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29 noviembre, 2018

Ya está bueno ¡ya!


Kico Bautista
Andrade tenía varios años cooperando con el gobierno Norteamericano. Por eso, de figura clave del proceso, pasó de un momento al otro, al olvido. Los camaradas no le perdonaron  nunca que cambiara el discurso revolucionario por los caballos y la buena vida del capitalismo mesmo. Dudo que el extesorero de la nación pase mucho tiempo preso. Los americanos utilizan su caso para llegarle a los círculos más pequeños de la unión  cívico-militar que gobierna al país desde hace 19 años. Es parte de la presión que le tienen montado a Maduro para que negocie una salida política y pronto. 
El problema es que hay unos personajes que no entienden ese tipo de escenarios ni sus complicaciones. Lo suyo es una conspiración perenne. Su juego consiste en dividirnos, en desbaratar la unidad acusando a los moderados de blandengues y colocándose ellos como cuatriboleados. 
En su imaginación, Maduro está a punto de renunciar, de salir corriendo. En un ataque de sensatez le dio por reconocer que no sirve ni para tapar un hueco. Confiados en tales predicciones estos iluminados juegan a que la presión internacional, cual bárbarazo, acabe con todo. Les sirve igual una rebelión militar que la intervención armada de los americanos. Igual una gripe o un meteorito. Total, el desenlace es inevitable. 

