de calle en el 2017. Un montón de muertos y ninguno de estos
estos arrechitos fue capaz de reconocer que la calle se había estancado y, en
medio del cansancio, era indispensable darle un vuelco de timón para evitar que
el espíritu de lucha terminará en depresión colectiva. Cero control de
daños.
Si escaneamos bien estos discursos que inundan Instagram,
Facebook, encontraremos que la crítica destructiva hacia los partidos y a los
políticos radica en enormes carencias. Sus protagonistas ni tienen
organizaciones fuertes ni son políticos de verdad. No hay, como decía Petkoff,
ninguna lógica o rasgo de racionalidad en sus propuestas. Todo lo remiten a las
emociones, al “ yo creo que...”
Los políticos son necesarios, entre otras cosas, porque
tienen una cultura de debate que los obliga permanentemente a corregir errores.
Saben que los escenarios se mueven y hay que estar evaluando las cosas
permanentemente. De lo contrario, no hay victoria posible, no se llega al
poder. La antipolítica es la arbitrariedad en pasta.
Veamos cómo están actuando estos sectores en estos momentos.
Recordemos que esta gente primero inventaron a los colaboracionistas y por esa
vía nos llevaron a perder espacios vitales en alcaldías y gobernaciones con el
cuento de la abstención. Han pasado no sé cuantos meses de la reelección de
Maduro y olvídense de una sola reflexión crítica sobre el asunto. Insisten en
las salidas de como si nada. Lo peor es que, en su deliro, estos factores se
han empeñaron en fracturar más y más a la oposición sin pararse a pensar en
cuanto ayudan al gobierno con estas posturas.
Con la votación del caso Zapatero en la AN y ahora con el juicio
a Andrade, pretenden meternos a todos en mismo saco. Hasta Alberto Ravel ha
tratado de llamar la atención sobre esta enloquecida cacería de brujas.
Vladimir Villegas es un testaferro, Luis Chataing un pesetero, Sergio Novelli
un bicho, Miguel Henrique Otero y su esposa unos delincuentes y pare de contar.
Hasta inventaron un texto de Carla Angola contra mí , olvidándose de que
somos más que hermanos.
! Dios! alguien tiene que ponerle un parao a tanta
insensatez. Por este camino Maduro tiene garantizado, no digo 6 años, la
eternidad en el poder. ¿Cuál es la razón por la que este harakiri no se corrige
cuando es obvio que nos está causando un enorme daño? Es obvio que su intención
es evitar cualquier negociación. Pregunto: ¿A cambio de qué?
Sostengo que este debate hay que darlo. No se puede seguir
dejándolo tanta mentiras a un lado. O ponemos los puntos donde van o no vamos a
levantar cabeza jamás. Entiendo que a una parte del liderazgo democrático le
preocupa seguir dividendo a la oposición si caemos en esta especie de batalla
campal y nos mordemos entre todos pero, es mejor sincerar las cosas que pasar
por bolsas.
Hay que volver a la política. Ha estar y sentir a la gente
que sufre este mal gobierno. Centrar el discurso en lo caro que esta la vida,
en las colas, la inseguridad, en la falta de servicios, en el hambre. Dejar al
radicalismo y inmerso en sus tormentos y ubicar el centro donde podamos
recomponer la mayoría. Los ni-ni crecen porque nadie cree en nadie. Se trata de
unir al país, ya no de la unidad del mundo opositor que parece más dedicado a
las peleas intestinas que a disputarle el poder a Maduro. Urge un centro de
dirección inteligente que se salga de este círculo vicioso de culpas. Un
liderazgo transparente que le hable al país con la verdad y que deje de repetir
las cosas obvias. Hace falta claridad en el norte y mucho periodismo que se
encargue de verificar qué hay de verdad o de mentira en todas estas denuncias
que como monte crecen en las redes.