Pero, resulta que la política no es tan elemental. Suele la realidad ser más cruda que la ficción. Nada de renuncias o de abandono del cargo. Maduro se cree ganador y quiere permanecer 6 años más en Miraflores. Le ha dejado colar que aun cuando está de acuerdo con una salida negociada, rechaza toda posibilidad de una elección presidencial a corto plazo. Puede que hasta reconozca la AN, cambie la composición del TSJ, pero no más de ahí. La Unión Europea y los Americanos tienen claro que cualquier posibilidad de un cambio de gobierno depende de la unidad opositora y de lo hagamos, aquí y ahora, los venezolanos.
Es una especie paradoja. Resulta que los radicales de izquierda y los de derecha suelen ser más o menos iguales. Si uno les mete lupa descubrirá rápidamente que más que antagónicos estos grupetes son profundamente conservadores. 
Suelen los militantes del radicalismo venderse como seres puros, llenos de nobleza, cuando la verdad es que representan un enorme retroceso en lo que al ejercicio de la democracia se refiere. Odian y desprecia a los que piensan distintos. Su única verdad es la que importa. El resto carece de valores o de principios. Por eso es que los radicales siempre terminar en el autoritarismo. 
En el caso de la oposición venezolana, esta secta (así las llamó Capriles) ha conseguido un camino para demoler a sus adversarios. A través de la redes, de sus laboratorios, se han dedicado a viralizar el odio, a transformar mentiras en verdades, a inventar desenlaces que no figuran entre los escenarios más probables.  A punta WhatsApp destruyen la reputación de Raimundo y todo el mundo. Por la vía de las redes han pasado de minoría chiquitica a mayoría holgada. Como son profundamente antidemocráticos han centrado sus ataques en los partidos políticos y en el ejercicio racional de la política. Así es como hoy, estos encapuchados del teclado imponen la emocionalidad como discurso y la antipolítica en moda. 
Tienen el camino abierto. La hegemonía comunicacional y la censura han reducido la información en los medios tradicionales casi que a la nada. Esa urgente necesidad de información, los radicales la llenan con cadenas donde se mina la credibilidad de los dirigentes más conocidos, de la AN, de los partidos y de los empresarios. 
Estos grupetes han logrado lo que no pudo la revolución, dividir a la oposición y darle oxígeno a un gobierno que más del 70% del país rechaza. Venden una narrativa en la que resulta que el oficialismo lleva 19 años en el poder gracias a la traición de un sector de la oposición blandengue que ha vendido todas nuestras luchas. No mencionan en lo más mínimo la represión o el abuso del poder de Estado en todos estos largos años por parte del
Oficialismo. Tampoco hablan de errores o cálculos equivocados por parte de la oposición. No hay incoherencias ni inmediatismo. 
Para los paredones del teclado la cosa es simple; Capriles es un cobarde; Henry Ramos un ladrón; Rosales un bruto y Falcón un falso. 2 más 2 pues. Lo perverso es que mientras los líderes de la unidad son presentados como unos arrastrados, los radicales aparecen en las redes como unos valientes.  
Aquí ocurrió el 11 de abril, hubo paro petrolero, 2 salidas y la culpa de cuánta derrota existe solo la tiene esos débiles mentales que todavía insisten en  ir a elecciones con el mismo CNE fraudulento de siempre. 4 meses de calle en el 2017. Un montón de muertos y ninguno de estos estos arrechitos fue capaz de reconocer que la calle se había estancado y, en medio del cansancio, era indispensable darle un vuelco de timón para evitar que el espíritu de lucha terminará en depresión colectiva. Cero control de daños. 
Si escaneamos bien estos discursos que inundan Instagram, Facebook, encontraremos que la crítica destructiva hacia los partidos y a los políticos radica en enormes carencias. Sus protagonistas ni tienen organizaciones fuertes ni son políticos de verdad. No hay, como decía Petkoff, ninguna lógica o rasgo de racionalidad en sus propuestas. Todo lo remiten a las emociones, al “ yo creo que...”
Los políticos son necesarios, entre otras cosas, porque tienen una cultura de debate que los obliga permanentemente a corregir errores. Saben que los escenarios se mueven y hay que estar evaluando las cosas permanentemente. De lo contrario, no hay victoria posible, no se llega al poder. La antipolítica es la arbitrariedad en pasta. 
Veamos cómo están actuando estos sectores en estos momentos. Recordemos que esta gente primero inventaron a los colaboracionistas y por esa vía nos llevaron a perder espacios vitales en alcaldías y gobernaciones con el cuento de la abstención. Han pasado no sé cuantos meses de la reelección de Maduro y olvídense de una sola reflexión crítica sobre el asunto. Insisten en las salidas de como si nada. Lo peor es que, en su deliro, estos factores se han empeñaron en fracturar más y más a la oposición sin pararse a pensar en cuanto ayudan al gobierno con estas posturas.
Con la votación del caso Zapatero en la AN y ahora con el juicio a Andrade, pretenden meternos a todos en mismo saco. Hasta Alberto Ravel ha tratado de llamar la atención sobre esta enloquecida cacería de brujas. Vladimir Villegas es un testaferro, Luis Chataing un pesetero, Sergio Novelli un bicho, Miguel Henrique Otero y su esposa unos delincuentes y pare de contar. Hasta inventaron un texto de Carla Angola contra mí , olvidándose de que somos más que hermanos. 
! Dios! alguien tiene que ponerle un parao a tanta insensatez.  Por este camino Maduro tiene garantizado, no digo 6 años, la eternidad en el poder. ¿Cuál es la razón por la que este harakiri no se corrige cuando es obvio que nos está causando un enorme daño? Es obvio que su intención es evitar cualquier negociación. Pregunto: ¿A cambio de qué? 
Sostengo que este debate hay que darlo. No se puede seguir dejándolo tanta mentiras a un lado. O ponemos los puntos donde van o no vamos a levantar cabeza jamás. Entiendo que a una parte del liderazgo democrático le preocupa seguir dividendo a la oposición si caemos en esta especie de batalla campal y nos mordemos entre todos pero, es mejor sincerar las cosas que pasar por bolsas. 
Hay que volver a la política. Ha estar y sentir a la gente que sufre este mal gobierno. Centrar el discurso en lo caro que esta la vida, en las colas, la inseguridad, en la falta de servicios, en el hambre. Dejar al radicalismo y inmerso en sus tormentos y ubicar el centro donde podamos recomponer la mayoría. Los ni-ni crecen porque nadie cree en nadie. Se trata de unir al país, ya no de la unidad del mundo opositor que parece más dedicado a las peleas intestinas que a disputarle el poder a Maduro. Urge un centro de dirección inteligente  que se salga de este círculo vicioso de culpas. Un liderazgo transparente que le hable al país con la verdad y que deje de repetir las cosas obvias. Hace falta claridad en el norte y mucho periodismo que se encargue de verificar qué hay de verdad o de mentira en todas estas denuncias que como monte crecen en las redes.